sábado, 2 de octubre de 2010

Taputaki migila

Como suele ocurrir, un traspiés me hizo aprender esta regla del savoir vivre trobiandés. Uno de mis acompañantes en Omarakana, llamado Moradeda, tenía unas facciones que me habían llamado la atención y fascinado desde el primer momento por la extraña similitud que presentaban con el tipo aborigen australiano: cabello ondulado, rostro ancho, frente baja, nariz muy gruesa con el caballete hundido, boca ancha de labios salientes y mentón prognato. Cierto día me sorprendió la aparición de un hombre que parecía la misma imagen de Moradeda, por lo que pregunté cuál era su nombre y lugar de residencia. Se me dijo que era el hermano mayor de mi amigo, habitante de una aldea lejana, a lo que exclamé… ¡Ah, con razón! pregunté quién era usted porque su rostro es igual... igual al de Moradeda». Se produjo tal silencio entre la concurrencia que lo advertí inmediatamente. El hombre se dio vuelta y nos dejó; una parte de los presentes miraron, entre turbados y ofendidos, y pronto se dispersaron. Entonces mi informante confidencial me hizo saber que yo había faltado a la costumbre y cometido lo que se denomina «taputaki migila», expresión técnica aplicada sólo a este acto, que podría traducirse por «profanar-comparando-a-un-pariente-su-rostro». Lo que más sorpresa me causó en esta discusión fue que, a pesar del notable parecido entre los dos hermanos, mis informantes se negaban a admitirlo. En verdad, hablaban del asunto como si nadie pudiera parecerse jamás a su hermano ni a ningún pariente materno. Causé bastante enojo a mis informantes al insistir sobre este punto.

Otra metedura de pata de Bronislaw Malinowski, en su estudio «Singulares pretensiones de la paternidad sociológica», en La vida sexual de los salvajes del nordeste de la Melanesia (1929). Desconozco si alguna vez se ha llevado la vida de Bronislaw Malinowski al cine, pero les aseguro que saldría una película bien divertida. Lo bueno de Malinowski era que fallaba, metía la pata, intentaba convencer a los trobiandeses de sus ideas occidentales como, por ejemplo, que la fecundación se producía con el acto sexual (y no con unos espiritejos habitantes del lago), y los lugareños se le choteaban, se le reían en la cara al pobre hombre. Otros antropólogos hubieran callado esas escenas humillantes pero, sin embargo, Malinowski las cuenta con detalle y saca de ellas interesantes conclusiones. Por eso se nos hace tan humano Malinowski, con sus fallos, su desconocimiento de las reglas de etiqueta trobiandesa y sus meteduras de pata hasta el corvejón. Qué majo hombre.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Los antropólogos tiernos dan mucho juego. Algunos muy buen sabor al caldo.

El Ente Dilucidado dijo...

¿Está usté seguro don Harry que la foto ésa que ha puesto es de los años 10 o 20?

Sí... Ya sé que siempre se ha dicho que Malinowsky estuvo por el Pacífico Occidental por aquel entonces...
Pero es que no hace falta fijarse mucho para ver que hay algo que chirría.

¿Se han fijado ustedes en el corte de pelo de los melanesios? Vamos... Eso es puritito 1972-76.

Esto es como cuando en un reportaje de la tele sobre las manifestaciones antifranquistas estudiantiles de 1965 sacan unas imágenes en las que los universitarios llevan todos anorak, pantalones de campana, barba y melena. Y los coches que pasan son Seat 124.

Pues eso. Que la afoto ésta de don Bronislaw con los melanesios me da a mí que la hicieron a la puerta de una discoteca en 1974.

No sé por qué extrañas razones, pero a mí me da que nos están engañando.

Harry Sonfór dijo...

Éste no acabó en la olla, anónimo, pero hasta el gorro de los trobiandeses parece que sí.

Harry Sonfór dijo...

Estoy seguro, El Ente de que la foto es anterior. Lo que pasa es que los trobiandeses eran muy coquetos y los hombres importantes se confeccionaban esas bonitas pelucas de pelo natural. A lo «afro». Ellos no lo sabían, pero crearon tendencia.

laMima dijo...

Acabáramos.....

Harry Sonfór dijo...

Sabía, laMima, que antes o después su curiosidad la iba a traer aquí.
¡Ole ole ole, fiesta, fiesta!

laMima dijo...

Me fastidia haber tardado tanto.
Si.
Una, que está dispersa....

Harry Sonfór dijo...

Ah, pero si no hay más que escribir "Taputaki migila" en el Google y le sale, laMima. Le sale este blog, por cierto, el primero. Ay, qué bien.

Anónimo dijo...

Lo malo de los antropólogos es que se han empeñado en convencernos de que la fecundación se realiza a través del acto sexual. Lo peor es que hay gente que ha terminado por creérselo.


Tojunto

Anónimo dijo...

No me mente usted a Malinowski, por dios, que entre los muchos libracos y ladrillos que se acumulan sobre mi escritorio figuran The Language of Magic and Gardening y Magic, Science, and Religion, y se resisten, oiga... es que lo de la trifulca historicosocioantropológica entre magia, ciencia y religión es un desatino y una cosa pesada y un tostón intelectual de gran envergadura.

A la olla con ellos! Y los asiriólogos, ni para hacer caldo, al máximo sirven para abonar unos grelos!

miguelgato dijo...

Pues a mi mas parece la forma de preguntar donde están las chicas a la madame de un burdel ¿taputakí?

Harry Sonfór dijo...

Los antropólogos y los médicos, Tojunto, que no toda la culpa la van a tener los pobres antropólogos.

Harry Sonfór dijo...

Dígamelo a mí, A princesa, que me dio una temporada por leerme a Mircea Eliade e igual me leí 20 libros del Eliade. Cuando iba por el 18 ya barruntaba que Eliade era un tipo muy aburrido. Y como novelista, cursi y soso. Pero Malinowski, Malinowski es muy divertido. Si es muy majo hombre.

Harry Sonfór dijo...

¿Y Migila qué es pues, Miguelgato, el nombre del portero?