sábado, 8 de marzo de 2008

La voz de Eugène

—¿Quiere usted realizar una última pregunta?
La muchacha dudó un instante, secó sus lágrimas con un pañuelo de hilo y respondió, firme, sacudiendo la cabeza, con la vista fija sobre el borde de la mesa de madera lacada.
—No, no, está bien así.
La muchacha rebuscó en el bolso, nerviosa.
—¿Cuánto le debo?
—Es la voluntad, querida. —le contestó Madame Louise al tiempo que remetía un mechón de pelo bajo su tocado de gitana adornado con monedas doradas.
—¿Está bien... cuarenta francos?
—¿Cincuenta está bien? —preguntó Madame Louise.
—De acuerdo. está bien.
La muchacha dejó el dinero sobre la mesa, retiró la silla con cuidado y se dirigió hacia la puerta.
—¡Espere! —dijo la muchacha— ¿puedo pedirle una última cosa?
—¿Qué desea, querida?
—¿Podría... podría pedirle que me hable?
—¿Cómo que le hable?
—Que me hable, quisiera oír su voz por última vez.
—Bien, siéntese, veremos qué podemos hacer.
En la habitación contigua, Aurélien, el ayudante de Madame Louise, el mozo que pasaba por idiota, encargado de tirar platos, mover cuadros y hacer aparecer fantasmas de tela de sábana vieja en mitad de la habitación en las sesiones espiritistas, escuchaba con atención, conmovido.
Madame Louise colocó sus manos sobre el vaso de la ouija, cerró los ojos y dijo en voz alta:
—Eugène... ¿estás ahí?
La muchacha miró con los ojos muy abiertos a la médium. Su dedo, sobre el borde del vaso, temblaba como una mariposa.
—Eugène... ¿estás ahí? —pregunto de nuevo Madame Louise.
Y, unos segundos después, llenando por completo el silencio de la sala, se escuchó una voz lejana y grave:
—Aquí estoy, Dominique, he vuelto para decirte que te amo, te amaré siempre, desde este oscuro lugar que tan sólo tú iluminas. Te amo, mi querida Dominique. Ahora debo marchar a reunirme con los demás soldados, ellos me aguardan en lo alto de la loma y no quiero hacerles esperar.
Madame Louise dio un respingo, giro la cabeza hacia la muchacha y le dijo:
—Aquí está tu respuesta. Eugène ya se ha ido. Ahora, querida, debes marchar.
En la habitación contigua, Aurélien, el ayudante de Madame Louise, sonreía. Nunca antes su rostro habíase visto tan iluminado.

12 comentarios:

Helter dijo...

¿Qué comisión le paga Madame Louise a Aurélien? Se merece el doble, es que está en todo este muchacho, es una joya.
A propósito de mediums, mire, mire:
http://www.eluniversal.com.mx/notas/486370.html

Harry Sonfór dijo...

Oiga, lo más raro de toda esta noticia que pone aquí es la firma. Es una firma muy rara. No sé, es como si se hubiera dispuesto a firmar y de pronto le entrara un repente o un torzón. Deja inquieto esa firma.

Arkab dijo...

Harry, ahora que parece que el temporal se aleja, le emplazo a que realice un informe de daños colaterales huerteros.

Alberich dijo...

Sobre brujería en el Vallès, parece ser que nos llevamos la palma ahorcando pobres mujeres en el siglo XVII.
Aparte de las torturas se las amenzaba con hacerles depilaciones integrales, cortándoles el pelo de la cabeza y el del pubis...Lo que sigue es sacado del acta de tortura de una tal Magdalena Vadrena del Pont, efectuada el 25 de noviembre de 1619 en Caldes de Montbui:
"Magdalena Vadrena, ja saps que estàs condemnada a mort i perquè diguis quines persones en ta companyia han usat l'art de la bruixeria i fetilleria, a ser torturada i turmentada i de tot vulguis dir la veritat i no vulguis que de cap manera les teves carns sien maltractades. I oïda dita proposició i interrogació diguè: "Senyor jo no vull que em siguin rapats els cabells tant de les parts públiques con en les secretes i tampoc vull ser torurada".

Badil dijo...

Yo no creo. Es decir que creo en Aureliano. Asina que le diga al Aureliano y a la bruja que me devuelvan mi Fiji, que no es de buen vecino aunque les haga competencia con las maldiciones que me levanten mi mapa.

Badil dijo...

