
miércoles, 31 de diciembre de 2008
Del derecho y del revés

domingo, 28 de diciembre de 2008
Circa, treinta años después

sábado, 27 de diciembre de 2008
La estrategia de Humboldt

«Joseph-Louis Gay-Lussac [1778-1850] fue un ilustre químico francés recordado, entre otros muchos logros, por su ley que relaciona los volúmenes combinantes de gases —un avance importante en la teoría química—. En su trabajo fue ayudado por el joven Alexander von Humboldt [1769-1859]. Sus experimentos necesitaban unos vasos de reacción de paredes especialmente finas que tenían que comprarse en Alemania. Humboldt aplicó su ingenio natural al problema de evitar los aranceles sobre las importaciones que en aquella época eran excepcionalmente elevados. Dio instrucciones a los sopladores de vidrio alemanes para que sellaran los largos cuellos de los recipientes y pusiesen una etiqueta en los envases: Manejar con cuidado-Aire alemán. Los douaniers franceses no tenían instrucciones respecto a tasar el "aire alemán", de modo que dejaron pasar el envío. Humboldt y Gay-Lussac cortaron los extremos de los recipientes sellados y continuaron los experimentos».
Del libro Eurekas y euforias, de Walter Gratzer. Crítica, Barcelona, 2005.
jueves, 25 de diciembre de 2008
Un sueño corto (tres)
Me levanto de la cama. Voy al baño y en el espejo del pasillo descubro que me he convertido en Eva Mendes. Al instante llaman al móvil. Es el sastre, que llama para recordarme que tengo cita con él a las once de la mañana para la última prueba del traje. Le digo que me resulta imposible ir, dadas las circunstancias. Aplaza la cita para el próximo viernes. Le digo que bien, que intentaré personarme ese viernes a las once de la mañana y que si me resultara imposible acudir llamaría antes para cancelar la cita. Uno no sabe cuánto tiempo va a durar el nuevo aspecto de Eva Mendes. Vuelven a llamar. L. me dice que debo pasar por la oficina a recoger los balances. Le digo que intentaré pasar por la oficina antes de las ocho, pero que no se lo aseguro. Vuelvo a mirarme en el espejo. Me preparo un café y y pienso en lo complicado que se ha puesto el día. Me llevo la taza a la boca mientras camino por el pasillo, tropiezo con una caja de cartón que hay en el suelo y se derrama un poco de café sobre mi muslo bronceado de Eva Mendes. Pues igual hoy me cojo fiesta. Que sí.
miércoles, 24 de diciembre de 2008
Felices Fiestas

La familia Sonfór y el personal del Warwick First National Bank de Nueva York les desean que pasen unas felices fiestas. Paz y felicidad para todas las personas de buena voluntad (a los que no tengan buena voluntad y a los creacionistas, que se la pique un pollo). Saben que les quiero a todos ustedes; para irme a la cama con todos a la vez tal vez no, les hablo de un querer fraternal más bien.
lunes, 22 de diciembre de 2008
Sobre la creación de las garrapatas
Cuando el Altísimo creó a todos los animales dio vida también a un buen número de ácaros y, entre ellos, a las garrapatas. Y dio el Altísimo utilidad a cada uno de los animales, a las ovejas les dio la utilidad de dar lana, carne y leche; a las laboriosas abejas, la capacidad para fabricar miel y cera; a los zorros y demás animales de pelo bonito y largo, su piel para proteger del frío a las concubinas y a las mujeres de clase alta; a los perros pequeños, su capacidad para entrar en las madrigueras para cazar a los animales que viven en las madrigueras y para calentar los pies de los durmientes; y así, uno por uno, a todos los demás animales les dio muchas utilidades muy valiosas para el hombre.
Cuando el Altísimo llegó a la garrapata, ésta le preguntó:
—Señor, he visto que has dado muchas y muy valiosas utilidades a todos los animales ¿qué queda para mí?
Y el Altísimo le contestó:
—A ti, garrapata, te ofrezco el don para que puedas pegarte meses sin comer, agarrada a una rama y no mueras de hambre, pues te haré paciente. Y así podrás esperar y esperar hasta que otro animal pase por tu lado, tú te dejes caer sobre su cuerpo, te enganches y te hartes de sangre hasta que no puedas más y te desprendas solo cuando te encuentres totalmente harta y gorda como un odre lleno.
—Perdona, Señor —dijo la garrapata—, pero no veo mucha utilidad en todo eso.
—Tienes razón —respondió el Altísimo—, que serás animal de poca utilidad, pero como compensación, te hago entrega del don para que puedas transmitir la tularemia, la fiebre botonosa mediterránea, la enfermedad de Lyme, el tifus, la fiebre de las Montañas Rocosas, la neningoencefalitis, la hepatozoonosis canina, la enfermedad de Kyasanur, la fiebre del Colorado, la babesiosis, la fiebre bovina, la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo y la fiebre reincidente, así, para empezar.
Y la garrapata sonrió y dijo al Altísimo:
—Pues mal no lo voy a pasar. Al menos haré la puñeta.
Y trepó lentamente por una rama y quedó esperando pacientemente la llegada de algún animal que pasara por su lado.
Cuando el Altísimo llegó a la garrapata, ésta le preguntó:
—Señor, he visto que has dado muchas y muy valiosas utilidades a todos los animales ¿qué queda para mí?
Y el Altísimo le contestó:
—A ti, garrapata, te ofrezco el don para que puedas pegarte meses sin comer, agarrada a una rama y no mueras de hambre, pues te haré paciente. Y así podrás esperar y esperar hasta que otro animal pase por tu lado, tú te dejes caer sobre su cuerpo, te enganches y te hartes de sangre hasta que no puedas más y te desprendas solo cuando te encuentres totalmente harta y gorda como un odre lleno.
—Perdona, Señor —dijo la garrapata—, pero no veo mucha utilidad en todo eso.
—Tienes razón —respondió el Altísimo—, que serás animal de poca utilidad, pero como compensación, te hago entrega del don para que puedas transmitir la tularemia, la fiebre botonosa mediterránea, la enfermedad de Lyme, el tifus, la fiebre de las Montañas Rocosas, la neningoencefalitis, la hepatozoonosis canina, la enfermedad de Kyasanur, la fiebre del Colorado, la babesiosis, la fiebre bovina, la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo y la fiebre reincidente, así, para empezar.
Y la garrapata sonrió y dijo al Altísimo:
—Pues mal no lo voy a pasar. Al menos haré la puñeta.
Y trepó lentamente por una rama y quedó esperando pacientemente la llegada de algún animal que pasara por su lado.
martes, 16 de diciembre de 2008
Una Polaire para Javitxu
lunes, 15 de diciembre de 2008
Musidora

viernes, 12 de diciembre de 2008
Edward G. Robinson

miércoles, 10 de diciembre de 2008
Faren, Farenhusband y el gatico, the film

En la segunda imagen, Faren y Farenhusband rememoran el programa «Con las manos en la masa». Faren hace de Elena Santonja y Farenhusband de actor consagrado del cine español.
En la tercera imagen, plano contrapicado del gatico con Farenhusband al fondo. Es, posiblemente, el plano más complicado de todo el metraje, pues tuvieron que construir un gatico de dos metros de altura, con una estructura de madera y alambre forrado de pelo de conejo, homenajeando el famoso plano del vaso de agua en la mesilla del largometraje Ciudadano Kane. Segundos antes, el mismo gatico interpreta una escena de gato ángel del infierno violento en la barra de un bar heavy pidiendo una jarra de cerveza mientras golpea insistentemente la encimera de la cocina.
En la cuarta imagen, primerísimo plano del gatico. El gatico mira al lejanía absorto en sus pensamientos. Es un plano de profundo dramatismo actoral y cromático (aquí el efecto cromático no se percibe porque la imagen está virada a tonos sepia). El gato se siente cómodo, amado por la cámara y da lo mejor de sí. Ha nacido una estrella y él lo sabe.
Luego vienen unos planos de la pelota grande y de la pareja patinando con el entrevistador.
martes, 9 de diciembre de 2008
El profesor puñetero
Si un día a usted le da por cambiar de oficio, hacerse paleontólogo y decide dedicarse a estudiar la estratigrafía y los fósiles del Himalaya, se encontrará con un problema más que engorroso. Si rasca un poco, es posible que descubra conodontos (unos microfósiles con forma de cono de aspecto brillante que se supone que son las partes duras, los «dientes» de unos bichos parecidos a las anguilas) igualitos que los conodontos neoyorkinos y, si rasca cerca, con amonites marroquíes. Tras el hallazgo, usted llegará a pensar varias conclusiones. Una, que acaba de hacer un descubrimiento importante, eso de encontrar en pleno sistema montañoso del Himalaya esos bichos que hasta ese momento solo se habían hallado en canteras muy concretas y muy alejadas de allí. Dos, que los conodontos neoyorkinos y los amonites marroquíes eran unos turistas gambiteros que se pusieron de acuerdo para hacer realidad el viaje de sus sueños en un crucero devónico. Tres, que todo eso es obra de un cabrito con mucho tiempo libre. Si se decanta por la tercera conclusión, bien, acertó. Viswat Jit Gupta, profesor de la Universidad Penjabí de Chandigarh, se entretuvo durante años enterrando fósiles pertenecientes a colecciones didácticas en la zona comprendida desde Cachemira hasta la oriental del Bután, pasando por la zona más septentrional de la India y en el Nepal. El paleontólogo australiano John Talent publicó en el año 1989 un artículo en la revista Nature que llevaba por título «El caso de los fósiles ambulantes» en el que da cuenta de los más de trescientos artículos que durante 25 años publicó Viswat Jit Gupta contando sus extraordinarios hallazgos. O sea, que Viswat Jit Gupta enterraba aquí y allí fósiles baratos que robaba en la universidad, luego los desenterraba, escribía un artículo y lo publicaba en una revista especializada. Viswat Jit Gupta era un puñetero, los paleontólogos aún andan con un pollo enorme sobre la estratigrafía del Himalaya y el trabajo bienintencionado de otros autores que hicieron eco en su momento de los artículos del profesor han perdido buena parte de su credibilidad. Hasta ahí, bien, vale. Pero lo jodido es que los tontoligos de los creacionistas, que además de tontoligos e incultos son unos canallas que están esperando a la primera de cambio que un científico meta la pata o haga algo deshonesto para así dar base seudocientífica a sus puñetitas bíblicas, utilizan este asunto del Himalaya para desmentir, una vez más, la evolución, ensombreciendo el trabajo de todos los demás peleontólogos que no son de su cuerda. Es que me pongo malo. Pero malo.
domingo, 7 de diciembre de 2008
La noticia más bonita del día

