viernes, 24 de octubre de 2008

Dormir

No soy, me cuesta reconocerlo, un durmiente discreto y atractivo. La mayoría de la gente, cuando duerme, parece que necesita una manta; yo parezco necesitar atención médica. Duermo como si me hubieran inyectado un potente relajante muscular en fase experimental. Se me abren las piernas de forma grotesca y provocativa; me cuelgan los nudillos a ras del suelo. Todo lo que tengo dentro —lengua, campanilla, babas o aire intestinal— pugna por salir afuera. De vez en cuando, como uno de esos patos de juguete que bajan la cabeza, la mía cae hacia delante y vacío casi un litro de saliva viscosa en las rodillas, y luego cae hacia atrás para recargarse emitiendo un ruido parecido al de una cisterna de retrete al llenarse. Y ronco, con fuerza y constancia, como un personaje de dibujos animados, con los labios gomosos temblequeantes y emitiendo prolongadas exhalaciones a modo de válvula de vapor. Durante largos períodos me quedo inmóvil de una forma anormal, lo que hace que los observadores intercambien miradas y se acerquen a observarme con cierta preocupación; entonces me pongo artificialmente rígido y, después de una agustiosa pausa, empiezo a agitarme y a sacudirme en una serie de espasmos corporales que recuerdan los de una silla eléctrica cuando se acciona el interruptor. Después me estremezco un par de veces de forma excéntrica y afeminada y, cuando me despierto, descubro que todo movimiento en un radio de 500 m se ha detenido y los niños menores de ocho años se agarran a las faldas de sus madres. Es un peso terrible con el que tengo que cargar.
Bill Bryson, En las antípodas, RBA editores, Barcelona, 2006.

8 comentarios:

marideliwes dijo...

No hay ningún problema si él (o la, que vaya usted a saber) tiene un sueño tan profundo como el mio, que he compartido cama con el Capitán durante años y años sin enterarme. Supongo que para eso se inventaron las relaciones prematrimoniales... El problema es cuando, de repente, un día te despiertas en mitad de la noche y dices... ¿pero qué hace este loco roncando?, si así no hay un dios que duerma... Entonces... mal rollito, amigo, o has dejado de quererlo o es que él ha dejado de quererlo a usted. Como con lo de los guapos: que es un sentimiento interno :-)

marideliwes dijo...

Uy, creo que le he dado a publicar y no veo el comentario anterior. Ahora entiendo lo que decíais en el poste anterior... A ver... Ahora en vista previa... si, en vista previa se ve... vamos a darle a publicar... menudo ridículo como salga, porque eso es lo que creo que deciais vosotros... en fin, hay que leer más.

marideliwes dijo...

Ah, no, que tienes habilitada la moderación de comentarios... perdón :-)

Anónimo dijo...

Yo una noche le oí. Estaba en la India, en los monzones. Al principio creí que era una moto. Me asomé a la ventana, para increpar al inepto que no conseguía arrancarla y seguía en su intento pertinaz. Nadie. Volví a la cama. Pensé en psicofonías, pero el temblor era demasiado evidente, demasiado real, los cuadros del gurú local temblaban como queriendo llevarnos al recogimiento. Desvelado, intenté de todo: autocultivos, contabilidad de ganado lanar, creación de una pequeña historia cuya protagonista crecería en un suburbio y triunfaría como actriz en Bollywood, para caer en las garras de un depravado actor inglés que le prometería convertirla en la reina de Hollywood y solo le encontró un contrato en una película porno como doble de Condoleeza Rice en un trío con Hillary y la Palin.
Nada. Todo inútil.
Entonces le vi salir de la habitación contigua, con su amigo Stephen, hablando alto y riéndose del chai de la noche anterior. Y lo supe. Había sido él.

Arkab dijo...

Oiga, ¿pero usted no duerme así verdad, Harry? No, no, no, si no tiene que responderme, era sólo una pregunta retórica. Salude usted a su señora de usted de mi parte y dígale que si necesita un brazo en el que apoyarse para eso están los amigos, los familiares y hasta Falete, que tiene pinta de tener bien acolchadito el brazo.

Harry Sonfór dijo...

No, oigan, que servidor cuando duerme, duerme como un topico. Roncar, oigan, ronco, pero porque tengo el tabique más torcido que Cameron Diaz tras romperse la nariz por cuarta vez (y ahora dirán ustedes «anda, pues ya le notaba a Cameron que de una peli a otra le cambia la nariz, que unas veces la tiene pequeña, otras torcida, otras con el tabique más ancho, otras con el tabique así, otras con el tabique asá». Es que la mujer ya es la cuarta vez que se ha rota la nariz y eso no hay cirujano plástico que lo recomponga) y luego la puñeta esa de que respiro solo por una cañete, que el otro lo tengo como de adorno (al menos, lo bueno es que una temporada es uno y otra temporada es el otro, que va cambiando el cañete de uso, vaya). Me dijeron de operar, pero cuando vi las imágenes de una intervención en un tabique nasal en las que el cirujano parecía Miguel Ángel golpeando con el martillo a su Moisés a la vez que gritaba «¡Habla!» me dije «todo puede esperar».

Spanique dijo...

Sin querer ofenderlo, ronque lo que quiera, pero que bueno ese libro, coño, me lo compro ahora mismo

Harry Sonfór dijo...

Diga que sí, Spanique. Oiga, por menos de siete euros, el señor Bryson le explicará todo lo que hay que saber si viaja usted a Australia, y si no viaja a Australia, también.