domingo, 25 de octubre de 2009

El jardín de los árboles soñados

En el jardín de los árboles soñados hay un árbol cuyas hojas son verdes por una cara y rojas por el envés. Hay un árbol enorme con un grueso tronco que se bifurca y que con sus ramas forma una amplia jaula-comedero que alberga diferentes aves de plumajes muy vistosos. En el jardín de los árboles soñados hay un árbol que mata a todo aquel que duerme bajo su copa; incluso al que se tumba al fresco de su sombra y no duerme, cuando está desprevenido, lo mata. «Aún no me había dormido», le acusa el muerto. «Cómo quieres que sepa si estabas dormido o despierto, si soy un árbol», le responde. En el jardín de los árboles soñados crece un árbol muy pequeño cuya única particularidad es que, en primavera, con todo ese maldito polen que se desprende de las flores de otros árboles, tose como un viejo. Hay otro árbol que siempre está verde excepto de noche, que se torna oscuro. En el jardín de los árboles soñados hay un árbol repleto de frutas dulces y brillantes del que dicen que el que las come olvida todos sus recuerdos y se vuelve un salvaje incapaz de entrar en razones. En el jardín de los árboles soñados hay un árbol que da por un lado manzanas y por el otro ciruelas claudias. «Es un injerto», dice de él el árbol chivato. En el jardín de los árboles soñados hay un árbol cubierto todo de musgo que no tiene nombre en latín. Y hay un gato, que por ser de pelaje tricolor dicen que es gata, que sube por los troncos, se lima las uñas en la corteza y caza pájaros de rama en rama, con singular maestría. En el jardín de los árboles soñados hay un par de árboles que no pueden ni verse. Y hay un árbol de buen porte en cuyas ramas descansan las cabras siempre y cuando los monos las dejen estar y no se entretengan tirándoles nueces a la cabeza. En el jardín de los árboles soñados hay un árbol cuyos frutos convierten el agua en vino y el vino en vinagre. Y hormigas que suben y bajan por los troncos. Y escarabajos, y moscas, y chinches, y diminutas crisálidas que cuelgan de las ramas como frutos verdes. Y los desordenados huesos de un perro enredados entre las raíces, buscando día tras día, la manera de recomponerse.

29 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha animado su fantástica descriptonarratión a lanzarme al estanque del jardín y romper, por una vez, mi norma de no escribir nada propio en mi propio blog.
Pero para qué sirven las normas si no.

Arkab dijo...

Harry, va a tener que dejar usted de consumir clorofila y antocianina, que mire qué cosas que me sueña después. Me voy a por churros, que me han dicho que son buenos para el colesterol. Para uno no, pero oiga al colesterol me lo pone más contento que unas pascuas. Hala, que voy a por los churros.

Javier de la Iglesia dijo...

¡Qué preciosidad de sueño de árboles! Ya sabe que el doctor Jung con toda seguridad, si a usted se le ocurre acercársele con un sueño de árboles de ese estilo, es que de inmediato le mete mano (quiero decir, a su sueño de árboles; no a usted). Y lo mismo haría, desde otro ángulo, Mircea Eliade. En realidad todo el club Eranos estaría entusiasmado con su sueño, le invitarían a pasar una temporada en la Casa Eranos de Ascona, le llevarían a todos sus coloquios...Menos mal que no ha soñado que casualmente se halla colgado boca abajo de un árbol y que resulta que es un fresno noruego, porque entonces... (Ah, pero tengo entendido que a usted no le gusta mucho el doctor Jung, ni demasiado aquella gente del tal club de Ascona).¡Con lo simpáticos y lo gnósticos que eran!

Anónimo dijo...

Bueno, pues si no le gustan Jung y co. siempre le quedará la rama de Fraser, digo yo.

Harry Sonfór dijo...

Pues ya me alegra que le haya animado, lady in the radiator. Y encima parece que le ha animado más que bien.

Harry Sonfór dijo...

No se preocupe, Arkab, hace un tiempo vi en la tele a un señor que decía que los churros no engordan. Igual debemos tener en cuenta que el que lo decía era churrero de profesión. En todo caso, un churro no es más que hidratos de carbono, aceite vegetal requemao y azúcar por encima. Vamos, como la dieta de la alcachofa pero al revés.

Harry Sonfór dijo...

Simpáticos y fiesteros tenían que ser los del Club Eranos de aquellos tiempos. Bueno, yo me los quiero imaginar un rato impartiendo conferencia sobre el ármol místico y los orígenes mandalinos y luego al rato ya tomando unas copas y bailando congas, porque todo el día tan sesudos no se puede vivir. Sí que me gusta Jung, Javier, me divierte más Freud, más que nada porque Jung me parece que le da tanta importancia al mito y a los arquetipos que no deja espacio para la improvisación, pero me lo he pasado muy bien con él, sí. A Eliade le pillé manía de tanto leerlo, por pesao. Pero no sé si por pesao él o por pesao yo, que en un tiempo me leí todo lo que había publicado suyo. Así es normal que uno se canse.

Harry Sonfór dijo...

Huy, la rama, lady, ese libro lo tengo en una edición mexicana del 74. Digo la versión abreviada, porque la edición monumental en varios tomos no sé si se llegó a traducir al español. Que casi mejor, porque esta edición ya tiene el papel lo suficientemente fino y la letra lo suficientemente pequeña como para perder ocho dioptrías en cada capítulo. Pero bien, es un libro muy salao. Te da respuesta a cualquier fiesta de pueblo. Que los del pueblo golpean en el suelo con un palo: mito de fertilidad. Que bailan con unos palos: mito de fertilidad. Que se pegan con unos palos: mito de fertilidad. Que hacen una merienda cena: mito de fertilidad. Es un libro bien bonito.