La foto (por orden de aparición, de izquierda a derecha) del señor sentado, el señor esqueleto ciclista y el señor ciclista pertenece a Early Visual Media, que es una página para verla y disfrutar con todo tipo de fantasmagorías.
sábado, 6 de diciembre de 2008
Bess

martes, 2 de diciembre de 2008
¡Gran sorteo navideño!

¡YA TENEMOS LOS TRES GANADORES DE CD + CAMISETA DEL DISCO DE THE FURTIVOS DISCOS DE ORO, JETS PRIVADOS & CHICAS EN BIKINI QUE EDITA GRABACIONES EN EL MAR!
Que son:
Joaquín Rayado, de Zaragoza, que se lleva CD y camiseta
María Cardiel, de Zaragoza, que se lleva CD y camiseta
Francisca González, de Umbrete, que se lleva CD y camiseta
Y mención especial para David Vela, que también se lleva CD y camiseta, que respondió tan rápido que me fue de gran ayuda para comprobar que todas las las preguntas se podían encontrar buscando con un poco de paciencia por internete.
y las respuestas son:
1.- ¿Cuál fue el primer nombre, allá por 1963) que tuvieron los Kinks antes de ser los Kinks?
The Ravens
2.- ¿Qué banda de rock'n'roll aparece actuando (con destrozo final de guitarras) en una escena de la película Blow Up de Michelangelo Antonioni en 1966?
-The Yardbirds
3.- Nombre completo del líder, cantante y compositor principal de los Kinks.
Raymond Douglas Davies
4.- ¿Cuál fue el primer Lp en el que los Monkees tocaron de verdad (ellos mismos... no simplemente metiendo las voces)?
-The Monkees Headquarters, en 1967
5.- ¿Qué grupo de rock'n'roll compuso la banda sonora de la segunda película de Francis Ford Coppola, titulada Ya Eres Un Gran Chico y estrenada a finales de 1966 o principios de 1967?
-The Lovin' Spoonful
6.- ¿A qué virgen invocan los componentes del grupo barcelonés de rock'n'roll los Cheyenes en la canción que abre su primer Ep de 1965?
A la Macarena
7.- ¿Cómo se llamaba el último cantante que tuvieron los Botines (grupo español de rock'n'roll) allá por 1966?
-Camilo Sesto (o Camilo Blanes)
8.- Nombre de la primera película en la que Mick Jagger tiene un papel protagonista (mano a mano con James Foxx) en 1969.
-Performance
9.- ¿Alguien se acuerda del nombre de aquella moza, pechugona y jamoncica (hubiese pasado sin problemas el casting para cualquier película del maestro Russ Meyer... y hasta con mención especial), que danzaba en purititos cueros encima del escenario mientras los Hawkwind montaban la de diosescristo en sus conciertos circa 1972-75?
-Stacia
10.- ¿Cuál fue el último emperador romano de Oriente?
-Constantino XI Paleólogo
11.- ¿De qué estaba llena la bañera en la que se refocilaba libidinosamente Roger Daltrey en la portada del tercer Lp de los Who, Sell Out, allá por el año de Nuestro Señor de 1967?
-De judías pintas cocidas (Heinz Baked Beans)
12.- ¿Cuál es la razón (según la leyenda... otra cosa es que sea verdad) por la que Gene Clark abandonó amistosamente a los Byrds en 1966?
-Por que tenía miedo (no terminaba de acostumbrarse) a volar en avión
13.- Traducción (lo más aproximada posible) del siguiente texto:
«Ph’nglui mglw’nafh Cthulhu R’lyeh wgah’nagl fhtagn»
-En la ciudad de R'lyeh Ctuhlu,muerto, espera soñando
14.- ¿De qué localidad era natural Bernal Díaz Del Castillo, soldado a las órdenes de Hernán Cortés durante la conquista de México y autor de La Historia Verdadera De La Conquista De La Nueva España?
-De Medina Del Campo
15.- ¿De dónde sacaron los Pink Floyd (los buenos, los primeros, los de Syd Barret y 1967) el título para su primer Lp, The Piper At The Gates Of Dawn?
-De esa maravilla de cuento infantil para adultos que es El Viento En Los Sauces (The Wind On The Willows), escrito por Kenneth Grahame en 1908. Hay un capítulo que se titula así. El Flautista A Las Puertas Del Amanecer. El flautista, of course, es El Gran Dios Pan. Faltaría más.
sábado, 29 de noviembre de 2008
El río

domingo, 23 de noviembre de 2008
Un sueño corto (dos)

Y el cielo está azul y rosa y naranja en tonos muy brillantes.
Y la vegetación tiene mil verdes distintos perfectamente diferenciados.
Y miro mi piel y está azul y rosa y naranja.
Y respiro fuerte y huelo el aire caliente, el olor a humedad de la fruta madura y caliente, de la hierba caliente, de la tierra caliente en una tarde de verano.
El olor del agua verde: huelo la madera húmeda y seca del barco, huelo las algas que lamen el casco bajo mis pies, huelo el ruido seco y grave del motor del barco, su olor a madera húmeda y seca, su olor a aceite negro. Huelo los colores calientes y fríos como nunca los había olido. Y noto que todos los poros de mi piel se abren para recibir la buena nueva.
Y viene el camarero, «señor, le esperan para cenar, acómpáñeme, por favor». Yo lo sigo, detrás, poniendo cara de persona seria. Abre la puerta de la sala de banquetes y me hace un gesto para que pase. Y paso. Habrá que entrar.
sábado, 22 de noviembre de 2008
Un sueño corto
Sueño que me despierto. Me levanto. Hago pis. bajo a la cocina, meto una dosis en la máquina del Nespresso, que dice que tiene dispensador automático de líquido para taza grande y taza pequeña, taza grande, taza pequeña, pero nanay, hay que estar ahí, viendo cómo baja el café, dándole al botón una y otra vez para llenar la taza (otro día les hablo de mi manía con las tazas y de cómo soy capaz de abrir el lavavajillas cuando se encuentra en plena recreación de La tormenta perfecta para conseguir mi taza favorita. Quedan tres. Pues una de ellas). Si no estás ahí mirando fijo a la taza, o el café se queda corto o el café se derrama. Echo dos cucharadillitas de café mientras el café va cayendo (otro día les cuento mi manía con las cucharillas de café, que tienen que ser de esas pequeñas, no esas de postre o de café con leche, no, esas pequeñas de café solo. Si no hay cucharillas de café de esas pequeñas en el cajón del cubertero, otra vez que me veo abriendo el lavavajillas, cuando está ahí, venga dale, a todo trapo). Cojo el café y me subo al ordenador, le doy al botón para que se encienda la pantalla. Voy al baño de nuevo, me miro al espejo y ¡Santo dios! veo que me he convertido en Eduard Punset. Me miro y me remiro y veo que sí, que soy Eduard Punset. Me acerco al espejo, me alejo de él, miro de soslayo, hago el gesto de mover la mano al estilo saludo real y el reflejo me devuelve el saludo, a la vez, como hacen los espejos. No hay duda, soy Eduard Punset. Tampoco me sorprendo mucho porque estoy en mitad de un sueño y cosas más raras se han visto. Vuelvo al ordenador, escribo la dirección de mi blog, repaso por encima mi última entrada, a ver si le falta alguna coma, o le sobra. Le doy al botón de comentarios. ¡Santo dios! veo que me acaban de meter los comentarios más largos de la historia de los comentarios largos. ¿Pero es que no tienen otra cosa que hacer? me digo, poniendo las manos en alto y llevándomelas luego a la cara en un gesto de desesperación ¡Pero cómo pueden ser tan pesaos! grito. Me despierto con sudores y palpitaciones. Me intento calmar. Me levanto, voy corriendo al baño, me miro al espejo y veo que ya no soy Punset, que ya soy el de siempre. Bravo, bien, bueno, ya se pasó, me digo. Echo un vistazo por la habitación y veo que todo está normal. Normal. La cama está normal, la ropa tirada del día anterior está tirada normal. Todo está normal. Bajo a la cocina. La cocina está normal. Huele a cocina. Un poco a la basura del día anterior, un poco a cocina normal. Respiro con alivio. Cojo una dosis de café para el Nespresso. El gato pasa frotándose entre mis piernas formando una «ese» con su espina dorsal. ¡Hay dios! ¡que no tengo gato!
A la memoria de Scatman Crothers

