15 de febrero de 1991El
ayuntamiento de mi localidad acaba de encargarme una escultura de grandes dimensiones para conmemorar el 420 aniversario de la batalla de
Lepanto.
8 de abril de 1991Esta mañana he presentado el proyecto en el ayuntamiento, maqueta de cartón plume
incluida, de la escultura que he denominado «Batalla de
Lepanto». En la presentación estaban presentes el alcalde, los concejales de cultura y varios
representantes de los medios de
comunicación de la comarca. Será una escultura espectacular formada por cinco grandes piezas rectangulares curvadas de acero oxidado de ocho por quince metros enfrentadas a otra gran pieza de veinte por quince metros, también curvada y del mismo material. Las primeras
representarán la Liga Santa (España, Génova, Venecia y Santa Sede) y la última, la de mayor tamaño,
representará la flota otomana. La lluvia, el viento y la humedad ambiental irán deteriorando el acero y de él rezumarán hermosos charcos de óxido (la sangre de los hombres muertos), que cubrirán, pasados los años, la base de
ladrillo recubierto con cotegrán. Hermoso. Juan ha preparado una animación en 3D con el Autocad que ha encantado a todos los asistentes. Bien.
15 de mayo de 1991Ya tengo la empresa que se encargará de la
construcción de las seis piezas de acero. Jacinto, el jefe, un hombre muy amable, me dice que ellos se encargan de todo: compra del material previo pago del 75% del presupuesto,
construcción, transporte e instalación en la que será su ubicación, la plaza de Cervantes.
21 de octubre de 1991Llamo esta mañana a Jacinto para ver cómo va todo. Me dice que de maravilla, que ya han recibido el material y que en dos días se disponen a cortar, curvar y montar la pieza de mayor tamaño, la otomana. Me dice que son planchas de chapa enteras de seis centímetros de grosor, como acordamos. Bien.
25 de octubre de 1991Llamo a Jacinto para preguntarle por el proceso de
construcción de la escultura, me dice que de maravilla. Que ya han montado los perfiles de veinte centímetros de la pieza otomana y que en cuatro días se meten ya con las piezas restantes. Le pregunto por el proceso de oxidación. Jacinto me dice que a qué oxidación me refiero. Yo le respondo que me refiero a la oxidación natural del acero, que si van a preparar las planchas para que se oxiden allí en fábrica o que si ese tratamiento lo dan después, cuando se coloque en la plaza. Que qué oxidación, me dice, que no hay oxidación. Yo le digo que le hablo de la oxidación de las planchas, la oxidación de las esculturas, la sangre derramada por todos aquellos hombres. Jacinto me dice que no hay oxidación. Vamos a ver, le digo ¿ustedes están construyendo las piezas en chapa de acero oxidado o se oxida después? Jacinto me responde que ni antes ni después, que para eso compraron planchas de acero inoxidable, de larga duración, que eso no lo oxida ni el meado de mil gatos. Yo le digo que desde el principio les hablé de planchas de acero oxidado. ¿Acero corten? me pregunta. Y me suelta que si quería acero corten tenía que haber especificado que la escultura la quería en acero corten, pero que en el pedido en ningún lado venía especificado lo de acero corten y que pensaron que me refería a acero inoxidable, que es más duradero. Me pongo nervioso. Les digo que paren, que la escultura va en acero oxidado, que no puede ser de otra manera, que el concepto de la obra se basa en la oxidación. Me dice que ya han comprado todo el material y que ya han montado la primera pieza, que no hay vuelta de hoja, que acero inoxidable. Le digo que devuelvan el material. Me dice que no hay manera si quiero que las piezas estén acabadas para el 8 de diciembre, que es la fecha acordada para el montaje. Intento explicarle que no es posible que la escultura
conmemorativa de la Batalla de
Lepanto sea de acero inoxidable. Le explico de la mejor manera posible que yo quiero que la escultura parezca como de
Richard Serra, que mi escultura debería ser una escultura
minimalista, sobria, contemporánea, como de Richard Serra, y que eso solo se consigue con acero oxidado. Él se ríe desde el otro lado del teléfono y me dice que no será para tanto, que el acero inoxidable queda mejor, que es más limpio y no mancha, que el acero corten tiene peor vida y no queda tan acabado. Yo le digo que o cambian el material o no hay escultura y le cuelgo, furioso.
