Aquel mismo día se acercaron dos saduceos a Jesús, que son los que niegan la resurrección, y le propusieron este caso: «Maestro, Moisés dijo: "Si alguien muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda". Ahora bien, había entre nosotros siete hermanos. El primero se casó y como murió sin tener hijos, dejó su esposa al hermano. Lo mismo ocurrió con el segundo, después con el tercero, y así sucesivamente hasta el séptimo. Finalmente, murió la mujer. Respóndenos: cuando resuciten los muertos, ¿de cuál de los siete será esposa, ya que lo fue de todos?» Entonces Jesús les preguntó: «Me decís que la viuda de un hermano se casó primero con uno de los hermanos, luego con otro hermano y luego con otro hermano y así con los siete hermanos?». «Así es, Maestro», le respondieron los saduceos. «¿Y cuándo decís que murió la mujer?», preguntó Jesús. «Pues tras morir los siete hermanos, no antes, Maestro», le respondieron los saduceos. «Un momento, un momento, un momento ¿Pero esos siete hermanos eran hermanos vuestros o no eran hermanos vuestros?», preguntó Jesús. «No, no, Maestro, hemos dicho que "había entre nosotros", no que fueran nuestros hermanos», respondieron los saduceos. «Ah, bien, osea que eran siete hermanos, la mujer se casó primero con un hermano, que se murió, luego la tomó como esposa otro de los hermanos, que también murió, luego se casó con otro hermano, que también se murió, luego con otro y con otro y así hasta los siete hermanos. Es que si no no me salían las cuentas, que fueran siete hermanos todos muertos y que dos de los hermanos me estuviérais ahora aquí preguntando por los siete hermanos muertos, digo yo, entonces o bien murieron cinco hermanos o bien el total de hermanos era de nueve hermanos», dijo Jesús. «No, no, Maestro, la mujer se casó primero con un hermano, luego enviudó de este primer hermano, luego se casó con otro de los hermanos, que también murió, luego se casó con otro hermano, que también se murió, luego con otro y con otro y así hasta los siete hermanos, pero esos hermanos no eran hermanos nuestros, sino que eran conocidos, pero no de la misma sangre, Maestro», le contestaron los saduceos. «Ah, bien, entonces esta historia de los siete hermanos es como en
Siete novias para siete hermanos pero con una sola novia», contestó Jesús. «Eso es, Maestro, como en
Siete novias para siete hermanos pero con una sola novia, Maestro», respondieron los saduceos. «Bueno, novia no, que era esposa más bien», dijo Jesús. «Eso es, maestro, era esposa, que no novia», respondieron los saduceos. «Pero tras la muerte del marido ¿la mujer disfrutaba de unos meses de noviazgo con el siguiente marido o se casaba así a las bravas, a los pocos días y con el cadáver del marido anterior aún caliente?», preguntó Jesús. «Eso no lo sabemos, Maestro», respondieron los saduceos. «Y... ¿cuál era la pregunta que me hacíais?», preguntó Jesús. «Pues, Maestro, la pregunta era que cuando resuciten los muertos, ¿de cuál de los siete será esposa, ya que fue esposa de todos los hermanos?», preguntaron de nuevo los saduceos a Jesús. «Pues yo imagino que la pobre, cuando resuciten los muertos, no querrá ser esposa de ninguno de los siete, que estará hasta el gorro de esa familia, digo yo», respondió Jesús, y los saduceos se dijeron entre ellos «Pues también es verdad. Qué razón tiene este hombre y qué gran verdad los que dicen que es un hombre muy versado y muy ducho en el arte de la oratoria y en los grandes enigmas del espíritu». Jesús se rascó la barbilla, levantó su mano derecha y dijo: «Ojo, que igual los hermanos eran buena gente y la mujer estaba contenta con ellos como maridos, que eso yo no lo puedo saber, lo que sí que me parece es que era una familia con una alta tasa de mortalidad, de siete hermanos, los siete hermanos muertos es una alta tasa de mortalidad, eso no se puede negar», añadió. «Pues también es verdad, es una gran verdad lo que ha dicho», se dijeron los saduceos entre ellos. «Ojo, o también puede ser que la mujer fuera una cocinera mala y descuidada y que estuviera todo el día haciéndoles que si venga fritangas por aquí, que si venga fritangas por allá, que si grasas saturadas, que si radicales libres, que si venga grasas parcialmente hidrogenadas y los pobres se le murieran como pajaritos con las arterias más atascadas que la Vía Maris en el puente vacacional de los Santos Manes», dijo Jesús. «Pues también puede ser, Maestro», respondieron los saduceos. «Ojo, o también puede ser que la mujer se casara con ellos cuando ya estaban mayorcetes y por eso le duraban poco, pues morían de muerte natural, pero de puro viejos», dijo Jesús. «Está bien, Maestro, ya nos has contestado a la pregunta que te hemos hecho y ya hemos quedado bien satisfechos, no necesitamos más», espetaron los saduceos. «No, no, esperad, que aún tengo más, que aún tengo más, esperad...», les dijo Jesús agarrándolos de las túnicas para detenerlos. «Ya, Maestro, pero es que ya nos tenemos que ir ¿eh? que se nos está haciendo tarde», respondieron los saduceos al tiempo que se alejaban de Jesús dando las zancadas más grandes que les permitían sus sandalias sin que se les salieran de los pies. «¡Esperad, que ahora se me ha ocurrido un chiste con eso de los siete hermanos!», gritó Jesús haciendo aspavientos con los brazos mientras observaba a los saduceos corriendo como almas que lleva el diablo. «¡Esperad, detenéos, que ahora me ha venido el puntito Grissom y estoy pensando que igual lo que sucedía es que la mujer era una asesina y mató uno por uno a los hermanos para quedarse con la herencia de toda la familia, como en esa canción de Massiel que decía "Yo tuve siete maridos y a los siete envenené con unas cuantas gotas de cianuro en el café!"», gritaba Jesús. «¡Bien bien, maestro, a ver si mañana sacamos un rato, pasamos por tu casa con más tiempo y nos lo cuentas», gritaron los saduceos, perdiéndose en la lejanía, sin volver la vista atrás.