viernes, 21 de noviembre de 2008
Traspasando el umbral
—Está muy oscuro.
Me dice.
—Está muy oscuro, no veo nada.
Me dice.
—¿Dónde te encuentras?
Le pregunto.
—No lo sé. No veo nada. Está muy oscuro.
—¿Hace frío o calor?
Le pregunto.
—Hace frío. Está muy oscuro.
Me responde.
H. es un niño rubio, de diez años, que se encuentra perdido.
—¿Sigues ahí?
Le preguntó.
—Sí.
Me responde.
—¡Ahora veo una luz!
Grita.
—¿Cómo es la luz?
Le pregunto.
—Es una luz blanca, muy brillante, pero que no hace daño a los ojos.
Me responde.
Ya está. Uno más. Todos dicen que ven una luz blanca muy brillante que no hace daño a los ojos. Si algo tienen los humanos grabado como a fuego en su ADN, es la frase «Es una luz blanca, muy brillante, pero que no hace daño a los ojos». Si pasan el umbral ya no hay vuelta atrás.
—H. ¿me oyes?
Le pregunto.
—Sí.
Me responde.
—Escucha, H., no te acerques a la luz. ¿Me oyes? no te acerques a la luz.
Le grito.
—La luz me lleva. Viene a mí.
Me responde.
—Escucha, no te acerques a la luz. Huye de la luz. ¿Me has entendido? ¡Huye de la luz!
Le grito.
—H., escucha: ¿ves una especie de cordón umblical todo pringoso y bien tirante que tiene que haber por ahí?
Le digo.
—No veo, sólo veo la luz.
Me responde.
—¡Ah, esto es!
Grita.
—H., escúchame, es muy importante. ¡Aléjate de la luz! ¡Huye de la luz!
—Sí.
Pasan unos segundos, que se me hacen horas. He perdido la conexión.
—¡Aquí está!
Grita.
—¡Bien! ¡agarra ese cordón umbilical! ¡Agárrate a él!
—¡Ya está!
Grita.
Agarro el cordón con mis dos manos y lo enrrollo en uno de mis brazos. Tiro, tiro, tiro con todas mis fuerzas. Tiro con todas mis fuerzas. Tiro con todas mis fuerzas. De entre la bruma lechosa surge una figura, primero una sombra informe, luego, la figura de H. Lo agarro con fuerza, arranco el cordón de mi brazo, lo suelto y cierro la puerta de golpe. ¡Trac!
Abrazo a H. Está tiritando de frío, con el cuerpo lleno de ese moco pegajoso que tienen por costumbre usar en el más allá para envolver a los nuevos.
Lo abrazo durante largo tiempo para que entre en calor.
Le retiro con mis dedos los mocos de la cara. Me quito la chaqueta y lo cubro con ella.
H. se limpia la nariz y me mira fijamente.
—Y... ¿ya está?
Me dice.
—¿Cómo que ya está?
Le pregunto.
—Que si ya está.
Me dice.
—¿Qué quieres pues?
Le pregunto.
–No, no, nada, nada.
Me responde.
—¿Pues qué quieres pues?
Le pregunto.
—No, no, nada, nada.
Me responde.
—No, no, oye, dime qué quieres.
Le digo.
—Hombre, pues ya que estás, que si me llevas a ver High School Musical 3.
Me dice.
—Vale, bien —le digo—, si te iba a llevar igual.
Me dice.
—Está muy oscuro, no veo nada.
Me dice.
—¿Dónde te encuentras?
Le pregunto.
—No lo sé. No veo nada. Está muy oscuro.
—¿Hace frío o calor?
Le pregunto.
—Hace frío. Está muy oscuro.
Me responde.
H. es un niño rubio, de diez años, que se encuentra perdido.
—¿Sigues ahí?
Le preguntó.
—Sí.
Me responde.
—¡Ahora veo una luz!
Grita.
—¿Cómo es la luz?
Le pregunto.
—Es una luz blanca, muy brillante, pero que no hace daño a los ojos.
Me responde.
Ya está. Uno más. Todos dicen que ven una luz blanca muy brillante que no hace daño a los ojos. Si algo tienen los humanos grabado como a fuego en su ADN, es la frase «Es una luz blanca, muy brillante, pero que no hace daño a los ojos». Si pasan el umbral ya no hay vuelta atrás.
—H. ¿me oyes?
Le pregunto.
—Sí.
Me responde.
—Escucha, H., no te acerques a la luz. ¿Me oyes? no te acerques a la luz.
Le grito.
—La luz me lleva. Viene a mí.
Me responde.
—Escucha, no te acerques a la luz. Huye de la luz. ¿Me has entendido? ¡Huye de la luz!
Le grito.
—H., escucha: ¿ves una especie de cordón umblical todo pringoso y bien tirante que tiene que haber por ahí?
Le digo.
—No veo, sólo veo la luz.
Me responde.
—¡Ah, esto es!
Grita.
—H., escúchame, es muy importante. ¡Aléjate de la luz! ¡Huye de la luz!
—Sí.
Pasan unos segundos, que se me hacen horas. He perdido la conexión.
—¡Aquí está!
Grita.
—¡Bien! ¡agarra ese cordón umbilical! ¡Agárrate a él!
—¡Ya está!
Grita.
Agarro el cordón con mis dos manos y lo enrrollo en uno de mis brazos. Tiro, tiro, tiro con todas mis fuerzas. Tiro con todas mis fuerzas. Tiro con todas mis fuerzas. De entre la bruma lechosa surge una figura, primero una sombra informe, luego, la figura de H. Lo agarro con fuerza, arranco el cordón de mi brazo, lo suelto y cierro la puerta de golpe. ¡Trac!
Abrazo a H. Está tiritando de frío, con el cuerpo lleno de ese moco pegajoso que tienen por costumbre usar en el más allá para envolver a los nuevos.
Lo abrazo durante largo tiempo para que entre en calor.
Le retiro con mis dedos los mocos de la cara. Me quito la chaqueta y lo cubro con ella.
H. se limpia la nariz y me mira fijamente.
—Y... ¿ya está?
Me dice.
—¿Cómo que ya está?
Le pregunto.
—Que si ya está.
Me dice.
—¿Qué quieres pues?
Le pregunto.
–No, no, nada, nada.
Me responde.
—¿Pues qué quieres pues?
Le pregunto.
—No, no, nada, nada.
Me responde.
—No, no, oye, dime qué quieres.
Le digo.
—Hombre, pues ya que estás, que si me llevas a ver High School Musical 3.
Me dice.
—Vale, bien —le digo—, si te iba a llevar igual.
jueves, 20 de noviembre de 2008
The Furtivos
La familia
martes, 18 de noviembre de 2008
El hombre con rayos X en los ojos se levantó una mañana

viernes, 14 de noviembre de 2008
Tabaco y mujeres

Unas señoritas vestidas de paquete de tabaco gigante durante una promoción de los cigarrillos Old Gold, año 1956, que demuestra que las cosas que nos gustan por separado a veces combinan mal si las juntamos.
jueves, 13 de noviembre de 2008
El sacrificio

domingo, 9 de noviembre de 2008
Un gran día
Hoy, 9 de noviembre, se celebra el día del Inventor en honor a Hedwig Eva Maria Kiesler, después conocida como Hedy Lamarr, la ingeniera en telecomunicaciones austríaca más guapa de todo Hollywood.
¿Que no se han preocupado por saber sobre la vida de Hedy Lamarr? no se la pierdan, es lo más grande que hay.
Apostilla televisiva: hoy jueves, 13 de noviembre, Jorge Fernández, en La ruleta de la suerte de Antena 3, ha empezado el programa recordando a Hedy Lamarr como inventora. A ver si va a resultar que Jorge Fernández se pasa por este blog, o algún guionista o algo. Qué alegría más grande.
¿Que no se han preocupado por saber sobre la vida de Hedy Lamarr? no se la pierdan, es lo más grande que hay.
Apostilla televisiva: hoy jueves, 13 de noviembre, Jorge Fernández, en La ruleta de la suerte de Antena 3, ha empezado el programa recordando a Hedy Lamarr como inventora. A ver si va a resultar que Jorge Fernández se pasa por este blog, o algún guionista o algo. Qué alegría más grande.
sábado, 8 de noviembre de 2008
Una noche en el teatro

