jueves, 31 de julio de 2008

jueves, 24 de julio de 2008

Avellanas


—Dame avellanas.
Me dice; y yo, despacio, rascándome el costado bajo la camisa y representando el gesto de darle poca importancia, como si fuera un acto natural y rutinario, camino por el pasillo hasta la cocina, abro el tarro de las avellanas, tomo un puñado, las echo en un plato pequeño de loza que guardo para ese fin en el armario y vuelvo hasta la habitación con el platito en la mano, lleno de avellanas tostadas, unas con piel, otras peladas; lo dejo sobre el mantel, que está sobre la mesa, mientras el niño del abrigo me sigue, paso a paso, con la mirada. «Puedes comer», le digo, y entonces el niño del abrigo acerca su pálida manita al plato, coge una avellana, me mira durante un instante y se la lleva a la boca. La pasea durante un rato por la boca, de un carrillo a otro, y luego la mastica con ganas. El niño del abrigo me mira fijamente y yo le digo «puedes comer más» y el niño del abrigo vuelve a sacar su manita del bolsillo, la acerca al plato manteniendo una distancia y luego, rápidamente, como un pillo callejero, roba otra avellana, se la lleva a la boca, la pasea de un lado a otro y, al rato, la mastica. Al niño del abrigo le gustan mucho las avellanas, cada vez que viene me pide avellanas. Yo, mientras, me sirvo un vino en el vaso de vino que uso cuando viene el niño del abrigo. Y espero. A la cuarta o quinta avellana, el niño del abrigo se rasca la cabeza, se acomoda en la silla y comienza a contarme cómo es su vida allí lejos. Es cierto que casi siempre me cuenta lo mismo, pero yo siempre lo escucho como algo nuevo. «Puedes comer más, son todas tuyas», le digo, y el niño del abrigo me cuenta todo eso que no podría ahora explicarles. Bien, quisiera narrarles detalladamente todo eso que me cuenta, pero comprendan que me resulta muy complicado, también doloroso. Él me cuenta que allí donde está siempre hace frío, que es un frío que se siente en la piel, en la carne y en los huesos, y dentro de los huesos, más adentro del tuétano, también. En el tuétano del tuétano del tuétano de los huesos tienen frío, constantemente. Él me cuenta que el vacío que nosotros imaginamos como vacío está mucho más habitado que el vacío que perciben los que están allí. Allí hay días muy largos donde no hay nada (mucho menos que nada para nosotros), y días que se topa con grandes grupos de gente que van y que vienen, que se empujan unos a otros, que gritan, lloran, se desesperan y que se enfadan porque no saben dónde están. La oscuridad vacía que tienen allí es de un blanco lechoso que no les deja descansar, sin día y sin noche. Eso me cuenta mientras come avellanas. Yo sé que el niño del abrigo ya no aprecia el sabor de las avellanas, pero me dice que le gusta su sabor y su forma, y se las lleva a la boca, las mastica, los carrillos se le colorean de un bonito tono rosado y los ojos se le iluminan y brillan como si tuvieran vida. ¿No es más que suficiente eso? Pasado un rato, el niño del abrigo me dice que tiene que irse, que lo llaman, yo le pregunto que quién lo llama y él me dice:
—Me llaman, debo marchar.
Entonces, acerca su manita al plato, coge de un puñado todas las avellanas que puede y las guarda en el bolsillo derecho de su abrigo. Luego su imagen se diluye y me deja aquí solo, esperando su vuelta, pues no tiene hora fija para aparecer.

martes, 22 de julio de 2008

Matthew N. Payne


Poco o casi nada sabemos de la vida y obra del poeta Matthew N. Payne, precursor del libreversismo y autor influyente en la obra de Walt Whitman. Matthew N. Payne (bautizado Matthew Singer) nació en Camden, Nueva Jersey, en la primera década del siglo XIX. Hijo de una familia protestante, se diplomó en derecho y trabajó como abogado la mayor parte de su vida, alternando su puesto en un bufete de Nueva Jersey con el oficio de escritor. En vida, publicó dos libros, La luz a través de los árboles encerados y Cantos de la tierra mojada, publicados respectivamente en 1845 y 1847 en Trenton (actualmente reeditados).
Su poema épico Dolor, angustia de lo perdido (quinto poema de Cantos de la tierra mojada) le brindó cierto reconocimiento entre los poetas y críticos americanos e ingleses de la segunda mitad del siglo XIX.

