jueves, 30 de octubre de 2008

Los moleskines

Hoy, en la tienda, a eso de las once, entra un comprador con una mochila al hombro.
—Hola, tienes moleskines?
—¿Qué es eso?—le pregunto.
—Moleskines, moleskines ¿qué van a ser? —me responde nervioso mientras se ajusta las gafas con el dedo índice sobre el puente de la nariz.
—Ah —le digo con cierto desdén—, moleskines. Pues no, no tengo.
—¿Sabes si por aquí hay alguna tienda donde vendan moleskines?
—Pues no, lo lamento, no te puedo ayudar.
—¿Sabes? es que me voy de viaje y, bueno, es que no puedo meterme en un avión sin mi moleskine.
Le digo que no sé dónde puede encontrar moleskines, pero que por si acaso mire en la farmacia que está justo enfrente. Sale corriendo. Veo que entra en la farmacia, pregunta a Patri, Patri lo mira raro, le enseña unos parches adelgazantes, mueve la cabeza de un lado a otro. Al poco rato veo que el chico sale de la farmacia corriendo hacia la plaza.
Doce y cuarto de la mañana, entra otro comprador.
—Hola.
—Hola.
—¿Tienes moleskines?
—No tengo, no —le respondo sonriente. Qué digo sonriente, con la mejor de mis sonrisas.
—Vale, chao.
Se va, me deja con la sonrisa helada en la boca. Otro que pide moleskines. Llamo por teléfono a Fran, que es un tipo que sabe de todo.
—Dígame.
—Mé.
—Hombre, cuánto tiempo.
—Hombre, un día no más, que ayer hablamos.
—Es verdad, sí.
—Oye, Fran, que te llamo para preguntarte qué son los moleskines.
—¿Moleskines?
—Sí, moleskines.
—¿Moleskines?
—Sí, moleskines.
—¿Que no sabes qué son los moleskines?
—Para eso te llamo, tú que lo sabes todo —ya dije que Fran sabe de todo. No le preguntes por el año de la batalla de Lepanto, que eso no lo sabrá, pero luego es capaz de decirte de carrerilla la filmografía completa de Orson Welles, con los nombres y apellidos de los cámaras, los maquiladores, los ayudantes de cámara, los de vestuario, los de foto fija, todos y cada uno. Tiene una cabeza rara el Fran.
—Hombre, los moleskines son unos cuadernos que se han puesto muy de moda. Unos cuadernos, como los que tienes en la tienda, pero de marca. Hacen furor entre los pijolabas. Se los llevan de viaje y ahí pegan sus tarjetitas del metro, sus papeles de caramelos, sus fotitos... ¿Que se comen un melón? pues arrancan la pegatina del melón y la pegan en el moleskine. Y debajo escriben «Pegatina de Melón. Nos lo comimos en una terraza de Cadaqués» y cosas así. Carlos, el Tontoligo, tiene la casa llena de moleskines con cosas de esas.
—Hostia, el Carlos.
—Que sí. Estanterías llenas con moleskines de cada uno de sus viajes. Yo le vi el primero que hizo, el del viaje a Estambul y, oye, aún estaba bonito, que además de pegatinas le había hecho unos dibujitos al natural, unas señales de tráfico pintadas con rotulador, un poco de todo, y estaba bonito de ver. Pero ojo, es que ahora lo menos tiene doscientos, y cada vez que vas a su casa te los enseña. «Mira, jaja, el burrito con gorro, mira, jaja, qué buena esta foto, mira jaja, este ticket, qué supercutre» y ya es que no hay quién lo aguante. La Carma ya me ha dicho que no quiere volver a su casa, que se agobia, no te digo más, para que se agobie la Carma...
—Ah, así que eso son los moleskines... —le digo—, oye, gracias. Que te cuelgo, que entra uno.
Entra un nuevo comprador.
—Hola ¿Tienes moleskines?
—No, no tengo.
—Ay, qué puñeta.
—Tengo otros cuadernos —le indico mostrándole la estantería—, si le sirven.
—Pero no —me responde seco—, yo necesito un moleskine.