28 de ocubre de 1991Hablo por teléfono con
Álvarez, mi marchante, le cuento el problema de la escultura de la Batalla de Lepanto en acero inoxidable. Me dice que igual en acero inoxidable no queda tan mal. Le digo que yo de la única manera que veo artísticamente, conceptualmente, la Batalla de
Lepanto es en acero oxidado. Me responde que a él le pasa lo mismo, que la Batalla de Lepanto la ve en acero oxidado como si fuera de Serra y que el acero oxidado queda siempre bien. «Mira, hasta si haces una mierda enorme, la forras con acero corten y queda bien, sobria, contemporánea». Yo le digo que mi escultura no es una mierda. Él me dice que no me quería decir eso, pero que el acero corten es muy
resultón y que precisamente se estaba cambiando las puertas de la entrada de casa y que se las estaban haciendo en acero corten barnizado, que queda muy bien, muy sobrio, muy moderno y muy contemporáneo. «Queda como una escultura del
Serra pero en puerta para la entrada del coche, tú», me dice. Le pido que arregle el asunto de la escultura, que se ponga inmediatamente en contacto con Jacinto. Le digo el teléfono. Me dice que bien, que lo arreglará y que ya ha pensado en lo que tengo que hacer para mi próxima exposición. Le pregunto que qué ha pensado. Me dice que me olvide ya de las esculturas de acero corten y que me dedique a hacer figuras en escayola de personas a tamaño natural. Le digo que qué es eso de las figuras de escayola. Sí, me dice, lo que tienes que hacer es mogollón de figuras de escayola de personas, a tamaño natural. Mogollón de figuras de escayola, veinte o treinta, o más, algunas si quieres las repites, que no se notará. Luego las metemos en la sala de exposiciones todas juntas y eso queda total. Está gustando mucho eso, me dice. Yo le digo que no me agrada la idea. Él me dice que no es cuestión de gustos, que es lo que se lleva en Nueva
York. Mogollón de figuras de escayola a escala 1:1. Haces un molde de tu padre, haces un molde de tu vecino, haces un
mode de tu mujer, de tus chicos, moldes, moldes, y luego lo pones todo junto en una sala grande, toda blanca, eso es lo mejor, eso es lo que vende. Si quieres me haces un molde a mí, como quieras, lo importante es que hagas mogollón de figuras de escayola a tamaño natural. Imagina, mogollón de figuras de escayola ahí puestas, como que no se sabe si son los visitantes los que miran las figuras o son las figuras los que observan a los visitantes. Eso es total, me dice. Eso está gustando mucho en Nueva York. Yo le digo que no me convence la idea. Que no lo veo. Que lo que yo quiero hacer para mi próxima exposición es una escultura enorme en plancha de acero oxidado. Me dice que lo llaman por la otra línea, que me llama luego, y me cuelga.
8 de diciembre de 1991Hoy a las 12:30 horas se presenta la escultura «Batalla de
Lepanto», que conmemora el 420 aniversario de la batalla de
Lepanto. Estoy muy orgulloso de esta pieza. El sol se refleja, deslumbra, sobre las grandes planchas de acero
inoxidable. Esos brillos, que
refulgen sobre la superficie de toda la obra, representan para mí el brillo de las espadas, los cañones, la batalla encarnizada de los hombres contra los hombres. La lucha, el cruento y lamentable fragor de la batalla.
En enero comienzo a preparar mi nueva exposición: «
Urban people», que consistirá en una obra coral formada por figuras de personas, a tamaño natural, en diferentes posturas, realizadas en escayola, con estructura de alambre. Será una exposición impresionante, donde el espectador no sabrá si observa o si es observado por la obra. Como base de cada pieza, quiero poner una plancha de acero
corten, que represente el latido urbano, el sentir de la humanidad, el desgaste de sus pies, el rezumar de cada uno de sus pasos. Va a ser la bomba.