viernes, 7 de noviembre de 2008
Vuelve Silvana Mangano

En la foto, un Kirk Douglas todo morenote charla con Silvana Mangano durante un descanso del rodaje de la película Ulises, un 16 de septiembre de 1953 en Roma. Silvana está, una vez más, guapa. Miren qué bien coloca la mano con el cigarrillo, miren qué tensión en la mano que apoya sobre el brazo del sillón. Está más que guapa. Kirk, morenote. «¿Y la escoba?» se preguntarán, «¿y la escoba?». No quiero hablar de la escoba. Quiero hablar de Silvana. Qué guapa. «¿Y la escoba?», pues no lo sé, no pregunten por la escoba, pero no me negarán que la unión de las tres cosas: Kirk morenote a calzón quitao, Silvana con vestido negro y la escoba, convierten esta imagen en un capricho del CFNM más coqueto y recatado.
miércoles, 5 de noviembre de 2008
La casita
Hará ya cosa de veinte años que compré ese pequeño terreno en mitad del bosque de Thüringen. Heredé una cantidad de dinero tras la muerte de mi marido, Alexander, y lo utilicé para levantar lo que sería mi nuevo hogar. Es una casa pequeña y humilde, con un dormitorio, un cuarto de estar, un baño, un pequeño establo que utilizo como granero y despensa y una amplia cocina. Allí paso la mayor parte del tiempo. Cocino a todas horas, por la mañana, por la tarde y antes de irme a la cama. Soy una gran cocinera, señor. En la cocina fabriqué los cimientos de mi casa con grandes ladrillos de bizcocho, las tejas de chocolate negro que cubren el tejado, los ventanales de cristal de caramelo de colores, las baldosas, que fabriqué en porciones de pasta de azúcar y coloqué con esmero para cubrir el suelo de las dos plantas. También en la cocina confeccioné las cortinas, los cojines y el colchón, que preparé con mullidas nubes de malvavisco. Tardé más de quince años en acabar la casa. Más de quince años levantándome de madrugada para fabricar litros de almíbar, bollos, bizcochos, crema pastelera y pasta de chocolate. Entonces llegaron esos dos niños. Rompieron la valla de azúcar de la entrada y se dedicaron a arrancar los cristales, morder las tejas y lamer las paredes. Entonces enloquecí, ver aquello me volvió loca y quise darles un escarmiento. Enloquecí, señor, me volví loca. Desearía que se pusiera en mi lugar, al menos por un momento ¡me costó tantos desvelos, tanto sufrimiento terminar mi querido hogar! Es lo único que poseo en la vida. Tenga piedad, señor juez, tenga piedad.
martes, 4 de noviembre de 2008
El verde hospital
El olor de los hospitales, cuando se queda en la ropa, huele a verde hospital. Es un verde que no tiene nada que ver con el verde bosque, el verde musgo, el verde manzana o el verde rana. Es un verde triste, que le falta amarillo y le sobra un poco de rojo y de negro. Es un verde sin la luz y la alegría cincuentas del azul piscina de los coches americanos. Es un verde que no sabe si ser militar o aséptico. Es un verde que huele triste. A veces los hospitales huelen a dulce, pero es un dulce triste. Es el olor dulce de una clase de niños después del recreo que se han encontrado de pronto con el desencanto. Es un olor dulce que te pone lo pies en la tierra y a poco que te descuides se te lleva con ella. Pero no todo iba a ser malo, también hay doctoras muy guapas y enfermeras muy guapas.
sábado, 1 de noviembre de 2008
Los muertos
Los muertos también se mueren. Lo único que los diferencia de los vivos es que los muertos deciden cuándo quieren morir. Algunos muertos, cuando ya se ven hartos de ir de un sitio a otro dando sustos, de vigilar a los familiares, de enviar comunicados espectrales a los mediums y de tirar nueces de los árboles para que las recojan los niños, deciden que están cansados y que prefieren morir. Así lo dicen: «Mañana me muero». A los demás muertos les parece bien pues ya tienen la costumbre de ver que, quién más quién menos, se encuentra cansado y quiere pasar a mejor muerte. Organizan una ceremonia sencilla, sin misas ni entierros, quedan con los demás muertos en una sala que hay para esos acontecimientos, charlan un poco, se abrazan y se despiden. «¿Ya te has cansado?» le dicen «¿No estás bien entre nosotros, estás seguro de que te quieres morir?», y el muerto les dice que sí, que ya es hora de descansar. Besa a los más queridos y se despide de los demás con la mano mientras se va por un pasillo muy estrecho. Al final del pasillo hay una habitación chiquita, con una cama pequeña pero muy cómoda, que tiene un colchón cálido y mullido. El muerto se mete en la cama, se cubre con una manta que le recuerda a las mantas de cuando era niño y con el calor que le pone rojas las orejas y los olores de su primera habitación va dejando que le venga la muerte. «Ay, qué descanso», dice, y ya se deja morir.
jueves, 30 de octubre de 2008
Los moleskines
Hoy, en la tienda, a eso de las once, entra un comprador con una mochila al hombro.
—Hola, tienes moleskines?
—¿Qué es eso?—le pregunto.
—Moleskines, moleskines ¿qué van a ser? —me responde nervioso mientras se ajusta las gafas con el dedo índice sobre el puente de la nariz.
—Ah —le digo con cierto desdén—, moleskines. Pues no, no tengo.
—¿Sabes si por aquí hay alguna tienda donde vendan moleskines?
—Pues no, lo lamento, no te puedo ayudar.
—¿Sabes? es que me voy de viaje y, bueno, es que no puedo meterme en un avión sin mi moleskine.
Le digo que no sé dónde puede encontrar moleskines, pero que por si acaso mire en la farmacia que está justo enfrente. Sale corriendo. Veo que entra en la farmacia, pregunta a Patri, Patri lo mira raro, le enseña unos parches adelgazantes, mueve la cabeza de un lado a otro. Al poco rato veo que el chico sale de la farmacia corriendo hacia la plaza.
Doce y cuarto de la mañana, entra otro comprador.
—Hola.
—Hola.
—¿Tienes moleskines?
—No tengo, no —le respondo sonriente. Qué digo sonriente, con la mejor de mis sonrisas.
—Vale, chao.
Se va, me deja con la sonrisa helada en la boca. Otro que pide moleskines. Llamo por teléfono a Fran, que es un tipo que sabe de todo.
—Dígame.
—Mé.
—Hombre, cuánto tiempo.
—Hombre, un día no más, que ayer hablamos.
—Es verdad, sí.
—Oye, Fran, que te llamo para preguntarte qué son los moleskines.
—¿Moleskines?
—Sí, moleskines.
—¿Moleskines?
—Sí, moleskines.
—¿Que no sabes qué son los moleskines?
—Para eso te llamo, tú que lo sabes todo —ya dije que Fran sabe de todo. No le preguntes por el año de la batalla de Lepanto, que eso no lo sabrá, pero luego es capaz de decirte de carrerilla la filmografía completa de Orson Welles, con los nombres y apellidos de los cámaras, los maquiladores, los ayudantes de cámara, los de vestuario, los de foto fija, todos y cada uno. Tiene una cabeza rara el Fran.
—Hombre, los moleskines son unos cuadernos que se han puesto muy de moda. Unos cuadernos, como los que tienes en la tienda, pero de marca. Hacen furor entre los pijolabas. Se los llevan de viaje y ahí pegan sus tarjetitas del metro, sus papeles de caramelos, sus fotitos... ¿Que se comen un melón? pues arrancan la pegatina del melón y la pegan en el moleskine. Y debajo escriben «Pegatina de Melón. Nos lo comimos en una terraza de Cadaqués» y cosas así. Carlos, el Tontoligo, tiene la casa llena de moleskines con cosas de esas.
—Hostia, el Carlos.
