Esta noche he tenido en casa cenando a un señor que ha contado que hace años fue a un concierto de John Cage. Al acabar el concierto se lo encontró en los lavabos orinando, le pidió que le firmara el programa y se lo meó. Le he preguntado «Oye ¿lo puedo contar?», y me ha contestado «Claro». Y me he dicho «pues lo voy a contar» y así le dedico esta bonita anécdota a Arkab, cuya última entrada de su blog va sobre otro John, el Cale, y que en el texto que transcribe los emparenta, al Cage y al Cale, los dos juntos.
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7 comentarios:
Mas colgaos que un higo toda esta peña... Yo no digo que eso de hacer mucha cosa experimental no sea necesario, que si que lo es, pero que son unos pesadicos, siii...
Sí, yo estuve allí. Momentos después entro Marcel Duchamp y desmontó la loza.
Pues menos mal que no era una chica que le pidió que le firmara en las tetas. Que suena bruto, lo sé, pero haberlas haylas.
JUAJUAJUAJUA
Está claro que John Cage era de utilizar lo que tenía a mano, y de trabajar poco también era (véase su pieza 4:54): es lo que pasa cuando pides recuerdos a gente que con esos signos nacen (y no con la mar en calma y la luna crecida, pongo por caso)
Un abrazo
Oiga, Harry, que ya ni me acordaba de cuando hice esa entrada. A ver si pongo otra que ésa huele a pis de John Cage después de haber comido espárrago deteriorao.
Hala, que acabo de ver abajo que me ha abandonao a los perretes por las gatitas. Miau.
Pues a mi me hace eso y a partir de ese día mea con sonda ese malnasío.
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