Todo está bien en su justa medida y es bueno saber cuándo uno debe parar. Si el doctor James Xavier se hubiera conformado con la dosis de echarse unas pocas gotas de la droga "X-Ray" para ver a las señoras desnudas a través de los vestidos y entretenerse contando lunares de las espaldas en las fiestas de sociedad tal vez no hubiera encontrado tantos tumores malignos ni hubiera diagnosticado correctamente y justo a tiempo enfermedades a tanta gente, pero ahora sería un tipo bien feliz y bien fiestero y no hubiera dado ese espectáculo tan desagradable de arrancarse los ojos en mitad de una misa. Lo de la misa es lo menos, pero los feligreses, que no tenían nada que ver con el asunto del doctor, se quedaron con un cuerpo malísimo y aún hoy hay unos cuantos que recuerdan la escena con gran espanto.
viernes, 4 de mayo de 2007
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