viernes, 1 de junio de 2007

Verdades y falsedades sobre los licántropos


Es preciso revelar que desde hace muchos años circula una patraña que, publicada en oscuros escritos, artículos que se copian unos de otros y falsos grimorios creados hace poco más de un ciento de años, se ha hecho muy famosa y popular: los licántropos u hombres-lobo se convierten con la visión de la luna llena. Bien, de una vez por todas debemos enterrar esta falsedad y conducirla al país de las hipótesis olvidadas: a los licántropos no les afecta la luna llena o, a lo sumo, les afecta como a cualquier otro ser vivo. Sí es cierto que los licántropos u hombres-lobo se han servido durante siglos de la luz de la luna llena para que sus apariciones, gracias a la mayor luminosidad de la noche, resulten más vistosas, pero eso poco tiene que ver con sus mutaciones físicas de hombre a lobo (o de lobo a hombre al transcurrir unas horas). Del mismo modo, a los benandanti (hombres-lobo también pero en versión más catolicorra) les sucede tres cuartos de lo mismo, o no les sucede, para ser más exactos. Los benandanti se ven influidos mucho más por las fechas que por las fases de la luna: se convierten en lobo sólo durante los días comprendidos entre Navidad y Epifanía, proceso que les impide celebrar las fiestas como los demás mortales pero que les libra de comprar los regalos del día de Reyes. En el año 1678, Lucio Giardino, licántropo confeso del Friul Occidental, en una entrevista que concedió al párroco de Pannonia Lucas Krauss declaró: «Todo lo anteriormente dicho en este texto es la verdad y poco más tengo que decir de todo ello o de cosas relacionadas con lo mismo».

En la imagen: licántropo vestido muy elegante a la moda que venía de Francia, según un bestiario del siglo XVI.

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