DOLOR, ANGUSTIA DE LO PERDIDO

Dolor, intenso dolor
angustia de lo perdido que
se desvanece
como arena entre los dedos.
Dolor, intenso dolor
miedo
que se adentra en lo más oscuro del espíritu
tan lejano
tan profundo
en la inmensidad del alma.


Al final de sus días, Matthew N. Payne renegó de la casi totalidad de su obra poética, especialmente de las piezas compuestas como versos libres, y volvió a las clásicas estructuras métricas. Así lo expresaba a su amigo M. T. R. en una carta fechada en 1876:

«...Repudio el verso libre. No sabes en qué medida me arrepiento de haber creado (y en mi juventud, propagado con tanto entusiasmo) el verso libre. Ahora, quebrantadas las bases de la métrica, cualquier patán zampabollos se cree poeta escribiendo versos cortos y largos según le plazca, al libre albedrío de la tontuna superficial y amanerada de un perfumista mezclador de palabras que suenan bien, que se repiten en unos y otros hasta la náusea».

Matthew N. Payne no pudo ver editado su nuevo libro compuesto con métrica tradicional Cantos de Otoño, pues días antes de su publicación fue atacado por una jauría de perros rabiosos en un bosque cercano a Trenton. Sus restos descansan en el cementerio de Middlesex.
Posteriormente, los defensores de la métrica tradicional tomaron el suceso acaecido con los perros como un castigo divino por transgredir las normas clásicas de la composición poética. Al mismo tiempo, los defensores de la métrica libre lo tomaron como un castigo divino por su retorno a la métrica tradicional. Por último, los perros rabiosos lo tomaron crudo.

lunes, 21 de julio de 2008

El videoclip del mes



No tengo ni que decirles que es mi videoclip del momento. Que me gusta todo de él. Que me gusta la versión, la coreografía, la localización de exteriores y todo. Ya está.
Presidente: ¿Por qué te vas?

domingo, 20 de julio de 2008

Una silla

—En esa silla, hará ahora treinta años, se sentó mi abuelo y fue lo último que hizo. Se sentó y se quedo muerto. Mira si era malo ese hombre que, desde aquella tarde, mosca que se posa sobre la silla, mosca que cae muerta. Mosquito que se posa sobre la silla, mosquito que cae muerto. Hasta la carcoma de las patas se murió tras sentarse mi abuelo. Yo digo que algo quedó en ella de mi abuelo, no sé si su muerte o lo malo que era, pero es un hecho que algo queda en esta silla que mata a todo el que se sienta en ella. Hará cosa de ocho años que un día vino el cobrador del Ocaso, le hice pasar, fui un momento al cuarto de estar a por el dinero y cuando volví me lo encontré sentado sobre la silla. Muerto pero bien muerto. ¿Recuerdas esa perrita que tenía la vecina, esa blanca y negra tan graciosa que ladraba a todo aquel que le parecía que no era de la casa? un día dejé la puerta de la entrada abierta, se coló y con tan mala fortuna que pegó un brinco sobre la silla y la pobrecita se quedó ahí.
—Yo las miro, primero a la silla, luego a la mujer. Después, vuelvo a mirar hacia la silla. Me quedo quieto, no sé qué decir.
—Espera un momento que te traigo las vueltas —me dice, y veo cómo se aleja por el largo pasillo caminando a pasitos cortos, arrastrando las zapatillas por el suelo de baldosa—, un momento que lo tengo preparado.
—Y yo vuelvo a mirar la silla. Es una silla normal, me digo, más bien fea, y pienso que a veces una serie de coincidencias convierten a una simple silla es la responsable de todos los males del mundo. Me siento sobre ella por el gusto de probarla, de notar esa sensación de peligro que produce infringir las leyes de las supersticiones. Me siento y sonrío. No sucede nada. La silla está aquí, yo estoy sentado sobre ella, todo está bien. Veo que vuelve por el pasillo la mujer, caminado a pasitos cortos. Me fijo en su cara y veo cómo sus ojos se estiran hacia arriba, como los ojos de los personajes de los dibujos animados. Se estiran mucho más y ahora ya parecen dos ampollas de cristal alargadas que rebasan el límite de las cejas, luego de la frente, luego sobrasalen monstruosamente por su cabeza, que ahora se ve mucho más chica, seca y negruzca, y se curvan hacia atrás. Doy un respingo y salto de la silla. Tomo el dinero de las manos de la mujer, lo meto en mi cartera y salgo de la casa casi sin despedirme. Bajo las escaleras de dos en dos hasta llegar al portal. Abro la puerta y respiro profundamente. Hace un precioso día de verano.

lunes, 14 de julio de 2008

Expo Zaragoza 2008

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Si antes de venir a la Expo, desean conocer más sobre la ya famosa hospitalidad aragonesa, no duden en pinchar aquí.

