lunes, 17 de diciembre de 2007

Sobre el arte de invocar a los ángeles


Dicen los cabalísticos que el arte de invocar a los ángeles no es del todo recomendable, pues al llamarlos y someterlos a tu presencia en el plano terrenal quién se aparece no es el ángel blanco sino su doble negro, su sombra, su extensión negativa. Valga que lo que se presenta, si fuera un árbol, sería más bien la extensión de sus raíces en lugar del tronco con sus ramas, sus hojas, sus flores y sus frutos. Sólo una vez invoqué a un ángel, y resultó ser más bien pequeño si no canijo, renegrido, farfullador, metiche, sucio y grosero, canso hasta la extenuación, bravucón en las maneras y pusilánime en los hechos. En poco más de dos días me cambió de lugar los muebles del salón, con poca gracia o más bien ninguna; me robó el pasaporte e intentó venderlo por teléfono llamando a más de veinte sitios; se puso buena parte de mi ropa, mandó coser dobladillo en los bajos y acortar cinco pares de pantalones que ahora resultan inservibles o ridículos si me los intento poner; mató quince de mis treinta gallinas más el gallo; me llenó de letras raras una de las paredes del dormitorio que aún, tras dos capas de pintura acrílica mate y una tercera satinada, se resisten a desaparecer; molestó a los vecinos una noche sí y otra también dejando caer de madrugada todas las monedas que llevaba en el bolsillo y corriendo arriba y abajo por las escaleras; se bebió y comió todo lo que había en la nevera, más buena parte de la despensa; rompió dos cristales de ventana, la mesa de cristal del comedor y un jarrón pequeño marrón al que tenía en gran estima no por su valor sentimental sino por su valor económico. También secó con su orín dos plantas de interior: una, la palmera que tenía bien crecida, y dos, otra más bien pequeña, de la familia de las siemprevivas, que agonizó tras su marcha durante una semana hasta dejarse morir por puro agotamiento. Cambió los cuadros de sitio, donde estaba el grande puso el pequeño y donde estaba el pequeño puso el grande, sin orden ni concierto, sin buena o mala intención, por el simple hecho de cambiarlos de sitio. Inutilizó dos sartenes quemando azúcar y el fondo de un puchero, que estaba nuevo, rayando el teflón con un tenedor metálico; rompió el frasco del arroz; donde estaba el azúcar puso la sal y el azúcar, aún no sé dónde metió el azúcar. Rompió y deshilachó los bajos del sofá, como si por él hubieran pasado mil perros; arañó los muebles de madera; hizo un agujero en un muro maestro por el que puedo pasar la cabeza; cubrió una puerta entera con estampas de santos sujetadas con chinchetas; lavó al gato; quemó ocho pares de cortinas, rompió la manecilla de otra puerta, marcó con bolígrafo líneas enteras de más de treinta libros y muchas de ellas añadiendo flechas, círculos y frases con exclamaciones; inutilizó tres llaves, siete cucharas y dos despertadores (el uno ahora va hacia atrás, el otro pasa de las siete a las ocho y media y de las ocho y media a las doce); contestó al teléfono cuando estaba en casa diciendo que no estaba en casa e imitó mi voz cuando me encontraba fuera de ella respondiendo cosas personales o íntimas o inventadas para hacerme quedar mal frente al interlocutor del otro lado del teléfono. Arañó los muebles de la cocina, salpicó de pintura para exteriores la colcha y las mantas de la cama. Rompió dos copas. Decoloró con lejía una alfombra que, aunque antigua, lucía bien conservada. Inutilizó la batidora y su vaso medidor mezclador. Se suscribió a tres catálogos de venta por correo. Firmó con mi nombre tres seguros de vida. Me hizo la broma del sobre con las sábanas siete de cada diez de los días que estuvo viviendo aquí (y siempre, hasta el último día, le hacía la misma gracia cada vez que veía que caía de nuevo en su juego). Entabló amistad con una pareja de testigos de Jehová, el uno sordo, la otra coja, que ahora vienen preguntando por él cada quince días y se van pensando que les miento cuando les digo que ya no vive aquí. Llenó de cal la lavadora. Dio mi número de teléfono a media ciudad para que preguntaran por él (y lo hacen sin parar); rayó la superficie de la bañera; rompió el asiento del sillón a puro de tirarse en plancha una y otra vez sobre él. Perforó dos tuberías y obturó la general con papeles de periódico y revistas. Luego se fue y me dejó muy solo.