—¿Y qué tienen de especial los moleskines?
—Hombre, que son moleskines ¡Son los cuadernos que usaba Hemingway!
—Pues anda que no estarán viejos.
—¿Pero qué dice? —el tipo me mira mal, levantando tanto la nariz que hasta le veo los pelos internarinales—. Yo sólo escribo en moleskines. Los moleskines son... —y aquí adopta un tono lento y melifluo, sin tilde, moviendo las manos con los dedos hacia arriba, como si fueran dos pulpos tripa arriba a punto de morir al sol—, cómo diría yo... la inspiración del literato, el cuaderno de bitácora del viajero de las palabras..., la pizarra donde los sentimientos...
—Pues no tengo, no —le espeto cortándole la frase—, ni creo que vaya a tener.
—Está bien, adiós.
—Adiós.
El tipo se gira y se va, ofendido.
Cuatro de la tarde. Recién subo la persiana, doy la luz del interior y enciendo la registradora, entra un nuevo comprador.
—Hola, buenas tardes.
—Buenas tardes.
—Una pregunta ¿tienes cuadernos de dibujo?
—Sí, mira —le señalo la estantería de los cuadernos de dibujo.
—El chico mira arriba y abajo. Revuelve. Se agacha para buscar en la balda inferior. Se gira hacia mí.
—¿No tienes moleskines?
—No, moleskines no tengo.
—Ah...
—Pero cuadernos de dibujo tienes muchos modelos. Tienes estos de Guarro para bocetos, este otro de papel de acuarela, este para dibujo técnico.
—Ya, ya, pero no. Yo quería un moleskine.
—¿Y qué tiene de especial el moleskine ese?
—Hombre, el moleskine es el moleskine. Lo usaban Van Gogh, Matisse y hasta Picasso.
—Ah, muy bien.
—Y además tiene una gomita para cerrarlo, y un bolsillito para meter papelines... vaya, lo que viene siendo un moleskine.
—Pues no tengo no.
El chico saca de una bolsa un cuaderno viejo con las esquinas gastadas.
—Mira. Esto es un Moleskine.
Lo miro. Parece un cuaderno normal de tapas negras. Lo abre. Está todo lleno de dibujos.
—Es que ahora, oye, si dibujas y no lo haces en un moleskine, es que no te aprecian tu arte.
Miro sus dibujos y pienso para adentro que si no le aprecian su arte será porque sus dibujos son una puta mierda, estén hechos sobre un moleskine o no. El chico, como no me ve muy interesado por seguir mirando su obra, cierra el cuaderno y lo ajusta con la gomita.
Plac.
—Pues nada, chico. Mira a ver en la librería Hermanos Molina, pasada la plaza a la derecha, que igual ahí encuentras, que suelen tener cosas de esas.
—Bueno, gracias, adiós.
Adiós le digo. El chico se va en la dirección que le indico. Empiezo a pensar que no me he enterado de que en mitad de la ciudad ha caído una bomba que ha vuelto tontos a todos los compradores. Me acerco a la puerta. Veo que la gente camina como siempre; primero un pie, luego otro. Todo normal. Vuelvo al mostrador.
Entra un nuevo cliente.
—Hola.
—Hola.
—Oye ¿tienes agendas moleskine?
—No tengo no.
—¿No tienes?
—No tengo.
—Pues vaya mierda de papelería. No tener moleskines.
—Pues vale —le digo.
El tipo cierra de un portazo. Cojo una agenda Myrga, la más gorda, la que tiene hasta planos de toda Europa, bloc de notas, pequeño traductor y tabla de añadas de vinos, encuadernado en guaflex con anillas. Abro la puerta, tomo impulso y se la tiro a la cabeza, con todas mis ganas. El tipo cae, se lleva la mano a la cabeza, se levanta y sale corriendo como alma que lleva el diablo. La agenda se queda en mitad de la acera. Se ve que esa no le sirve. Que sólo es de moleskines.
Hale, pues uno menos. Éste ya no vuelve. Mejor.