—Que sí. Estanterías llenas con moleskines de cada uno de sus viajes. Yo le vi el primero que hizo, el del viaje a Estambul y, oye, aún estaba bonito, que además de pegatinas le había hecho unos dibujitos al natural, unas señales de tráfico pintadas con rotulador, un poco de todo, y estaba bonito de ver. Pero ojo, es que ahora lo menos tiene doscientos, y cada vez que vas a su casa te los enseña. «Mira, jaja, el burrito con gorro, mira, jaja, qué buena esta foto, mira jaja, este ticket, qué supercutre» y ya es que no hay quién lo aguante. La Carma ya me ha dicho que no quiere volver a su casa, que se agobia, no te digo más, para que se agobie la Carma...
—Ah, así que eso son los moleskines... —le digo—, oye, gracias. Que te cuelgo, que entra uno.
Entra un nuevo comprador.
—Hola ¿Tienes moleskines?
—No, no tengo.
—Ay, qué puñeta.
—Tengo otros cuadernos —le indico mostrándole la estantería—, si le sirven.
—Pero no —me responde seco—, yo necesito un moleskine.
—¿Y qué tienen de especial los moleskines?
—Hombre, que son moleskines ¡Son los cuadernos que usaba Hemingway!
—Pues anda que no estarán viejos.
—¿Pero qué dice? —el tipo me mira mal, levantando tanto la nariz que hasta le veo los pelos internarinales—. Yo sólo escribo en moleskines. Los moleskines son... —y aquí adopta un tono lento y melifluo, sin tilde, moviendo las manos con los dedos hacia arriba, como si fueran dos pulpos tripa arriba a punto de morir al sol—, cómo diría yo... la inspiración del literato, el cuaderno de bitácora del viajero de las palabras..., la pizarra donde los sentimientos...
—Pues no tengo, no —le espeto cortándole la frase—, ni creo que vaya a tener.
—Está bien, adiós.
—Adiós.
El tipo se gira y se va, ofendido.
Cuatro de la tarde. Recién subo la persiana, doy la luz del interior y enciendo la registradora, entra un nuevo comprador.
—Hola, buenas tardes.
—Buenas tardes.
—Una pregunta ¿tienes cuadernos de dibujo?
—Sí, mira —le señalo la estantería de los cuadernos de dibujo.
—El chico mira arriba y abajo. Revuelve. Se agacha para buscar en la balda inferior. Se gira hacia mí.
—¿No tienes moleskines?
—No, moleskines no tengo.
—Ah...
—Pero cuadernos de dibujo tienes muchos modelos. Tienes estos de Guarro para bocetos, este otro de papel de acuarela, este para dibujo técnico.
—Ya, ya, pero no. Yo quería un moleskine.
—¿Y qué tiene de especial el moleskine ese?
—Hombre, el moleskine es el moleskine. Lo usaban Van Gogh, Matisse y hasta Picasso.
—Ah, muy bien.
—Y además tiene una gomita para cerrarlo, y un bolsillito para meter papelines... vaya, lo que viene siendo un moleskine.
—Pues no tengo no.
El chico saca de una bolsa un cuaderno viejo con las esquinas gastadas.
—Mira. Esto es un Moleskine.
Lo miro. Parece un cuaderno normal de tapas negras. Lo abre. Está todo lleno de dibujos.
—Es que ahora, oye, si dibujas y no lo haces en un moleskine, es que no te aprecian tu arte.
Miro sus dibujos y pienso para adentro que si no le aprecian su arte será porque sus dibujos son una puta mierda, estén hechos sobre un moleskine o no. El chico, como no me ve muy interesado por seguir mirando su obra, cierra el cuaderno y lo ajusta con la gomita.
Plac.
—Pues nada, chico. Mira a ver en la librería Hermanos Molina, pasada la plaza a la derecha, que igual ahí encuentras, que suelen tener cosas de esas.
—Bueno, gracias, adiós.
Adiós le digo. El chico se va en la dirección que le indico. Empiezo a pensar que no me he enterado de que en mitad de la ciudad ha caído una bomba que ha vuelto tontos a todos los compradores. Me acerco a la puerta. Veo que la gente camina como siempre; primero un pie, luego otro. Todo normal. Vuelvo al mostrador.
Entra un nuevo cliente.
—Hola.
—Hola.
—Oye ¿tienes agendas moleskine?
—No tengo no.
—¿No tienes?
—No tengo.
—Pues vaya mierda de papelería. No tener moleskines.
—Pues vale —le digo.
El tipo cierra de un portazo. Cojo una agenda Myrga, la más gorda, la que tiene hasta planos de toda Europa, bloc de notas, pequeño traductor y tabla de añadas de vinos, encuadernado en guaflex con anillas. Abro la puerta, tomo impulso y se la tiro a la cabeza, con todas mis ganas. El tipo cae, se lleva la mano a la cabeza, se levanta y sale corriendo como alma que lleva el diablo. La agenda se queda en mitad de la acera. Se ve que esa no le sirve. Que sólo es de moleskines.
Hale, pues uno menos. Éste ya no vuelve. Mejor.
—Hola, tienes moleskines?
—¿Qué es eso?—le pregunto.
—Moleskines, moleskines ¿qué van a ser? —me responde nervioso mientras se ajusta las gafas con el dedo índice sobre el puente de la nariz.
—Ah —le digo con cierto desdén—, moleskines. Pues no, no tengo.
—¿Sabes si por aquí hay alguna tienda donde vendan moleskines?
—Pues no, lo lamento, no te puedo ayudar.
—¿Sabes? es que me voy de viaje y, bueno, es que no puedo meterme en un avión sin mi moleskine.
Le digo que no sé dónde puede encontrar moleskines, pero que por si acaso mire en la farmacia que está justo enfrente. Sale corriendo. Veo que entra en la farmacia, pregunta a Patri, Patri lo mira raro, le enseña unos parches adelgazantes, mueve la cabeza de un lado a otro. Al poco rato veo que el chico sale de la farmacia corriendo hacia la plaza.
Doce y cuarto de la mañana, entra otro comprador.
—Hola.
—Hola.
—¿Tienes moleskines?
—No tengo, no —le respondo sonriente. Qué digo sonriente, con la mejor de mis sonrisas.
—Vale, chao.
Se va, me deja con la sonrisa helada en la boca. Otro que pide moleskines. Llamo por teléfono a Fran, que es un tipo que sabe de todo.
—Dígame.
—Mé.
—Hombre, cuánto tiempo.
—Hombre, un día no más, que ayer hablamos.
—Es verdad, sí.
—Oye, Fran, que te llamo para preguntarte qué son los moleskines.
—¿Moleskines?
—Sí, moleskines.
—¿Moleskines?
—Sí, moleskines.
—¿Que no sabes qué son los moleskines?
—Para eso te llamo, tú que lo sabes todo —ya dije que Fran sabe de todo. No le preguntes por el año de la batalla de Lepanto, que eso no lo sabrá, pero luego es capaz de decirte de carrerilla la filmografía completa de Orson Welles, con los nombres y apellidos de los cámaras, los maquiladores, los ayudantes de cámara, los de vestuario, los de foto fija, todos y cada uno. Tiene una cabeza rara el Fran.
—Hombre, los moleskines son unos cuadernos que se han puesto muy de moda. Unos cuadernos, como los que tienes en la tienda, pero de marca. Hacen furor entre los pijolabas. Se los llevan de viaje y ahí pegan sus tarjetitas del metro, sus papeles de caramelos, sus fotitos... ¿Que se comen un melón? pues arrancan la pegatina del melón y la pegan en el moleskine. Y debajo escriben «Pegatina de Melón. Nos lo comimos en una terraza de Cadaqués» y cosas así. Carlos, el Tontoligo, tiene la casa llena de moleskines con cosas de esas.
—Hostia, el Carlos.
—Que sí. Estanterías llenas con moleskines de cada uno de sus viajes. Yo le vi el primero que hizo, el del viaje a Estambul y, oye, aún estaba bonito, que además de pegatinas le había hecho unos dibujitos al natural, unas señales de tráfico pintadas con rotulador, un poco de todo, y estaba bonito de ver. Pero ojo, es que ahora lo menos tiene doscientos, y cada vez que vas a su casa te los enseña. «Mira, jaja, el burrito con gorro, mira, jaja, qué buena esta foto, mira jaja, este ticket, qué supercutre» y ya es que no hay quién lo aguante. La Carma ya me ha dicho que no quiere volver a su casa, que se agobia, no te digo más, para que se agobie la Carma...