19 comentarios:

Javier de la Iglesia dijo...

"¿Quién si yo gritase me oiría desde los órdenes angélicos?"
"Todo angel es terrible" ¿Verdad?

Magnífico relato.

Fuerte abrazo

Harry Sonfór dijo...

Muchas gracias, querido Javier, sabes que tu aliento me sienta de gloria.
«Los ángeles (se dice) no saben a menudo si andan
entre los vivos o los muertos.»
Abrazo gordo.

Anónimo dijo...

¡Por Dios! Disculpas.
Le he quitado al ángel su atildado sombrero! No tengo perdón.
Otro abrazo

Anónimo dijo...

Sònfor, es usted delicioso. Mil gracias.

Anónimo dijo...

Acabo de caer en la cuenta de que los Harrison tenían libros repetidos. Tal vez fuese porque leían al mismo tiempo el mismo libro y no querían molestarse el uno al otro. Bueno, también veo que Brokeback Mountain se ha convertido en el anuncio de Marlboro.

Lástima que un texto tan bonito tenga que ser coronado por esos ángeles sin tilde, ¿ha probado a poner directamente la letra acentuada empleando código ASCII?

Harry Sonfór dijo...

Graias a usted, Faren, por entrar. Por cierto ¿que va a venir para navidades o qué?

Harry Sonfór dijo...

Arkab, que no, que no son libros repetidos sino de la misma colección. Lo que son es desordenados, o más bien llevan un orden raro. Los libros que usted ve como repetidos en realidad son el tomo I, el tomo II, etc., de diferentes colecciones. En su momento el señor Harrison decidió poner las colecciones todas juntas (y alguna se mantiene así, con ese orden), pero la señora Harrison decidió que sería más práctico ponerlo todo por orden alfabético. Más práctico será, dijo el señor Harrison, pero queda más feo ver un libro alto y luego uno bajo, un libro con el lomo rojo y luego otro con el lomo blanco, y luego otro con el lomo negro, y luego otro con el lomo marrón, y luego otro con el lomo dorado, y luego otro con el lomo a vetas rojas y blancas, y luego otro con el lomo encuadernado con papel veneciano, y luego otro con el lomo azul marino. Para ya, le contestó la señora Harrison al ver que la lista de colores de lomo podía hacerse interminable, el índice alfabético es más práctico. Ya, pero alfabético de qué, contestó el señor Harrison, porque podemos colocar los libros por orden alfabético de nombres de autores, o de apellidos, o de materias, o de títulos, o de editoriales, o también por orden cronológico de fecha de compra, o de fecha de edición o de fecha publicación o de fecha de cuando el autor escribió el libro. Al final, el orden de la librería es un poco caótico, pero si se busca se acaba encontrando el dichoso libro.
PS: el código ASCII es para mí un misterio insondable, se lo juro...

Anónimo dijo...

No tengo ni idea de blogs, pero sé que se pueden usar códigos HTML, de los cuales sé aún menos, pero si usted sabe algo los códigos para HTML son:

á = á
é = é
í = í
ó = ó
ú = ú
ñ = ñ
Ñ = Ñ
ü = ü
Ü = Ü

Si no le sirve tampoco, entonces no nos quedará más remedio que echarle la culpa al ángel cabroncete robatildes.

Anónimo dijo...

Hostia, pues funciona; he escrito el código y me lo a transformado en el carácter, qué cosa más mágica de la muerte.