Si además le hace ilusión ver a una señora mayor saludando a todos los visitantes de la Expo Zaragoza 2008 en diferentes idiomas, pinche aquí.

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Si lo que quieren ver es un vídeo documental conceptual que no fue admitido porque aportaba demasiada información y no salían animaciones de florindangas de esas que crecen y lo llenan todo hechas con flash que usan los diseñadores para llenar de contenido artístico-visual carteles páginas web y flyers, pinche aquí.

Si quieren ustedes ver a una señorita humorista contando el chiste de los huevos, no dude en pinchar aquí.

Una película para Badil

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viernes, 11 de julio de 2008

Ceremonia de presentación Expo Zaragoza 2008, lo que nunca vimos

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Del diario de Stephanus Wienner

Margarita, Margarita, Margarita era como una flor; con su estigma, su estilo, su ovario, su nectario, su corola, su pedículo, su estambres y ese polen que impregnaba todo en primavera que te jodía la vida.
Del diario de Stephanus M. Wienner, primo hermano de los hermanos Wienner, refiriéndose a una antigua novia de su etapa pospuberal.
Circa, 1908.

jueves, 10 de julio de 2008

Un experimento ocultado por la ciencia (II)



Juicio de Alphonse Wienner contra el Club de la Pipa, Circa, 1896

miércoles, 9 de julio de 2008

Un experimento ocultado por la ciencia


El 22 de octubre de 1891, el joven empleado de banco e inventor Murray S. Wienner registró en la oficina de patentes de la ciudad de Circa su «ingenio eléctrico reductor de cráneos». Murray S. Wienner se sirvió de su hermano gemelo Alphonse para experimentar con su nueva máquina, como muestra la doble exposición fotográfica, único documento gráfico que queda de su estudio El jibarismo eléctrico, utilización del ingenio reductor de cabezas, usos y aplicaciones (publicado en Circa en 1894, del que tan sólo quedan media docena de ejemplares). De su hermano Alphonse se conservan varias cartas que envió a su prometida, Mary Anne Rowe, en el tiempo que pasó en la mansión de la familia Loxley, durante su estancia en Cambridge; cuatro de las cuales narran con detalle las contrariedades que Alphonse sufrió tras el experimento (cefaleas constantes, expulsión del distinguido Club de la Pipa de Circa, lagunas en la memoria y falta de apetito, entre otros).
«Mi adorada florecita, como te comuniqué en mi última carta, me encuentro en cama aquejado de una terrible migraña que me impide realizar cualquier labor. Sin ir más lejos, el intento de seguir con la vista lo que la pluma traza sobre el papel me está resultando un verdadero martirio...».
(Es posible consultar la publicación de las cartas completas en el número 87, pp. 208-235 de la revista Science & Mental Medicine, Minnesota, número doble especial, agosto, 1972).
Respecto a la máquina, no se conserva ni una sola pieza de ella, pues desapareció, junto al propio Murray y sus libros de anotaciones, en el incendio que asoló parte del barrio antiguo de la ciudad de Circa en 1902.

sábado, 5 de julio de 2008

Haga feliz a un ser humano (y si usted encuentra esa canción dice que le recompensará)



El señor David anda buscando un tema que le marcó hará cosa de tres años y que no encuentra.Es de Gabriel Cardoso y se titula «Viva Expo 98». Yo he buscado en el youtube, en el limewire y por páginas interniles y no he encontrado más un LP suyo que se puede descargar previo pago pero que no tiene ese tema. ¿Alguien sabe dónde encontrar esa bonita canción y así convertirlo en el hombre más feliz del planeta?

miércoles, 2 de julio de 2008

Sobre el arte de invocar a los ángeles (2)

