28 de octubreHoy vino a la consulta un paciente aquejado de un fuerte trastorno nervioso acompañado de dolores abdominales. El paciente, M., hombre de unos treinta años, de complexión atlética aunque excesivamente delgado para su estatura (73 pulgadas) se mostró en todo momento inquieto, se rascaba los brazos, las piernas y la cabeza y respondía a mis preguntas de manera alterada y esquiva. Su hermano mayor, que le acompañó a la consulta, declaró que el paciente llevaba en ese estado más de dos años y que en ese tiempo había perdido más de 45 libras. Acostumbraba a hacer tres comidas: desayuno (sobre las 7), almuerzo (12 y media - 1 del mediodía) y cena (7 u 8 de la tarde). Ingería todo tipo de alimentos (por la descripción, una dieta rica en proteínas e hidratos de carbono, además de una buena cantidad de verduras frescas y frutas), siempre con buen apetito. En esos dos años de enfermedad habían visitado varios médicos y centros hospitalarios, sin hallar una solución satisfactoria.
Mary, la pequeña, se encuentra mejorada de su afección. Hoy mandé que la asistenta le subiera unos dulces que compré en una confitería de la ciudad y los comió todos con buena gana. Progresa favorablemente. Solo Dios sabe lo mucho que he rezado por ella estos días y cómo la quiero. Mi ángel, mi adorado ángel.
30 de octubreM., el paciente aquejado de trastorno nervioso y dolores abdominales, ha vuelto hoy a la consulta, esta vez sin la compañía de su hermano. Se encontraba más calmado, más dócil, y hablamos largo rato sobre su vida y sus molestias. Me contó que trabaja en una granja de cerdos, el negocio familiar, limpiando las porquerizas y llevándoles la comida. He observado que es un hombre poco aseado, lleva la ropa sucia, huele desagradable y tiene las uñas largas y negras. Me ha producido cierta repulsión cuando ha tomado con las dos manos la pluma que me regaló mi adorada Charis las pasadas navidades, que tengo expuesta sobre el escritorio y que tanto me gusta. Le he pedido que en la próxima visita venga con una muestra de sus heces para realizar un análisis coproparasitoscópico siguiendo el método Ritchie.
No debo olvidarme mañana por la mañana de escribir a Fionn. Hace ya más de tres meses que no recibo noticias de él.
Mary se encuentra casi recuperada. Hoy despertó como una preciosa flor mientras la observaba sentado a los pies de su camita. Se frotó los ojos y, aún soñolienta y perezosa, se tiró a mis brazos. La he llenado de besos. Mi amada niña.
12 de noviembreEfectivamente, como esperaba, el diagnóstico no deja lugar a dudas. Las heces del paciente M. contienen huevos de solitaria. El tamizado de heces confirma que los huevos son de
Taenia saginata.
13 de noviembreHe recomendado al paciente M. que acostumbre a ser más aseado a partir de ahora. Debe tomar baños completos al menos cuatro o cinco veces por semana y lavar sus manos con agua y jabón cada vez que salga del excusado. No sin cierto sonrojo me ha prometido que así hará. Le he recetado que tome 25 gramos de semillas de calabaza machacadas y diluidas en un vaso de agua con miel de romero. Dos tomas, una por la mañana al levantarse y otra antes de acostarse, a lo largo de toda la semana. Eso me ha recordado que debo llamar al jardinero para que traiga provisiones para este invierno. La despensa, tras los días de vacaciones que pasaron en casa los padres y la hermana de Charis, está casi vacía.
21 de noviembreVuelve a la consulta el paciente M. Me dice que ha seguido religiosamente mis consejos y que tomó lo que le receté, pero no experimenta mejora. Será necesario recetarle un antihelmíntico más fuerte. Pruebo con praziquantel. 50 mg/kg/día repartidos en dos tomas durante quince días.
10 de diciembreEl paciente M. no ha experimentado niguna mejora y se queja de fuertes cefaleas, mareos y vértigo. Es posible que sólo sean molestos pero no alarmantes efectos secundarios del fármaco. Mañana volverá por la mañana y le administraré nueva medicación.
Mary, mi querida Mary, ha pegado un buen estirón en este último mes. Su madre le ha comprado un nuevo vestido y le ha cortado el pelo a la moda francesa. Está preciosa. Sus ojos resaltan aún más con ese lacito azul sobre sus cabellos.
11 de diciembreHoy vino el paciente M., le pedí que se desnudara de cintura para abajo y que se inclinara en la camilla sobre el pecho apoyando los pies en el suelo. Le he suministrado por vía rectal un croissant y dos onzas de chocolate amargo. Le he dado cita para mañana a las diez de la mañana.
12 de diciembreHoy volvió el paciente M. a la consulta, le he suministrado por vía rectal un croissant y dos onzas de chocolate amargo.
He recibido carta de mi querido Fionn. Me cuenta que se encuentra bien, y también los suyos, pero que la vida en la ciudad es difícil. Rezo a Dios para que encuentre ese trabajo que tanto necesita y desea.
13 de diciembre.Mary, mi querida niña, ha comenzado a leer. Es maravilloso verla recorriendo con su dedito las líneas del precioso libro que le regaló el tío James para su cumpleaños. Anne, su nueva cuidadora, es muy paciente y cuidadosa. Es una encantadora muchacha de un pueblo de Dundee, humilde, cariñosa y buena como ninguna. Gracias al Cielo.
He suministrado a M., el paciente de la tenia, un croissant y dos onzas de chocolate amargo.
14 de diciembreHe descubierto a mi querida Mary haciendo unos dibujos preciosos de flores y animalitos en las esquinas de su libro de lectura. Su contemplación me ha llenado de gozo. ¡Deseo tanto que esta niña herede las delicadas y adorables habilidades de su encantadora mamá!
He suministrado al paciente M. un croissant y dos onzas de chocolate amargo por vía rectal, según lo acostumbrado.
15 de diciembreEl paciente M. ha venido hoy a la consulta. Se mostraba más nervioso de lo acostumbrado y me imploró que acabara con la cura, pues cada vez sentía más molestias. Le he pedido un poco más de paciencia, pues ya queda poco para acabar el tratamiento. Según lo acostumbrado, le he suministrado por vía rectal un croissant y dos onzas de chocolate amargo.
16 de diciembreHa vuelto el paciente M. Le he suministrado por vía rectal dos onzas de chocolate. Le he pedido a M. que esperara en la postura del tratamiento. Pasados diez o doce minutos, la cabeza de la tenia ha asomado por el ano del paciente y ha gritado con voz alta y clara: «¿Y el croissant?». Acto seguido he tomado un martillo de carpintero que tenía guardado en el cajón superior del escritorio y he golpeado varias veces su cabeza al grito de «Toma croissant». La extracción del resto de la tenia ha sido satisfactoria y solo nos ha llevado cosa de veinte minutos a la enfermera y a mí.
24 de diciembre¡Qué hermoso es disfrutar de estos días tan hermosos en compañía de mis adoradas Charis y Mary!
Hoy vino a visitarnos el paciente M., lo encontramos de muy buen humor y totalmente recuperado del penoso trance. Ha engrosado varias libras, rebosa salud por todos sus poros, se encuentra lleno de energía y derrocha una alegría contagiosa. Nos trajo como obsequio una bonita botella de whisky, que beberemos a su salud esta misma noche.