Les juro por lo más sagrado que hoy venía a hablarles sobre una terrible enfermedad cerebral degenerativa cuyo síntoma es que la orina huele a jarabe de arce debido a una deficiencia de las enzimas que metabolizan los aminoácidos ramificados valina, leucina e isoleucina. La búsqueda de otros síntomas de la enfermedad me han llevado a interesarme por el reflejo de Moro o respuesta de sobresalto y he acabado, a saber por qué, hablándoles de Watson:
Dadme una docena de niños sanos, bien formados, para que los eduque, y yo me comprometo a elegir uno de ellos al azar y adiestrarlo para que se convierta en un especialista de cualquier tipo que yo pueda escoger —médico, abogado, artista, hombre de negocios e incluso mendigo o ladrón— prescindiendo de su talento, inclinaciones, tendencias, aptitudes, vocaciones y raza de sus antepasados.John Broadus Watson (
Greenville, 9 de enero de 1878 - Nueva
York, 25 de septiembre de 1958) fue un psicólogo
puñetero. Al creador de la escuela del
conductismo y exponente de la teoría de la tabla rasa se le ocurrió uno de los
experimentos más burros de la historia de la psicología, conocido como el
experimento del Pequeño Albert o de
condicionamiento del miedo. Se llamaba así porque en el experimento contaba como objeto con un niño pequeño cuyo nombre era
Albert y la finalidad era darle sustos.
John B.
Watson, junto con su ayudante y compañera sentimental
Rosalie Rayner, escogió a un niño de nueve meses, comprobó que estaba sano y cuando tenía once meses y tres días lo expuso ante una rata blanca. Cuando el niño se interesó por la rata,
planc,
Watson golpeaba con un martillo sobre una plancha metálica para darle un susto. Así hasta que al pequeño
Albert le ponía delante una rata blanca y le daba susto todo el rato, sin ruido ni nada. En realidad, no sabemos bien el resultado, pues la madre decidió sacar al niño del hospital antes de acabar el experimento, pero lo que sí sabemos es que el niño acabó hasta el gorro. Se conservan grabaciones en las que podemos ver que
Watson le puso al niño delante con insistencia unos papeles en llamas dentro de una cubeta, unos cubos con letras, un
monico, un lápiz y un papel, un perro pastor que le da la pata, una rata blanca de nuevo, un conejo pardo, un perro pequeño, una especie de cojín negro que le frota y le
refrota y una máscara rara que se pone
Watson para darle susto. Así durante un mes venga y
dale, venga y
dale.
Traumatizado no sabemos si quedó el niño, pero harto, más que harto. Es lo peor del
conductismo, la
persistencia.
John Broadus Watson y
Rosalie Rayner se casaron y tuvieron dos hijos, a los que llamaron James y
William. No sabemos bien cómo se comportaron con sus niños, pero es posible que se dijeron «no, hombre, no, cómo vamos a hacer esas burradas a nuestros chicos».