En la tarde del 12 de mayo de 1889, la joven médium Mary O’Connell hizo aparecer ante una sala llena de curiosos asistentes de la pequeña localidad de Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch (isla de Anglesey, Gales), al ángel Agaragarabagradiel, que se presentó como un «ser de fuego, lleno de poder y furia ardiente de Dios». Ante la pregunta de uno de los periodistas allí convocados sobre «cómo invocar a los ángeles» el ángel Agaragarabagradiel respondió «los mortales no podéis invocar a los ángeles, pues vosotros fuisteis creados de barro y nosotros de esencia de Dios pura» y desapareció tras un fuerte estampido, que los asistentes identificaron como «algo parecido al disparo de un cañón». La médium Mary O’Connell quedó sumida en un profundo coma que la mantuvo en estado vegetal durante 55 años. Durante este tiempo, fue trasladada a varios hospitales, hasta que en el año 1928 un consejo de doctores europeos decidió mantenerla como paciente interna en el hospital de Dresde (Sajonia, Alemania). El 7 de octubre de 1944, Mary O’Connell despertó del largo letargo, pidió un vaso de agua y, no sin dificultad, expresó que deseaba ver a sus padres. Dos horas después, un ataque aéreo del ejército norteamericano lanzó dos bombas sobre el ala oeste del edificio del hospital y Mary O’Connell, de 78 años de edad, pereció junto a otros 35 pacientes, 22 enfermeras, cuatro médicos y un hombre de 45 años que estaba en ese momento visitando a un familiar enfermo.

martes, 1 de julio de 2008

El viejo chiste del loro

Entra un hombre o una mujer en una pajarería, se entretiene mirando las jaulas de los pájaros y al rato se acerca al ornitovendedor.—Hola, buenas tardes, querría comprar un loro.
—Acompáñeme —le dice el ornitovendedor, mientras le hace un gesto de venga venga con la mano extendida.
—No faltaba más —le responde el comprador o la compradora.
—Mire qué loro más majo.
—¿Cuánto vale?
—1200 euros.
—¿Y cómo que vale 1200 euros?
—¿Que cómo que cómo vale 1200 euros? Oiga, este loro recita la lista de los reyes godos a la perfección.
—Ah, bueno, está bien... pero no es lo que buscaba...
—Mire este otro loro. Le canta el romance de La Lirio igualito igualito que Nati Mistral.
El loro, al oír la palabra «lirio», se pone todo hueco y canta perfectamente entonado:
—La Lirio, la Lirio tiene, tiene una pena la Liro y se le han puesto las sienes moraítas de martirio...
—¿Y cuánto vale este loro? —pregunta el/la comprador/compradora.
—El loro de la Lirio vale 1800 euros. Pero ojo, que los vale, mire qué planta, mire qué voz —le responde el ornitovendedor.
—Cantar mal no canta, pero yo quería otra cosa... Oiga ¿y este loro chuchurrío y viejo de la jaula del fondo cuánto vale?
—¿Que cuánto vale este loro chuchurrío y viejo de la jaula del fondo? este loro, este loro chuchurrío y viejo de la jaula del fondo vale 7800 euros, pero ojo, que es una maravilla de loro —le dice el ornitovendedor.
—Para costar eso, ya tiene que ser bueno el loro, sí ¿y qué hace? —pregunta el/la comprador/a.
—Huy, este loro es una maravilla. Mire ¿ve esta cintita de raso verde que lleva en la patita izquierda?
—La veo, la veo.
—Pues mire qué maravilla, si le tiro de la cintita verde le canta en francés perfecto con acento belga el Ne me quitte pas.
El ornitovendedor da un tirón de la cinta verde y el loro se pone a cantar:
—Ne me quitte pas, il faut oublier, tout peut s'oublier, qui s'enfuit déjà, oublier le temps, des malentendus, et le temps perdu, a savoir comment, oublier ces heures, qui tuaient parfois, a coups de pourquoi, le coeur du bonheur, ne me quitte pas, ne me quitte pas, ne me quitte pas, ne me quitte pas...
—Ah, muy bonito, muy bonito... cómo canta de bien el loro —dice admirado el/la comprador/a.
—Pues mire —le dice el ornitovendedor— ¿ves esta cintita de raso azul que lleva atada en la patita derecha? pues si tiro de ella le canta el Irish rover en perfecto irlandés. Mire —el ornitovendedor tira de la cinta azul que lleva atada el loro en la patita derecha y el loro se pone a cantar:
—In the year of our Lord, eighteen hundred and six, we set sail from the Coal Quay of Cork, we were sailing away with a cargo of bricks, for the grand City Hall in New York...
—Ah, pue sí que canta bien este loro en irlandés, sí... Oiga —le dice el/la comprador/a al ornitovendedor— ¿y si tiro de las dos cintas a la vez?
–¡Me caigo, hijoputa!* —le responde el loro.

*O hijaputa, si ha decidido que el supuesto comprador sea una compradora.