miércoles, 3 de junio de 2009

De «En las Antípodas»

En los años cincuenta, una amiga de Catherine se mudó con su familia a una casa contigua a una parcela vacía. Un día llegaron unos obreros para levantar una casa en la parcela. La amiga de Catherine tenía una hija de tres años que se interesó por la actividad de la parcela de al lado. Merodeó tanto por los alrededores que los obreros terminaron por adoptarla como una especie de mascota. Charlaron con ella y la dejaron contribuir en los trabajos, y al final de la semana le dieron un pequeño sobre con la paga: una media corona nueva y reluciente o algo así.
Ella la llevó a casa y la enseñó a su madre, que hizo todos los aspavientos requeridos de admiración, y le propuso llevarla al banco al día siguiente para ingresarla en su cuenta. Cuando fueron al banco, el cajero quedó igual de impresionado y preguntó a la niña cómo había conseguido aquella paga.
—He estado construyendo una casa esta semana —dijo ella encantada.
—¡Cielo Santo! —dijo el cajero— ¿Y construirás otra casa la semana que viene?
—Claro, si llegan los putos ladrillos —contestó la niña.

Del libro En las Antípodas, de Bill Bryson, RBA, 2006, Barcelona. En las Antípodas es un libro de viajes por Australia. No he leído más libros de viajes sobre Australia, pero apostaría una pierna que no hay otro libro que explique tan bien Australia y que además cuente historias tan buenas como ésta.

14 comentarios:

Helter dijo...

¿Y también piropeaba a las macizas a la hora del bocata?

Yahuan dijo...

Sí que es buena, sí, al menos sí que lo es para alguien con cerrojos culturales tales como los míos son.

No sé por qué extraña razón, pero me recordó por un momento a Borges.

Miguelgato dijo...

Si fuese una historia española en vez de australiana la niña habría subcontratado la jodida obra para comprarse un Q7 y para eso antes el mierda'l concejal de turno ya tendría recalificado el maldito terreno.
Harry, si es mucha indiscreción no contestes, pero, estos horarios que llevas ¿son para contradecir a Pablo Motos?, ya sabes,
«Vete a dormir..., la, la, la, la, la, la, la...»

Arkab dijo...

Ay, Señor, yo que venía cagando leches a contarle que acabo de descubrir a una que se llama Alba Lucía que tiene caracaballo y que canta en OT y me encuentro con con cuatro entradas más en su blosj y con un libro de Bryson. Si es que así cómo le va a quedar a usted tiempo para procrear, hombrededios.

Harry Sonfór dijo...

También, Helter, seguro que también.

Harry Sonfór dijo...

Pues a ver Yahuan si me dice dónde ve a Borges, que yo no lo veo. Ojo, que igual está, pero que no lo he visto.

faq dijo...

Si es que hoy en día las becarias se las saben todas

Harry Sonfór dijo...

No, no, Miguelgato, lo de los horarios raros es porque soy de natural nocturno. Al Pablo Motos, con no verlo, ya está. Estoy un mes que no lo veo y se me pasa todo mal.

Harry Sonfór dijo...

Caracaballo, caracaballo... no sé, pero que es de barbilla generosa, eso no lo puede negar nadie, Arkab.
Ojo, que el tiempo para procrear lo saco no viendo OT, oiga, que el otro día haciendo zapping vi que salía Ramoncín y... eso, que vi que salía Ramoncín.

Inde dijo...

La semana pasada me pagaron una cosa que no esperaba y decidí que iba a comprar un lavavajillas. Que ya somos cuatro de familia (¡toma!) y organizamos unos zapatiestos de comidas y guisados que está siempre el fregadero hasta las cachas.

Lo de que el lavavajillas es más ecológico que fregar a mano me da para un monográfico, así que me reservo el tema para otro rato. Lo que venía a contar ahora es que, al anunciar la decisión en casa ("¡Vamos a comprar un lavavajillas de una puta vez!"), Quinito (seis años, casi siete) se fue disparado a por su hucha y me la dio, diciendo: "Lo pago yo, que tengo mucho dinero".

Aún llevo las monedicas (y un billete que su padre le puso un día que necesitaba cambios) en un sobre, en el bolso. Cada vez que voy a sacar las llaves o el tabaco me dan ganas de emprenderme con ese sobre a besos y pretones.

Ejque son cosas de caérseme la baba y por eso lo cuento, ustedes perdonarán.

Harry Sonfór dijo...

No, no, oiga, Inde, no pida disculpas, que es una historia bien bonica.

¿Se lo va a devolver o no?

Ojo, que si le devuelve el dinero el chaval no comprenderá todo eso del valor de las cosas, lo que cuesta trabajar para ganar unos duros, que el dinero no cae por la chimenea y todo eso que mis padres se empeñaron, sin descanso, en inculcarme.

Si lo engaña y le dice que el lavavajillas lo ha comprado con su dinero, cuando sea adolescente y hasta los cincuenta años le va a recordar el lavavajillas que le compró con sus ahorros cada vez que le diga algo. («Mama, que ya te compré el lavavajillas con los ahorros que acumulé cuando era un niño, pobre de mí»).

Piénselo. Está a tiempo.

Inde dijo...

Ah, pero ¿yo no le he contao a usté que me hice un curso de sicología infantil de CCC?

Superao: le dije "¡Cojonudo, Quinito! Con esto, pagamos el 10% del parato, más IVA". Y mi angelico se quedó tan contento, como que había hecho una cosa la mar de importante. Si reclama de mayor, será relativamente fácil de explicar.

Harry Sonfór dijo...

¡Ah, si hizo un curso de sicología infantil de CCC ya está! Superao.

Ahora, entre nosotros, escuche: ahora que tiene lavavajillas, compre las pastillas de Fairy. Las grandes marcas de lavavajillas le recomendarán que compre Calgonit, pero Cambio Radical, su blog de confianza, le recomienda que compre las pastillas de Fairy. Las Fairy Platinum tienen tantos colores en una sola pastilla (blanco en granulado, un compartimento azul y un compartimento verde) que ya casi ni caben en la pastilla tantos colores. Como sigan así, no sé qué van a hacer.

Inde dijo...

Lo que yo tendría que haber hecho, querido Sonfór, es un cursillo CEAC sobre manejo de lavavajillas. Madre qué estropicios estoy haciendo. ¿Será la sicodelia del diseño de las pastillas de detergente? Si es que dan ganas de chuparlas...