18 comentarios:

Arkab dijo...

Oiga, Harry, pues a mí me ha dado pena el penúltimo, el que le enseña los dibujos al tendero. Pobrecico, se me ha hecho un nudo la garganta. Un sentimiento, oiga. Pobrecico.

Trikki dijo...

Vaya tendero leñe, mira que no tener Moleskines desos.

Anónimo dijo...

A mí me ha recordado a una madre con su hija que coinciden conmigo en el metro: la madre lleva varios días muy enfadada (tal vez siempre esté enfadada, tal vez esa cara arrugada delgada y dura sea por su enfado constante, porque su trabajo sea una mierda o porque su marido esté en la nueva web de infieles) (el caso es que siempre parece enfadada): la niña ha debido de suspender, y ella pretende enseñarle inglés:
- A ver, cómo se dice abrigo
- Coattt
- No, se dice Coast, a ver, dilo de nuevo. No, yo ya me lo sé (de verdad, le dice que se lo sabe), dilo tú...
Un viaje que dura casi treinta minutos. Y así todos los días.
Así que cualquier día la niña le dirá, no, le gritará Quiero una moleskine, que si no, no puedo estudiar. Y entonces tendrá razones para estar en este comentario.
Yo solo me he adelantado

Badil dijo...

A mí la semana pasada me preguntaron si tenía huevos de dinosaurio. Aunque soy chica ( en las dos acepciones) agarré por lo bajinis un cenicero gordo gordo por si la broma lo merecía. Y que no era broma.
¿Le puede preguntar al Franquetodolosabe sobre el origen de la palabra tontoligo?

Trikki dijo...

Oiga Harry, que yo pasaba por aquí a decirle si vio ayer el episodio de Plutón, y que si no lo hizo que lo haga, que es que me hizo mucha gracia lo de la Nada y ese Dios tan sencillo y campechano.

Badil dijo...

¿El de la cabecera es Santiago Segura de serio?

Miranda dijo...

Joe...
Conozco al menos dos elementos que tienen de eso.

No se a qué a tenerme...

Joe...

Arkab dijo...

Oiga, pues lo de tontoligo lo he escuchado yo también por aquí. Pero investigando he dado con dos palabros suyos que me tienen prendao: estontorao y trompatalega. Mencantan, mencantan, mencantan.

Harry Sonfór dijo...

Badil, oiga, tontoligo viene de Tonto del higo, creo yo.

Trikki, por supuestísimo que vi el capítulo de Plutón BRB Nero. No me he perdido ningún capítulo hasta el momento. El actor que hace de Dios es Eduardo Antuña. Que igual para papeles de galán no da, pero que para todo lo demás está perfecto (Véalo en «Mamá es boba». por ponerle un ejemplo, oiga).

No, Badil, el de la cabecera es Harry Houdini, ese hombre, que murió tal día como hoy. El de ayer, sí, era Santiago Segura disfrazado de Dostoievski. ¿Y qué eran los huevos de dinosaurio pues?

Miranda, no se preocupe, todos conocemos algún ser humano que no solo usa moleskines sino que los enseña. Está de moda. Todo es cuestión de esperar. Hasta que los que marcan las tendencias digan que los moleskines están super-out. Entonces los cubos de basura se llenarán de ellos y ¡haremos grandes piras de moleskines! ay, que me emociono.

Helter dijo...

