Queridísima Putzie:
Creo que esta semana he estado trabajando otra vez demasiado duro. Duermo bastante, sueño normalmente pero me he ido a la cama a las 3 y me he levantado a las 11 la mayor parte de las veces. El problema es que eso rompe mi programa, de modo que siempre estoy demasiado cansado para escribirte y lo dejo para la mañana, y entonces, al cabo de un rato se ha ido ya el día y tú has perdido una carta.
Ayer por la noche fui a la casa de una pareja que no conoces. El tipo fue instructor en Cornell. La chica trabajó en un zoo durante un tiempo; en cualquier caso le gustan los animales. Tienen dos perros, entre ellos una perra que está a punto de tener cahorros. Ella llevó la perra al veterinario, que la examinó y dijo «Bonitos pezones», a lo que ella bajó la vista con modestia y repuso: «Oh, gracias», para embarazo del doctor.
También había allí otro colega, que tocaba el ukelele mientras el marido tocaba el clarinete y yo daba golpes en los muebles, etc., con varios objetos. Después de eso vimos fotos (Kodacrome) de Ithaca, Nueva York, de Nuevo México y de su mujer en poses atrevidas (fotos, he dicho).
Hoy me levanté pronto para ir a una reunión pero algo pasó con el reloj y llevo media hora de adelanto.
También hoy voy a verte. Te quiero mucho. Adiós, cariño.
R.P.F.
Carta enviada desde Los Álamos por Richard Feynman a su primera esposa, Arline Feynman (Arline Greenbaum de soltera). Arline, que llevaba largo tiempo internada en un sanatorio enferma de tuberculosis, murió pocos meses después.
Del libro de correspondencia ¡Ojala lo supiera!, cartas de Richard P. Feynman recopiliadas por su hija Michelle, p. 63. Editorial Crítica, Barcelona, 2005.
En la foto: Richard Feynman y Arline Greenbaum.
domingo, 7 de septiembre de 2008
18 de marzo de 1945
Etiquetas:
Criaturas del señor
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3 comentarios:
Desgradaciadamente, esa es una de las pocas cartas que pueden salvarse de ese libro. Aparte de dejarme en un estado de absoluta tristeza al comienzo, me aburrió soberanamente. Una lástima tratándose de Feynman.
A mí lo que más me gusta es ver las foticos. Y bueno, la historia de los pezones de la perra y esa estampa tan dixie-cool-beat de los amigos haciendo música en casa, que parece sacado de una película de Friz Freleng. Unas pocas páginas más y viene la carta que le escribe Feynman a su esposa muerta año y pico después, y te deja como un higo, sí. Pero como un higo.
Pero bien, me gusta más esta recopilación de cartas que las que Baudelaire mandaba a su madre, todo el rato diciéndole «mándame perricas, mándame perricas, no aguanto a tu marido, eres mala pero mala, mándame perricas».
Pues haberle mandao perricas, qué le costaba a la antipática. Una pekinesa, una caniche y una chiuaua, por ejemplo, que son de buen cuidar y te hacen pis en una caja como los gatos.
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