—Ah, así que eso son los moleskines... —le digo—, oye, gracias. Que te cuelgo, que entra uno.
Entra un nuevo comprador.
—Hola ¿Tienes moleskines?
—No, no tengo.
—Ay, qué puñeta.
—Tengo otros cuadernos —le indico mostrándole la estantería—, si le sirven.
—Pero no —me responde seco—, yo necesito un moleskine.
—¿Y qué tienen de especial los moleskines?
—Hombre, que son moleskines ¡Son los cuadernos que usaba Hemingway!
—Pues anda que no estarán viejos.
—¿Pero qué dice? —el tipo me mira mal, levantando tanto la nariz que hasta le veo los pelos internarinales—. Yo sólo escribo en moleskines. Los moleskines son... —y aquí adopta un tono lento y melifluo, sin tilde, moviendo las manos con los dedos hacia arriba, como si fueran dos pulpos tripa arriba a punto de morir al sol—, cómo diría yo... la inspiración del literato, el cuaderno de bitácora del viajero de las palabras..., la pizarra donde los sentimientos...
—Pues no tengo, no —le espeto cortándole la frase—, ni creo que vaya a tener.
—Está bien, adiós.
—Adiós.
El tipo se gira y se va, ofendido.
Cuatro de la tarde. Recién subo la persiana, doy la luz del interior y enciendo la registradora, entra un nuevo comprador.
—Hola, buenas tardes.
—Buenas tardes.
—Una pregunta ¿tienes cuadernos de dibujo?
—Sí, mira —le señalo la estantería de los cuadernos de dibujo.
—El chico mira arriba y abajo. Revuelve. Se agacha para buscar en la balda inferior. Se gira hacia mí.
—¿No tienes moleskines?
—No, moleskines no tengo.
—Ah...
—Pero cuadernos de dibujo tienes muchos modelos. Tienes estos de Guarro para bocetos, este otro de papel de acuarela, este para dibujo técnico.
—Ya, ya, pero no. Yo quería un moleskine.
—¿Y qué tiene de especial el moleskine ese?
—Hombre, el moleskine es el moleskine. Lo usaban Van Gogh, Matisse y hasta Picasso.
—Ah, muy bien.
—Y además tiene una gomita para cerrarlo, y un bolsillito para meter papelines... vaya, lo que viene siendo un moleskine.
—Pues no tengo no.
El chico saca de una bolsa un cuaderno viejo con las esquinas gastadas.
—Mira. Esto es un Moleskine.
Lo miro. Parece un cuaderno normal de tapas negras. Lo abre. Está todo lleno de dibujos.
—Es que ahora, oye, si dibujas y no lo haces en un moleskine, es que no te aprecian tu arte.
Miro sus dibujos y pienso para adentro que si no le aprecian su arte será porque sus dibujos son una puta mierda, estén hechos sobre un moleskine o no. El chico, como no me ve muy interesado por seguir mirando su obra, cierra el cuaderno y lo ajusta con la gomita.
Plac.
—Pues nada, chico. Mira a ver en la librería Hermanos Molina, pasada la plaza a la derecha, que igual ahí encuentras, que suelen tener cosas de esas.
—Bueno, gracias, adiós.
Adiós le digo. El chico se va en la dirección que le indico. Empiezo a pensar que no me he enterado de que en mitad de la ciudad ha caído una bomba que ha vuelto tontos a todos los compradores. Me acerco a la puerta. Veo que la gente camina como siempre; primero un pie, luego otro. Todo normal. Vuelvo al mostrador.
Entra un nuevo cliente.
—Hola.
—Hola.
—Oye ¿tienes agendas moleskine?
—No tengo no.
—¿No tienes?
—No tengo.
—Pues vaya mierda de papelería. No tener moleskines.
—Pues vale —le digo.
El tipo cierra de un portazo. Cojo una agenda Myrga, la más gorda, la que tiene hasta planos de toda Europa, bloc de notas, pequeño traductor y tabla de añadas de vinos, encuadernado en guaflex con anillas. Abro la puerta, tomo impulso y se la tiro a la cabeza, con todas mis ganas. El tipo cae, se lleva la mano a la cabeza, se levanta y sale corriendo como alma que lleva el diablo. La agenda se queda en mitad de la acera. Se ve que esa no le sirve. Que sólo es de moleskines.
Hale, pues uno menos. Éste ya no vuelve. Mejor.
domingo, 26 de octubre de 2008
El perro
El perro me dijo: «Si veo que me tienes miedo, iré a morderte». «¿Y si no te tengo miedo?», le pregunté. «Iré a morderte igual», me contestó. «Está sobrevalorado eso de que los perros mordemos cuando vemos que el otro tiene miedo. Bien, es verdad, nos gusta ver el miedo en el otro, pero no por ello nos vamos a tirar a morderle. Los perros a veces mordemos por gusto, por morder, porque nos duelen las encías, porque no nos duelen las encías. Nos gusta morder. No es plato de buen gusto encontrarte con esa persona atemorizada ante ti temblando de miedo. A veces los mordemos y otras veces no. El oficio de morder es otra cosa. Hay veces que te encuentras con ese humano que dice que no te tiene miedo, ese humano que te rasca el lomo a contrapelo, y te dices, zasca, a este humano es al que voy a morder. Y lo muerdes con gusto, no con saña, con el gusto de morderlo bien. Ahí tú y tus tonterías de "yo me llevo muy bien con los animales", pues llévate bien, pero el bocao no te lo quitas. Es casi un oficio. Hay que saber morder bien. Morder y aguantar como un buen perro mientras te golpean en el oído para que sueltes la presa. Morder por gusto, de improviso, a traición, de vuelta. Morder por morder. Un buen mordisco. Aquí estoy. Acabo de aparecer en tu vida y no me olvidarás mientras no se borre la herida. Aquí estoy. Soy el perro que te muerde sin razón aparente. No busques más razonamientos. Soy un perro».
—¿Entonces me vas a morder o no? —le pregunté.
—Hoy no, que se me ha ido toda la fuerza por la boca —me contestó—, pero que mañana no te vea rondando por aquí.
—¿Entonces me vas a morder o no? —le pregunté.
—Hoy no, que se me ha ido toda la fuerza por la boca —me contestó—, pero que mañana no te vea rondando por aquí.
sábado, 25 de octubre de 2008
Casandra, hoy se cumplirá la profecía
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—Necesito saber qué me deparará el futuro.
Casandra mira el rostro del hombre. Mira sus ojos, del color de la aguamarina, que le devuelven la mirada durante unos segundos y luego saltan hacia un punto lejano de la habitación. Mira su nariz, angulosa, estrecha y larga. Mira su bigote castaño y descuidado. Primero el lado izquierdo y luego el lado derecho. Mira su boca, con los labios apretados y nerviosos. Baja con su mirada por la mandíbula hasta la barbilla, de la barbilla hasta su cuello; de su cuello a la nuez de adán, de la nuez de adán al cuello de la camisa. El hombre lleva un traje marrón oscuro, una desgastada camisa de algodón de color beige abotonada hasta el cuello, sin corbata. Su piel es oscura, como la piel de las personas que han trabajado duramente desde niños a pleno sol. Todo el hombre es de color marrón. Tostado, oscuro, todo él parece hecho de tierra, salvo sus ojos, que son luminosos, de un azul muy claro y transparente.
—¿Ve algo? —le dice el hombre. Y Casandra baja la vista y observa su manos, que ahora reposan extendidas apoyadas sobre la mesa. Son fuertes y grandes, oscuras y nudosas, como tallas de madera.
—Encontrarás una mujer maravillosa, que llenará tu hogar de amor y te dará dos preciosos hijos.
—Perdone, pero me cuesta creerle —le dice el hombre—. ¿Sabe? la vida no ha querido que tuviera mucha suerte.
—La tendrás —le dice Casandra, mientras se retira el pelo de la cara— No hace falta que me creas. Así será.
viernes, 24 de octubre de 2008
Dormir

