viernes, 4 de mayo de 2007

La gallina que cantó despues de asada


Antiguamente los ilusionistas realizaban un truco de prestidigitación que provocaba gran asombro entre los asistentes. El mago mostraba una bandeja con un hermoso pollo asado, hacía un pase con los dedos y de pronto, como alma que lleva el diablo, el gallo pegaba un bote y salía corriendo enloquecido por toda la sala. Pónganse ahora en el pellejo del pollo: lleva varias horas dormido, tiempo del que se ha servido el ilusionista para desplumarlo, embadurnarle la piel de miel, colocarle los gorrillos de papel rizado sobre las patas y acostarlo tripa arriba con la cabeza escondida. Lo siguiente: que te despierten de pronto y encontrarte en el escenario de un teatro con cientos de personas mirándote fijo. Parece que el truco resultaba tan vistoso y espectacular que la gente gritaba, aullaba, voceaba, aplaudía y más de una dama caía desmayada. Por eso y, pensemos que por cierta simpatía hacia el animal, el truco del pollo ya no se programa en los teatros. Es posible que este truco sea conocido desde la antigüedad, al menos así lo atestigua el milagro de la gallina que cantó después de asada, atribuido a Santo Domingo de la Calzada, que, a fin de cuentas, cuenta algo muy parecido pero en versión más milagrera (Santo Domingo intercede en este caso, en lugar del mago). En verdad que es un truco bien canalla para los pollos. Luego están todos los trucos con palomas que acaban chafadas en los dobles fondos de mesas, cajas, bolsillos de frac y sombreros de copa, pero eso será para otro lugar, pues en este sitio se tiene más simpatía por los pollos que por las palomas.

«Los conejos de la muerte huyen por todos los lados».
Imagen amablemente cedida por el ilustrador David Vela (http://davidblogcartoon.blogspot.com) sobre textos del libro
«Los muertos y las muertas» de Ramón Gómez de la Serna.

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