Pues yo hace ya tres meses que presenté en la oficina de patentes el rolleskine. Básicamente, es un rollo de papel higiénico pero del resistente, cuasi papel de embalar. Una está tranquilamente sentada en la taza del water. ¿Que se le ocurre algo? Pues coge el rolleskine y lo apunta. Además se pueden pegar las etiquetas de los botes de champú, los papeles adhesivos de las compresas adhesivas, incluso los pelillos que una se saca con las pinzas del entrecejo. Cuando se agota el rolleskine, se enrolla con cuidadín y se guarda en el armario de rolleskines. Ojo, no confundir el rolleskine con el papel higiénico. Eso es básico.

Anónimo dijo...

Pues he de confesar que a mí las agendas moleskine me encantan, y los cuadernos también... pero que no me los compro porque me da vergüenza. Me los compré una vez que los vi en una tienda y me gustaron. Luego supe lo de la moda y eso. Ahora no me atrevo a comprármelos. Una vez, en una reunión de oenegeses, la mitad de los asistentes, incluida yo misma, sacamos una moleskine para apuntar la próxima reunión de la comisión permanente. Viendo aquella mesa llena de moleskines y galletas de comercio justo fue cuando decidí abandonar. De momento, la reunión; luego, aquel trabajo. Me he quedado con ganas de abandonar más cosas, pero a la familia no, que la quiero mucho.

Lo malo es que la única alternativa, casi casi, que te encuentras en las tiendas son los cuadernos tipo "NoteBook" de anillas, papel cuadriculado con recuadrito superior para poner membrete y fecha, y división de las hojas en cuatro colorines. Y macho, las odio.

La única opción es no usar cuadernos, sino folios sueltos. Pero como soy un desastre, pierdo todo lo que apunto.

De todos modos, me pasa como al gacholi de los dibujos: que como lo que escribo es una mierda, da igual que se pierda (mira, esto es un ejemplo de mi vena poética, sin ir más lejos).

¿Qué me aconseja, Harry?

Harry Sonfór dijo...

Madre qué imagen más buena que me ha regalao, inde, una reunión de oenegeros, ahí todos con su moleskine. Ay, qué cosa más buena. Pues yo es que soy más de las libretas de la Hello Kitty, para qué lo voy a negar. Ahora que se ha vuelto a poner de moda, menos. Pero servidor ha sido siempre más de la Hello Kitty. En todo caso, en papelerías especializadas en libretas hay mucho más para elegir. Hay buenas opciones, que son las libretas y agendas tal cual, discretas, sin más, y luego hay una opción que es lo peor, que son las libretas con dibujo en portada de Jordi Labanda con una chica mirando hacia un lado vestida de desayuno con diamantes. Eso ya no tiene nombre. Bien, antes que una moleskine, las de Hello Kitty.

Anónimo dijo...

Bueno, Koldo, existen millones de motivos por los que una mujer puede estar siempre cabreada. Es gracioso (por decir algo...) que te vengan a la cabeza sólo esos dos.

Anónima Pérez

...La Señora Mayor dijo...

Dios, estoy lleno de moleskines. Que extraña sensación de desapego. harry...

Anónimo dijo...

Ajjjj, me has hecho recordar los cuadernos que odio con profunda profundidad: ¡los de la gatarruí de la prada! Son igual de petardos que los NoteBook, pero hacen buenos a estos últimos, que al menos tienen la tapa negra...

Harry Sonfór dijo...

Eh, un momento, un momento, que servidor no quería herir los sentimientos de todo un grupo de fanes de los moleskines. Es más, los moleskines no tienen la culpa, pobrecicos. Es como los perros de presa que, si hay un problema, el culpable será el dueño, no el pobre perrín, que a él lo dibujaron malo. Ojo, lo de las libretas de Ágata Ruiz de la Prada y Jordi Labanda es otra cosa. Ahí ya me quedo sin defensas.

Teniente Colombo dijo...

Qué gran verdad. Los cuadernos son buenos y bonitos (nada baratos) pero es que tienes toda la razón, macho.

Harry Sonfór dijo...

Bienvenido, teniente Colombo.