sábado, 4 de julio de 2009

Hasta el gorro de Watson

Les juro por lo más sagrado que hoy venía a hablarles sobre una terrible enfermedad cerebral degenerativa cuyo síntoma es que la orina huele a jarabe de arce debido a una deficiencia de las enzimas que metabolizan los aminoácidos ramificados valina, leucina e isoleucina. La búsqueda de otros síntomas de la enfermedad me han llevado a interesarme por el reflejo de Moro o respuesta de sobresalto y he acabado, a saber por qué, hablándoles de Watson:

Dadme
una docena de niños sanos, bien formados, para que los eduque, y yo me comprometo a elegir uno de ellos al azar y adiestrarlo para que se convierta en un especialista de cualquier tipo que yo pueda escoger —médico, abogado, artista, hombre de negocios e incluso mendigo o ladrón— prescindiendo de su talento, inclinaciones, tendencias, aptitudes, vocaciones y raza de sus antepasados.


John Broadus Watson (Greenville, 9 de enero de 1878 - Nueva York, 25 de septiembre de 1958) fue un psicólogo puñetero. Al creador de la escuela del conductismo y exponente de la teoría de la tabla rasa se le ocurrió uno de los experimentos más burros de la historia de la psicología, conocido como el experimento del Pequeño Albert o de condicionamiento del miedo. Se llamaba así porque en el experimento contaba como objeto con un niño pequeño cuyo nombre era Albert y la finalidad era darle sustos. John B. Watson, junto con su ayudante y compañera sentimental Rosalie Rayner, escogió a un niño de nueve meses, comprobó que estaba sano y cuando tenía once meses y tres días lo expuso ante una rata blanca. Cuando el niño se interesó por la rata, planc, Watson golpeaba con un martillo sobre una plancha metálica para darle un susto. Así hasta que al pequeño Albert le ponía delante una rata blanca y le daba susto todo el rato, sin ruido ni nada. En realidad, no sabemos bien el resultado, pues la madre decidió sacar al niño del hospital antes de acabar el experimento, pero lo que sí sabemos es que el niño acabó hasta el gorro. Se conservan grabaciones en las que podemos ver que Watson le puso al niño delante con insistencia unos papeles en llamas dentro de una cubeta, unos cubos con letras, un monico, un lápiz y un papel, un perro pastor que le da la pata, una rata blanca de nuevo, un conejo pardo, un perro pequeño, una especie de cojín negro que le frota y le refrota y una máscara rara que se pone Watson para darle susto. Así durante un mes venga y dale, venga y dale. Traumatizado no sabemos si quedó el niño, pero harto, más que harto. Es lo peor del conductismo, la persistencia.
John Broadus Watson y Rosalie Rayner se casaron y tuvieron dos hijos, a los que llamaron James y William. No sabemos bien cómo se comportaron con sus niños, pero es posible que se dijeron «no, hombre, no, cómo vamos a hacer esas burradas a nuestros chicos».

13 comentarios:

miguelgato dijo...

A Watson le faltó al terminar su experimento poner su miembro viril entre el martillo y la chapa, como si de la forja de un puñal se tratase. Seguramente el resultado hubiese sido el niño durmiendo plácidamente.

Harry Sonfór dijo...

Miguelgato, ese experimento ya no se practica porque se considera inmoral. Lo gordo es que ahora se hacen cosas peores, como llevar a los niños para que asistan como público a «El conciertazo» y de eso no dicen nada y encima el programa se llevaba premios todos los años (hata que lo quitaron).
Mire, el otro dia puse la tele y salía eso, El conciertazo, con Fernando Argenta, una bailarina, un bailarín con una coquilla enorme haciendo posturas y una hipopótama vestida con tutú como en la peli de Disney. Todo muy sórdido. Pero sórdido sórdido. Se me heló la sangre durante un rato y luego ya cambié de canal, pero esas imágenes ya se han quedado grabadas en mi retina para siempre.

Isa dijo...

¿Se podría decir, que cuando a los niños les meten "hasta por debajo de las narices" (así se dice en vox populi y hablo de las escuelas mexicanas), el que somos productos de la casualidad, que nadie nos creó,y/ó que venimos del chango y que es mentira eso de Dios, es conductivismo?
Saludos.

Isa dijo...

¡Eh! ¡es conductismo!, ja,ja,ja.
Saludos de nuevo.

Harry Sonfór dijo...

No, Isa, los que decimos que somos producto de la casualidad; que un ser superior no nos creó porque no existe; que venimos del chango (mono para los hispanohablantes no mexicanos)y a mucha honra, por supuesto, y el que diga que no venimos del mono o está tonto o está tan manipulado que lo han atontao o lo usa para manipular a los demás; y que eso de Dios es una patraña gorda inventada por los humanos para controlar a los demás somos los ATEOS. Un ateo puede ser conductista o no, no tiene nada que ver. En realidad los ateos podemos ser de muchas maneras. No hay cosa mejor.

Harry Sonfór dijo...

Y bienvenida, Isa, y que Cristo le guíe por el camino que usted desee.

Harry Sonfór dijo...

Perdón, rectifico: lo que dije de que los creacionistas están tontos o están tan manipulados que los han atontao o que usan sus «teorías» para manipular la moral y la conducta de los demás lo digo yo, no lo dicen todos los ateos, que hay ateos mucho más educaos.

miguelgato dijo...

Y no solo al conciertazo Harry, yo conozco a gente que ha llevado a sus hijos a ver Cats.

Anónimo dijo...

es maravillosa la resiliencia, el arte de resistrir a esas copndiciones tremendas, que han demostrado tantos niños y algunos adultos

Anónimo dijo...

es maravillosa la resiliencia, el arte de resistrir a esas copndiciones tremendas, que han demostrado tantos niños y algunos adultos

Harry Sonfór dijo...

Resilencia es lo que voy a necesitar como me entre otro creacionista.

Badil dijo...

-´"Máaaama, máaama, ¿sabes por qué Chuazernaguer es rodilla?
- .............
- Porque Silvester Estalón".

Esto es lo que consigue una madre atea que no educa a sus hijos en el aprecio al arte clásico.
Eso sí, de momento catanas no me tienen en casa. Llámenme simple, pero me tranquiliza.

Harry Sonfór dijo...

Madre qué chiste, es para desheredarlo.