Se los pongo de nuevo pero poniendo un espacio entre el signo & y el resto del código (espacio que usted deberá quitar para probar en el título).

á = & aacute
é = & eacute
í = & iacute
ó = & oacute
ú = & uacute
ñ = & ntilde
Ñ = & Ntilde
ü = & uuml
Ü = & Uuml

Harry Sonfór dijo...

Pues me ha dejado igual, que me pone no sé qué de & aacute y no sé si lo debo poner entre paréntesis o entre < o entre qué cosas... Ay, qué lío.

Harry Sonfór dijo...

Oiga Arkab, que he estado probando y eso, que si lo pongo entre <...> me sale la letra tildada, pero con los < >, también he probado con (...) y lo mismo, y si no le pongo nada pues me sale ángel.

Harry Sonfór dijo...

Ay, qué sinvivir.
Casi que digo que así sin tildes queda precioso el título (que me he mirado veinte páginas de códigos HTML y no me aclaro y encima se me ha puesto la cabeza como una tartana).

Anónimo dijo...

Oño, que bonicos los acentos. Hay que ver. Ahora ya no habrá esdrújula que se le resista en los titulares. Podrá ser lánguido, insípido, excéntrico, típico, tópico, gótico... Le deseo toda la suerte del mundo en esta su nueva singladura a través de los procelosos mares de las vocales tónicas.

Anónimo dijo...

No es que se me haya quedado algo en el tintero, es que no se a usted, pero a mí me da mal rollo el número 13.

david dijo...

¿Hay más fotos de los Harrison?
Seguro que en la próxima, en ese estante medio vacío habrá algo...

Anónimo dijo...

Jopetas Sònfor, no se le escapa ni una. Menos mal que no le he llamado nada grosero.
Sì, iré para navidad. Estarà usted por ahì?

Harry Sonfór dijo...

Arkab: mire qué acentos más bonitos luzco en los títulos.

Helter: muchas gracias por los ánimos. Antes intentaba poner títulos con palabras llanas, pero a veces se resistían. Ya soy libre para tildar.

David: que los Harrison me dicen que no, que no hay más fotos. Que si quiero fotos que las pague. Así está la cosa.

Faren: no es difícil descubrirla, pues en su país, y mire que es grande y mire que habrá gente hablando a la vez incluso en varios idiomas, sólo hay una persona que dice «jopetas». Los demás de su país no dicen «jopetas». Venga pues, que la estamos esperando.

Miranda dijo...

Jarrisonfor.
A usted lo que le pasa es que usa el Safari. Ni tildes ni na.
Use el Firefox, y pásese a la versión Beta (que seguro que ya está en ella).

Con el Safari no ve nadena de las ofertas que Blogger le hace para las ediciones, así que anda luego con esos lios viejunos del lenguaje html.

valgamedios...que cosa más rústica el Safari. (y en el Pombo le pasará lo mismo, que hay una edición avanzada que el rústico no ofrece, una caca...)

Pueseso, beso.
Y felices de todo.
Meris.

Harry Sonfór dijo...

Pues va a ser eso, Miranda, que ando con un navegator viejuno y no me deja poner acentos. Pero mire que me resisto, que el lenguaje html tiene ese algo que no tienen otros lenguajes. Es como hacer masa para croquetas con todos los ingredientes que lleva la masa para croquetas, le des a un botón y que te salga una confitura de naranja. Para tus adentros dices «no saldrá, no saldrá» pero sale. Es como una alquimia de signos oscuros y ahora que la manejo (que la manejo para poner acentos en los títulos, no más) me da pena serle infiel con el primer navegador moderno que pase. Así que he decidido que el año que viene voy a usar los dos, el viejuno y el firefox y a ver quién gana. De este año no pasa.
Beso gordo y felices de todos.
P.s.: que hice viaje relámpago por los bilbaos y que me gusta el azul bilbao ese de las lucecicas de navidad. Que me gusta mucho. Que la navidad no, pero esas luces azules me gustan. Sí.