sábado, 29 de septiembre de 2007

Una noche movida

Gregorio Samsa se despertó una noche después de un sueño intranquilo, encendió la luz y se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Apagó la luz. A los cinco minutos, sintiendo con pesar que no conciliaba el sueño, encendió la luz y se vio convertido en una enorme célula eucariota con un colorido aparato de Golgi. Apagó la luz. Pasaron diez minutos y Gregorio Samsa encendió la luz. Se vio a sí mismo convertido es un desfile militar prusiano, con una orquesta tocando al fondo y una larga fila de niños vestidos de uniforme cantando el himno nacional al tiempo que llevaban el ritmo con sus brazos. Apagó la luz. Pasados unos trece minutos volvió a encender la luz y se vio convertido en un jarrón color tierra rojiza de la dinastía Qing. Apagó la luz. A los 30 minutos encendió la luz y se vio convertido en una flor de la vainilla, que a su vez estaba en la mano de un recolector de vainilla, que a su vez sonreía a una persona a lo lejos y le decía que sí, que este año la cosecha sería buena. El hombre, al fondo, se tocaba el ala del sombrero y sonreía. Gregorio Samsa apagó la luz. A los cinco o seis minutos volvió a encenderla y se encontró sobre la cama con la forma de un pelo enorme, casi tan grande como el pelo de Dios de Aloysius Bertrand. Apagó la luz. A los tres minutos encendió la luz y se vio como una granada abierta, con cientos de semillas rojas y brillantes y una parte de ellas, bajo una pleura amarilla, que tornaban a marrón y se decían: estamos echadas a perder. Apagó la luz. A los siete minutos encendió la luz y se vio como una placa de aluminio anodizado en oro con grabados muy extraños girando en el espacio. Apagó la luz. A los doce minutos volvió a encender la luz y se vio como Gregorio Samsa. Apagó la luz y durmió plácidamente hasta la hora de comer.