Yo no creo. Es decir que creo en Aureliano. Asina que le diga al Aureliano y a la bruja que me devuelvan mi Fiji, que no es de buen vecino aunque les haga competencia con las maldiciones que me levanten mi mapa.

Harry Sonfór dijo...

Arkab, no me hurgue en la herida, que aún me estoy reponiendo. Las dos tomateras que planté bajo el invernadero, como el viento arrancó las dos puertas superiores (una de ellas, com graves daño en uno de los enganches, por no decir que sufrió la amputación de uno de ellos) se helaron. Las lechugas, que, pequeñas pero vivarachas me saludaban cada mañana, están todas pallá, como si las hubieran peinado, con estrés; las espinacas han perdido parte de sus hojas; las borrajas, quietas en la mata mirando a ver si viene otra ventolina; los rabanitos, creciendo alegres; las matas de guisante y bisalto, asustadas y apochadas; la mata de habas, esperando que pase el temporal; las zanahorias, que no se atreven aún a salir, las fresas y fresones se mantienen, el manzano ya anda sacando yemas y el ciruelo hasta alguna hoja incipiente enseña. El espectáculo de estos días, dantesco si Dante hubiera nacido en la ribera del Ebro. No le digo más. Este viento, oiga, me sienta fatal.

Harry Sonfór dijo...

Ramsés, la práctica de afeitar a las supuestas brujas parece que estaba de moda por culpa del «Malleus Maleficarum» de Kramer y Sprenger, que ya en el siglo XVII era libro viejo, pero en uso. Se pusieron pesados con aquello de que las brujas escondían en alguna parte de su cuerpo una tercera tetilla con la que alimentaban a los demonios familiares que hacíanse pasar por sapos, gatos o culebras. Si la tercera tetilla no estaba a la vista, había que buscarla bajo el vello. La tercera tetilla no solía aparecer, pero el daño a la mujer que, si tenía suerte, salía a la calle con la cabeza afeitada, ya estaba hecho. Otra idea extendida era que las brujas tenían partes en su cuerpo insensibles. Con esas, los encuentrabrujas avispados y sacaperras que iban por los pueblos se fabricaban cuchilletes con hoja retráctil, como los que se usan desde antiguo en el teatro para crear la ilusión de que el actor se clava o clava en otro el arma. Así se encontraron muchas brujas, pues las pobres, entre el miedo y la angustia no sentían que el malhombre zahería sus carnes con el cuchillo. Mala gente. Copón, que redacción más viejuna me ha quedao.

Harry Sonfór dijo...

Badil, sí que hay una manera de mantener las banderitas en su fiji: consiste en sacar una foto de pantalla de su fiji, abrir en photoshop y añadir las banderitas que se deseen (por medio de google imágenes puede encontrar sin mucho trabajo todas las banderitas del mundo mundial), luego las pega sobre su fiji de pega, guarda esa imagen como jpg y la coloca en el espacio que ocupaba el fiji original. El problema: que cuando los visitantes intenten acceder al mapa ampliado no podrán, y que es una práctica no refrendada por los adoradores del fiji de séptimo día.

Alberich dijo...

Parece ser que había auténticos expertos en "identificar brujas" y que se ganaban la vida con ello, como los cazarecompensas de las "pelis" del Oeste.
Los años 1619,1620 y 1621-años de graves crisis económicas y de desastres naturales, como granizadas y otros- la paranoia de la caza de brujas en el Vallès llegó a extremos inusuales.
En el Archivo Histórico de Sabadell (Lligalls de la Curia de Sabadell) se conserva un acta del 21 de octubre de 1619:
"Determinarem que sia dada facultad als senyors consellers de qué facin una cerca per la present vila a efecte de fer venir lo home qui coneix les bruixes i si es troben diners per lo gasto de fer-lo venir estiga en llibertad de dits senyors consellers".
O sea que la caza de brujas era toda una profesión y bien remunerada.
La lectura de las auténticas actas de tortura son espeluznantes y superan la fantasía de la más imaginativa literatura "gore"...

Helter dijo...

Y las pruebas para distinguir a los inocentes de los culpables también se las traían. Como aquella de tirar al acusado atado de pies y manos al río. Si flotaba era culpable, y si se hundía era inocente. Un inocente ahogado, eso sí.

Farencica dijo...

Badil, yo si quiere le envío una foto de mi farenhusband para que la cuelgue en su blog, y ya verá cómo se le ponen las banderitas. No se le borrará ni una.