Bill Bryson, En las antípodas, RBA editores, Barcelona, 2006.
jueves, 23 de octubre de 2008
San Mateo y el rechinar de dientes
...mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes.
(Mateo 8,12)
...y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.
(Mateo 13,42)
...y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.
(Mateo 13,50)
Entonces el rey dijo a los sirvientes: «Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes».
(Mateo 22,13)
Le separará y le señalará su suerte entre los hipócritas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.
(Mateo 24,51)
Tras una cuidadosa lectura del Evangelio de San Mateo, lo que más nos sorprenda tal vez sea la fijación que el autor tenía con el rechinar de dientes. Así, en el Evangelio de la infancia, juventud y edad madurita de San Mateo (manuscrito pseudoepigráfico probablemente escrito originalmente en arameo, del que se hallaron unos pocos rollos, traducidos al griego en el siglo II) podemos encontrar que la aversión que tenía Mateo por el bruxismo fue provocada, posiblemente, por la enfermedad nerviosa que padecía su esposa. En el pasaje del rollo 32 de la obra anteriormente citada leemos:
...Y Mateo se levantaba todos los días muy temprano al amanecer, pues Jesucristo apuntó a todos sus discípulos a un taller de expresión corporal, pues decía que con esas enseñanzas tonificarían la mente y el cuerpo. Y llegó el día Iom Tov shel Galuiot, que era un gran día de fiesta para Mateo, pues ese día no tenía que ir al taller de expresión corporal y no debía levantarse temprano. Y así Mateo decidió quedarse unas horas más en la cama, pero a su lado dormía Batsheba, su esposa, que sufría de rechinar de dientes. Mateo despertó y le dijo a su esposa: «Despierta, mujer, despierta, tus dientes están rechinando, me despertaron y ahora no me dejas dormir». Y Batsheba despertó y le dijo a Mateo: «¿Qué sucede, esposo mío?», «¿Qué me va a pasar?», respondió Mateo «Que mañana se celebra el día Iom Tov shel Galuiot, y como es el único día que no debo ir al taller de expresión corporal al que nos apuntó el Maestro pues puedo dormir más horas, pero no me dejas, pues estás ahí dale que te dale con tu incesante rechinar de dientes». «Pues vete a la cama de la habitación pequeña», le dijo Batsheba. «Sabes, esposa mía, que en esa cama no cojo el sueño, pues el colchón es duro y la manta, desde que dejaste allí dormir a tu hermano, me provoca picores». «Pues duerme en el sofá, esposo mío», le respondió Batsheba. «Sabes, esposa mía, que en el sofá tampoco cojo [el sueño], pues entre cojín y cojín se queda un espacio hueco, se me enfría el costado y luego ando todo el día aquejado de fuertes dolores», le contestó Mateo. «Pues tira, que ya me levanto, que me has desvelado y no puedo ya coger el sueño», respondió Batsheba y al momento se levantó y ya se dispuso a hacer sus cosas. Y así fue como Mateo volvió a coger el sueño y durmió varias horas más la noche anterior al día [Iom Tov shel Galuiot].
... Y llegó el día quincuagésimo del taller de expresión corporal y mientras el monitor gritaba a sus alumnos que sacaran el animal que llevaban dentro y, así, unos representaban a un gato, otros a una cabra, otros a un perro y otros a un elefante con mucha gestualidad, Mateo dirigióse a Jesús: «Jesús, tengo un gran problema en mi casa, mi esposa no me deja dormir, pues por las noches tiene gran rechinar de dientes». Y Jesús le preguntó «¿Ya le das de comer pipas de calabaza, no vaya a ser que tenga lombrices?». Y Mateo le contestó «Así es, Señor, mi esposa come [pipas de calabaza] desde hace años, pero sigue con el rechinar de dientes». «Entonces, Mateo, lo que tienes que comprarle es una férula dental». Y Mateo le compró una férula dental a su esposa, Batsheba, y a partir de ese día su esposa dejó de sufrir de rechinar de dientes, pero Mateo siguió sin poder conciliar el sueño, pues ya se había acostumbrado a escuchar el ruidico y ahora, con su ausencia, lo echaba en falta.
(Mateo 8,12)
...y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.
(Mateo 13,42)
...y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.
(Mateo 13,50)
Entonces el rey dijo a los sirvientes: «Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes».
(Mateo 22,13)
Le separará y le señalará su suerte entre los hipócritas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.
(Mateo 24,51)
Tras una cuidadosa lectura del Evangelio de San Mateo, lo que más nos sorprenda tal vez sea la fijación que el autor tenía con el rechinar de dientes. Así, en el Evangelio de la infancia, juventud y edad madurita de San Mateo (manuscrito pseudoepigráfico probablemente escrito originalmente en arameo, del que se hallaron unos pocos rollos, traducidos al griego en el siglo II) podemos encontrar que la aversión que tenía Mateo por el bruxismo fue provocada, posiblemente, por la enfermedad nerviosa que padecía su esposa. En el pasaje del rollo 32 de la obra anteriormente citada leemos:
...Y Mateo se levantaba todos los días muy temprano al amanecer, pues Jesucristo apuntó a todos sus discípulos a un taller de expresión corporal, pues decía que con esas enseñanzas tonificarían la mente y el cuerpo. Y llegó el día Iom Tov shel Galuiot, que era un gran día de fiesta para Mateo, pues ese día no tenía que ir al taller de expresión corporal y no debía levantarse temprano. Y así Mateo decidió quedarse unas horas más en la cama, pero a su lado dormía Batsheba, su esposa, que sufría de rechinar de dientes. Mateo despertó y le dijo a su esposa: «Despierta, mujer, despierta, tus dientes están rechinando, me despertaron y ahora no me dejas dormir». Y Batsheba despertó y le dijo a Mateo: «¿Qué sucede, esposo mío?», «¿Qué me va a pasar?», respondió Mateo «Que mañana se celebra el día Iom Tov shel Galuiot, y como es el único día que no debo ir al taller de expresión corporal al que nos apuntó el Maestro pues puedo dormir más horas, pero no me dejas, pues estás ahí dale que te dale con tu incesante rechinar de dientes». «Pues vete a la cama de la habitación pequeña», le dijo Batsheba. «Sabes, esposa mía, que en esa cama no cojo el sueño, pues el colchón es duro y la manta, desde que dejaste allí dormir a tu hermano, me provoca picores». «Pues duerme en el sofá, esposo mío», le respondió Batsheba. «Sabes, esposa mía, que en el sofá tampoco cojo [el sueño], pues entre cojín y cojín se queda un espacio hueco, se me enfría el costado y luego ando todo el día aquejado de fuertes dolores», le contestó Mateo. «Pues tira, que ya me levanto, que me has desvelado y no puedo ya coger el sueño», respondió Batsheba y al momento se levantó y ya se dispuso a hacer sus cosas. Y así fue como Mateo volvió a coger el sueño y durmió varias horas más la noche anterior al día [Iom Tov shel Galuiot].
... Y llegó el día quincuagésimo del taller de expresión corporal y mientras el monitor gritaba a sus alumnos que sacaran el animal que llevaban dentro y, así, unos representaban a un gato, otros a una cabra, otros a un perro y otros a un elefante con mucha gestualidad, Mateo dirigióse a Jesús: «Jesús, tengo un gran problema en mi casa, mi esposa no me deja dormir, pues por las noches tiene gran rechinar de dientes». Y Jesús le preguntó «¿Ya le das de comer pipas de calabaza, no vaya a ser que tenga lombrices?». Y Mateo le contestó «Así es, Señor, mi esposa come [pipas de calabaza] desde hace años, pero sigue con el rechinar de dientes». «Entonces, Mateo, lo que tienes que comprarle es una férula dental». Y Mateo le compró una férula dental a su esposa, Batsheba, y a partir de ese día su esposa dejó de sufrir de rechinar de dientes, pero Mateo siguió sin poder conciliar el sueño, pues ya se había acostumbrado a escuchar el ruidico y ahora, con su ausencia, lo echaba en falta.
lunes, 20 de octubre de 2008
Las paredes oyen
Las paredes oyen y, en algunos casos, hacen comentarios. Así sucedió en la casa de la señora Luana Enescu, en Botoşani. La señora Enescu se vio sorprendida en la madrugada del 12 de marzo de 1967 cuando tras decir en alto la frase «Ay, si las paredes hablaran» escuchó que el tabique orientado al oeste de su dormitorio, construido con ladrillo hueco de 115 mm de ancho, contestaba «sí que hablamos, pero lo que nos cuesta es lanzarnos». A partir de ese día, la señora Enescu descubrió que convivía con una pared parlante. «Las primeras semanas me pareció algo gracioso, pero, conforme pasó el tiempo, cada día me resultó más cargante el diálogo de esa pared –explica la señora Enescu—, unas veces hablaba durante toda la tarde, otras veces me despertaba a las cuatro de la mañana para contarme chismes del anterior inquilino; otras, hacía críticas negativas sobre mi peinado o sobre mi forma de vestir». Pasados unos meses, la situación se hizo insostenible para la señora Enescu, «me despertaba de madrugada vociferando canciones populares moldavas, recitaba poemas y gritaba frases sin sentido». El 21 de octubre de 1969, la señora Enescu mandó tirar el tabique parlante, «me quedé muy tranquila y contenta, ahora tengo unido el dormitorio con la despensa y con solo alargar el brazo puedo coger los botes de encurtidos desde la cama y servirme mientras veo la televisión».
miércoles, 15 de octubre de 2008
Curso de Nueva Cocina Aragonesa
Si desean ver el primer capítulo del Curso de Nueva Cocina Aragonesa, pinchen aquí.
Si desean ver el segundo capítulo del Curso de Nueva Cocina Aragonesa, pinchen aquí.
Si desean ver el tercer capítulo del Curso de Nueva Cocina Aragonesa, pinchen aquí.
Recetas sencillas y prácticas que encandilarán a sus invitados.
Si desean ver el segundo capítulo del Curso de Nueva Cocina Aragonesa, pinchen aquí.
Si desean ver el tercer capítulo del Curso de Nueva Cocina Aragonesa, pinchen aquí.
Recetas sencillas y prácticas que encandilarán a sus invitados.
domingo, 12 de octubre de 2008
Notas sobre la máquina para viajar al pasado y sus repercusiones