Anónimo dijo...

casi tanto como las meriendascenas, sí señor.

anagadner dijo...

jo, mire usté que no pensba que fuera un sueño sino una ensoñación, un alarde de imaginación consciente, no de la del subconciente...y yo ya lo estaba viendo a colorines como la peli de charly y la fábrica de chocolate...y me algraba saber que cualquier día de estos iba a continuar con otro alarde.Ahora ¿tendré que esperar a que se duerma?snifff

Anónimo dijo...

Un cuento delicioso con el final más profundo que he leído en mi vida.
Esto que usted ha escrito no es cosa pequeña. No es adarme.
Y creo que a Carl Gustav y a Mircea también les gustaría mucho.

Harry Sonfór dijo...

Huy, no, anagadner, que alardes me quedan durmiendo y sin dormir. Tiempo es lo que necesito, que me llevan a maltraer.

Harry Sonfór dijo...

Muchas gracias, Mis adarmes, por sus piropos y por la promoción en su blog. Pero ojo, que si me dicen esas cosas me pondré tontín, que no estoy acostumbrao a estos piropos.

anagdner dijo...

Ahhhjajá...já...MMMM...me alegrooo, no de que le falte tiempo, no, sino de que realmente sea una expresión de su despierta imaginación despierta.De esta manera "sólo" habrá que esperar a que rasque un poco de tiempo por algún sitio.
Alardée pordios...

hacedor de diccionarios dijo...

Harry, asomo la cabeza por primera vez en esta tu casa para decirte que es un relato precioso, si se me permite el halago

Portarosa dijo...

Lo digo en serio: está usted chalado. Lo digo muy en serio.

Harry Sonfór dijo...

Pues muchas gracias, hacedor de diccionarios, es un placer verle por aquí.

Harry Sonfór dijo...

Madre de dios, qué perra le ha dado, Portorosa. En todo caso, imagínese usted que lo estuviera. Se lo pongo a modo de parábola a ver. Imagine que servidor tuviera una chepa, una chepa, ahí en la espalda, ni grande ni pequeña, una chepa. Y que llega usted y a cada foto que me ve me dice: «tiene usted chepa», otra ves: «esa chepa se la tiene usted que mirar», otro día «huy...esa chepa...». ¿Ha pensao que esa insistencia en el tiempo me puede causar un trauma chepístico?

Helter dijo...

A mí me ha recordado esos cuentos de Las mil y una noches en los que salen jardines mágicos y árboles autómatas que hacen música al moverse.
¿Y no se le podría dar cristiana sepultura al perrillo ese pa que descanse en paz, o algo?

Harry Sonfór dijo...

Jo, árboles autómatas, Helter, y pajaricos de metal que cantan. Si al final va a ser verdad que se nos va la pelota. Ay. ¿Y usted cree que un perrillo descansa si recibe cristiana sepultura?

Badil dijo...

Haaaaaaaaaaaaaaaaala de gente!
¿Dónde quedó aquello de cómprate un duro de bosque y te pierdes?
Me escriba ahora un sueño de alpargatas perdidas y ni Cristo se libra de compañía

Arkab dijo...

Ay, qué nervios que pasado mañana empiezan los granjeros y sale uno de mi pueblo que antes era estríper y ahora es granjero. Ay, que nervios, Señor.

Oiga, Harry, ¿a usted sus vecinos también le pasan los cupones de la ONCE por la chepa para que les traiga suerte?

Harry Sonfór dijo...

¿El striper es de su pueblo? madre mía, y yo ahí poniéndolo a caldo, que si ese tipo no quiere una buena mujer para formar un hogar cristiano, que lo que quiere es hacerse famoso en la tele y luego salir en los programas ahí vestido de granjero y arrancándose de un tirón el peto de granjero con velcros para lugo frotarle la cebolleta a todas las presentadoras... Y ahora resulta que es de su pueblo.

miguelgato dijo...

Yo muchas veces sueño con un arbol descrito por uno de mi pueblo que mentía mucho.
Era un higuera enorme en la que acostumbraba a pararse una también enorme bandada de tordos a comerse las "vebras". Harto de los tordos, el dueño de la higuera la embadurnó de vesque para cazarlos.
Los tordos se pararón como todos los días y cuando se hubieron saciado emprendieron el vuelo arrancando de raiz la higuera.
Mas o menos en la vertical de Castellón y debido al calor el vesque se derritió y la higuera cayó.
Contaba también el de mi pueblo que antes de ser arrancada en mas de una ocasión se paraba un batallón de infantería de maniobras y se subía entero a comer higos. Cuando el turuta tocaba llamada, a los que había en la copa había que subir a avisarles porque no oian la corneta.
Este arbol hubiese pintado bien en su jardin siño Harry.

Harry Sonfór dijo...

Esta historia que cuenta es muy bonita, Miguelgato. Ese vecino suyo estaba a la altura del barón Münchausen. Muchas gracias.

anagdner dijo...

huys, si si, que historia tan buena miguelgato, que historia...

Santiago Cabello dijo...

Pues sí, miguelgato, me recuerda a las historias que contaba otro -igual eran parientes- que era de Ricla y aseveraba que un día se echó al Jalón a nadar y se perdió en una cueva y le costó salir varios días. También contaba algo de un bicho que era medio pez, medio mamífero, que vivía en el río y era muy grande y se comía las ovejas que se acercaban a beber a la orilla.
Oiga ¿y esa del de su pueblo que se olvidó el vaso para beber gaseosas del Tigre en el campo y las echó todas al regacho para amorrarse a beber un poco más abajo? ¿O era de Pradilla?
Sí señor, historias bien chulas y bien surrealistas.

Portarosa dijo...

Está bien, está bien...

Portarosa dijo...

Y la historia de la higuera, preciosa, sí.