jueves, 27 de enero de 2011

Como pulgas dando brincos

Normalmente tenemos la impresión de que, cuando estamos leyendo, nuestros ojos avanzan con fluidez, sin interrupciones, a lo largo de las líneas de una página y que, cuando leemos escritura occidental, por ejemplo, nuestros ojos van de izquierda a derecha. Esto no es cierto. Hace un siglo, el oftalmólogo francés Émile Javal descubrió que, en realidad, nuestros ojos realmente saltan como pulgas por la página; esos saltos o tirones ocurren tres o cuatro veces por segundo, «barriendo» unos 200 grados por segundo. La velocidad del movimiento del ojo a través de la página —pero no el movimiento mismo— interfiere con la percepción, y tan solo «leemos» en realidad durante la breve pausa entre movimientos. El porqué de que nuestro sentido de la lectura esté relacionado con la continuidad del texto sobre la página o sobre la pantalla, asimilando frases o pensamientos completos, y no con el movimiento real, a saltos, de los ojos, es un problema que los científicos no han logrado aún resolver.

Alberto Manguel, Una historia de la lectura, Alianza Editorial, Madrid, 2009, p. 63.

7 comentarios:

Francisconixon dijo...

Esto me interesa muchísimo!

Harry Sonfór dijo...

Pues entonces, Francisconixon, es posible que también le interese saber que Manguel, el autor del libro, trabajó como lector de Borges. Pasaba por su casa y le leía a Stevenson, Poe y otros, cuando Borges se veía ya imposibilitado. Hay estudios que determinan que los humanos, para reconocer los caracteres en la lectura, utilizamos la misma zona del cerebro que la que usamos para descubrir patrones sencillos como el de la cabeza de un león entre la maleza. Como no nos solemos encontrar con muchos leones, pues ahora nos da por usar esa zona para reconocer letras a mucha velocidad.

Anónimo dijo...

¡Joder, qué suerte!, trabajar en casa de Borges cuando estaba imposibilitado. Me dan a mí un colocación de esas, y lo dejo sin nueces.

Tojunto

Harry Sonfór dijo...

Lo pillaría rápido, Tojunto, que se delataría a usted mismo con el crocrocro al romper las cáscaras. Pero con las ciruelas pasas y las pasas de Corinto, bua, con esas no tendría problema. Todo el día venga a comer pasas.

Anónimo dijo...

¡Ah,no! Que me las zamparía en el nocedal.


Tojunto

El Ente Dilucidado dijo...

Yo he leído en algún sitio que, en realidad, leemos "a pantallazos". Y ponían como ejemplo un texto en el que las palabras tenían las letras colocadas de una forma desordenada (algo así como "lhece" por "leche" o "atnes" por "antes". Y lo leías igual que si estuviese bien escrito.

Yo he comprobado, por experiencia propia, que algo de eso hay. Que leo, literalmente, "a pantallazos" y que mi cerebro (lo poquico que me queda) procesa la foto, ordena las palabras y da sentido al párrafo.

Curiosamente, eso no me pasa cuando leo textos en el ordenador. Sólo en papel.

Anónimo dijo...

Ya afinando afinando llegamos a Getrude Stein, que en su escritura ahondaba en los mecanismos de significado (hablamos aquí de sintaxis y no sólo de letras).
Como este blog de confianza tiene uno seguidores muy cultos (y guapos, dicho sea de paso (y no es por hacer la pelota sino por inflarme el ego)), les recomiendo el capítulo dedicado a Stein en Proust y la Neurociencia. Qué narices, les recomiendo el libro entero, que es una delicia:

Proust y la neurociencia. Una visión única de ocho artistas fundamentales de la modernidad. Jonah Lehrer. Ediciones Paidós. Madrid, marzo 2010.