sábado, 4 de octubre de 2008
De por qué hay ladillas en el mundo

viernes, 3 de octubre de 2008
Bienvenidos al único blog que celebra el cumpleaños de Charles Middleton

Así es, hoy el el cumpleaños de Charles Middleton y vamos a celebrarlo colocando una foto de Charles Middleton poniendo gesto de Ming con tres chicas guapas detrás en el año 1938.
¡Felicidades, Charles Middleton!
Si quieren ver la primera parte de una muestra de cine independiente, no tienen más que darle aquí, y aquí si desean ver la segunda y última parte.
lunes, 29 de septiembre de 2008
Marinerotes
lunes, 22 de septiembre de 2008
domingo, 21 de septiembre de 2008
Paseo por el jardín del paraíso

viernes, 19 de septiembre de 2008
El cuento cursi de las cinco de la mañana
Dicen que una buena parte de los pacientes que han sufrido la amputación del algún miembro sienten su fantasma durante tiempo. Años, toda una vida también. El fantasma de una parte de su cuerpo que ya no está pero que ellos ven o sienten (unas veces les causa molestias; otras les produce dolor; otras les incomoda para realizar ciertas tareas, como le sucedía a aquel marinero que perdió el dedo índice de su mano derecha y durante cuarenta años temió sacarse un ojo con el miembro amputado cada vez que se rascaba la nariz). F. perdió a su novia, y tan acomodado estaba a ella que sintió que le acompañaba su fantasma durante muchos años. F. hacía una vida normal. Se levantaba temprano para ir a trabajar y daba un beso al fantasma de su novia. Volvía por la noche y preparaba la cena con el fantasma de su novia. Se acostaba junto al fantasma de su novia y le contaba todo lo que le había acontecido en el día. Una vida normal con un fantasma. Cuando su novia aún no era un fantasma, F. solía acompañarla al cine los domingos por la tarde (cómo le gustaba el cine a esa mujer), hiciera frío o calor, aunque cayeran chuzos de punta. F. salía del cine con su novia a eso de las siete, rodeando sus hombros con el brazo derecho. Pasaron tantos años de noviazgo con su novia antes de que se convirtiera en fantasma que aquello se convirtió en costumbre y, varios años después de la desaparición de su novia, F. seguía yendo cada domingo al cine, de cinco a siete. Compraba dos entradas en la taquilla, dos paquetes grandes de palomitas (unas con sal, otras, de esas de colores azucaradas), regalices rojos y negros, altramuces y caramelos blandos y veía con su novia fantasma el estreno de la semana. A F. le gustaban las películas del Oeste, pero su novia era más de películas románticas y cuando coincidía que veían una película de vaqueros cariñosos se sentían muy felices los dos. A la salida, F. tomaba el fantasma de su novia con el brazo, apoyando la mano en su hombro de novia fantasma. Eso resultaba bien raro para la gente que veía a F. caminado por la calle con el brazo en alto, como si lo tuviera escayolado o llevara un enorme paquete invisible. Aquí, en este momento, entra S., que era una mujer bien bonita que siempre estuvo por los huesos de F., aunque él nunca se percatara de aquello. Lo quiso desde el primer momento que lo vio, en clase de primaria, incluso se acordaba de la ropa que llevaba ese día cuando entró en clase por primera vez, cinco minutos tarde y mirando de un lado a otro. S., la chica bonita, lo seguía con la mirada, a escondidas, todos los domingos a la salida del cine, en un tiempo, cuando paseaba con su novia, después, cuando paseaba con el brazo levantado y todo el mundo se reía de él tomándolo por un loco. Un día, S. se armó de valor y corrió de puntillas tras F. y, cuando estaba bien cerca de él, agachó su cabeza, dio un respingo y se acomodó bajo el brazo de F. F., tan absorto estaba con su novia fantasma que no se dio cuenta de aquello, tampoco de los dos años siguientes en los que F. se levantaba para ir al trabajo y le daba un beso, o cuando hacían la cena juntos, o cuando le contaba todo lo que le había sucedido en el trabajo a lo largo del día y la llamaba con el nombre de la novia fantasma. Una noche, mientras veían la televisión, F. giró la cabeza y se encontró con S. «Pero ¿qué haces tú aquí?» le dijo. y S. le respondió «Pues mira, aquí estoy». F. acababa de perder de vista al fantasma de su novia. Le quedaba una oportunidad para no volver a ser tan comodón.
martes, 16 de septiembre de 2008
Casco no retornable

En la foto, la señorita Georgiana W. Dean bautiza el casco del barco Lone Star con una botella de champagne momentos antes de la botadura en su nueva etapa como barco de tranporte para pasajeros el 23 de diciembre de 1920.
La he encontrado en ladies who launch
ship christening photographs from delaware valley shipyards, que, como su propio nombre indica, es una página dedicada a las fotografías de señoras y señoritas bautizando barcos en los astilleros momentos antes de su botadura. No me digan que hay algo mejor que eso, una página toda llena de fotos de señoras estampando botellas de champagne en el casco de un barco. ¿La mejor foto? la mejor foto es la que se ve aquí arriba. O la más sexy. Sí.
domingo, 14 de septiembre de 2008
Solucionado el problema de espacio en el arca de Noé

Extracto de un artículo de Antonio Cruz, de la Iglesia Evangélica de Betel:
¿CABRÍAN TODOS LOS ANIMALES EN EL ARCA?
Hemos dicho antes que el arca podría desplazar aproximadamente unas 24.000 toneladas. Se han efectuado los cálculos pertinentes y esto equivale a ocho trenes de mercancías con 65 vagones cada uno. Cada uno de estos trenes puede transportar 15.000 animales del tamaño medio de una oveja. (15.000 x 8 = 120.000) ¿Cuántas especies existen en la actualidad? Según Erns Mayr existen unas 17.500 especies terrestres. Si multiplicamos por dos, ya que eran macho y hembra, tendríamos 35.000 animales que cabrían en 146 vagones de tren especialmente preparados.
Los insectos son 850.000 especies, es decir, 1.700.000 insectos que cabría en 21 vagones más. Con lo que tendríamos: 146 + 21 = 167 vagones en total. Es decir, todos los animales cabrían en el primer piso del arca. Noé y su familia en el segundo y aún sobraría el tercero para el transporte de alimentos y para actividades recreativas.
No había problemas de espacio, porque además las especies de entonces no eran tan numerosas como hoy. Debemos también tener en cuenta que los animales acuáticos no era necesario que estuviesen representados en el arca.
Si les queda alguna duda sobre cómo subsistieron en el arca los pobres animales carnívoros, aquí encontrarán las respuesta:
Los animales vegetarianos no plantearían serios problemas, pero, ¿y los carnívoros? Desde luego, para Dios todo es posible, pero creo que podemos dar una solución que satisfaga nuestras mentes. Dios pudo actuar sobre el metabolismo de algunos animales –los carnívoros- para que pasaran la parte más tempestuosa del viaje en estado de vida latente, es decir, en hibernación.
Donde no llega la pseudociencia demente y retrógrada de estos iluminados, llega la mano de Dios, que lo puede todo. Están tontos. Pero tontos. Bueno, tontos pero manipuladores.
En la foto: una pareja de avestruces (Struthio camelus skeltericis, Linnaeus, 1758), macho y hembra, a punto de entrar en el arca, conducidos por Sem (sentado en el carro), con su hermano Jafet (en la izquierda de la imagen); los dos, hijos de Noé, único hombre que nació ya circunciso por la gracia de Dios.
martes, 9 de septiembre de 2008
Bienvenidos
El constructor de maquetas a escala de grandes monumentos con cerillas y cola de carpintero colocó la última pieza, que previamente afiló con un cortaplumas y lija de agua, en la punta de la torre Eiffel, sobre el mirador, a modo de antena. Dio dos pasos hacia atrás y contempló la obra satisfecho. Dos calles más abajo, M. llamó a S. para quedar a cenar (primero unos vinos, luego cenar), por primera vez tras varios meses de hablar y hablar por teléfono. Es muy temprano, le dijo, pero no podía dormir. Un piso más arriba, una chica se lavaba la cabeza en la bañera; agachada, de rodillas, se echaba agua templada sobre la nuca y la espuma del jabón se colaba por el sumidero. Una calle más arriba, en el primer piso, un gato gordo, cuando nadie le veía y después de varios meses de desinterés absoluto por los insectos, saltó sobre una polilla, la cazó con su pata derecha y rápidamente se la llevó a la boca. Orgulloso, la masticó, volvió a su colchón de gato, se acomodó, echó las orejas hacia atras y cerró los ojos con cara de satisfacción, sonriente. En la avenida de la izquierda, un hombre miraba las fotos de un álbum viejo: una foto en la playa con su esposa y su hijo con tres años; una foto en un espigón junto a su esposa, abrazados; una foto de su esposa con el pelo recogido con un pañuelo blanco, también en el espigón; una foto en un cenador con unos amigos de los que ya no recuerda el nombre; una foto de su esposa rascando la tripa a Duffy, el perro ratonero de su hermana; una foto del coche que compraron en el año 1954, con un acantilado detrás. Dos pisos más abajo, un muchacho besa la espalda desnuda de su joven amante. Ella se vuelve ¿qué hora es? le pregunta, él le dice que aún es muy temprano, que vuelva a dormir. La muchacha deja caer la cabeza y duerme. Él le huele el pelo y piensa que le gusta ese olor, Es, tal vez, el mejor olor del mundo. El el bar de abajo, una mujer toma, sentada en una mesita de la terraza, un café con leche corto de café y un pastel de manzana. diez calles más arriba, un hombre levanta la persiana de su taller con una larga vara acabada en un gancho de metal. Abre la puerta, entra, coge una bata de color azul tiza, se la pone y mira por el cristal hacia el exterior. Tres kilómetros hacia el norte, un perro lame con interés su ingle, se hace cosquillas con la lengua y agita enérgicamente la pata derecha arriba y abajo. Dos niños lo miran y ríen mientras dicen que el perro está tocando la guitarra. Seis pisos más abajo, P. ha decidido abandonar a su amante y guarda su ropa en dos bolsas de deporte mientras él duerme. Abajo, en el coche, le espera un amigo. El amigo espera, fuma y espera, espera que baje su amiga con las bolsas, espera llevarla a su casa por unos días, espera enamorarla. Espera muchas cosas ese día. Una calle más arriba, al sur, una mujer abotona la camisa de su hijo y le dice que en el colegio lo va a pasar muy bien y que hará muchos amigos. 32 kilómetros al oeste, R. sube al coche para ir al trabajo. 58 kilómetros a su derecha, una mujer duerme acostada en el sofá. Bienvenidos al día del fin del mundo.