—Descríbeme cómo es el mundo —me dijo el pepino de mar.
Yo le conté que el mundo estaba lleno de casas, de árboles, de tiendas que habitan bajo las casas, de plantas que crecen bajo los árboles, de piedras secas, de aire, de personas que van de un lado a otro, de coches que van de un lado a otro con personas dentro, de tiendas que hay en la planta baja de las casas en las que venden revistas, periódicos, puntillas e hilos para confeccionar manteles, tiendas que venden dedales, farmacias, fábricas, campos, escuelas, hospitales, granjas llenas de vacas, gallinas y cerdos, heladerías, garajes, oficinas de correos, oficinas con gente dentro, tiendas que venden muebles, dulces, fábricas de galletas, de ruedas, harineras, industrias del metal, de una señora mirando por una ventana, camiones, grúas, fábricas de vidrio y tiendas que venden cristalerías, librerías, grandes superficies, montañas altas y bajas, montes, patos que van y vuelven según la estación, días y noches, días fríos, calientes y templados, toallas para secarse la piel cuando está mojada, tiendas que venden pantalones y muchas otras prendas de vestir, carnicerías, verdulerías, estancos, buzones, tiendas de lámparas, circos llenos de gente, selvas con animales salvajes, pájaros canoros y pájaros mudos, ratones, bisontes, tiendas que venden bisoñés y postizos, dentistas, ópticas, campos, fruterías, fábricas de gaseosas, pulperías y sederías, cantinas, bares, confiterías y cafeterías, guardias urbanos, granadas, limones, manzanas y tijeras para cortar papel y otras más fuertes para cortar materiales más duros. Sierras, tornillos, trompetas, cantimploras para guardar agua u otros líquidos, ceniza de los ceniceros, ceniza de muertos guardada en vasijas, ceniza de rastrojo, ceniza de cosas quemadas, guantes, paragüeros, pingüinos, tazas de café solo y de café con leche, guirnaldas de flores, trapecistas retirados, elefantes, señores que hablan por una radio, teléfonos, ordenadores, lámparas eléctricas y de gas, turbinas, trenes, coches de niño, almendras, playas con palmeras, espías, iglesias con santos, calaveras, motos, cuadernos con cuadrícula, tiendas de pinturas, restaurantes que hacen paellas gigantes, gusanos y demás insectos, zapaterías, casas de la moneda, bancos, horchaterías, tiendas de artículos de esquí, señores que salen en la tele, paredes amplias, carretes de hilos, agujas, rascacielos, aviones, fábricas de galletas, gimnasios, hoteles, recepciones de hoteles, consultas, salas de espera, cirujanos, perros con correa llevados por sus amos, perros guía para ciegos, caballos, fábricas de papel, taxidermistas y tiendas de numismática.
El pepino de mar se quedó pensativo y al rato me preguntó:
—¿Es buena esa sensación de secarse la piel con una tolla? parece buena ¿es buena?
Yo le dije que sí, que la sensación de secarse la piel con una toalla limpia era una sensación buena, más que buena, extraordinaria.
—Cuando vaya al mundo será lo primero que haré —me dijo—, me secaré la piel con una toalla y me prepararé para ver todo eso que me dices que hay para ver. Primero me secaré la piel con una tolla. Será lo primero que haga. Así quiero que sea. Ardo en deseos de sentir esa sensación extraordinaria.
jueves, 20 de marzo de 2008
Sobre las formas de describir el mundo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
12 comentarios:
Harry, me encantan sus artículos con listas de cosas para describir una cosa, empieza uno a leerlos y se va acelerando cada vez más, hasta terminar casi sin respiración en el punto final del párrafo. Es lindísimo y además es algo que todavía no le he plagiado. Todo se andará, que por algo soy su fusilador autorizado.
Oiga, dígame además otra cosa, ¿es verdad que su mujer guarda en un pequeño cofre con incrustaciones de piedras preciosas falsas las listas manuscritas de la compra que usted se prepara antes de ir al Makro o al Mercadona? Yo lo haría, no deben tener desperdicio.
Adviértale a su pepino que para que la sensación sea realmente agradable, la toalla tiene que ser blanda y suave, que si rasca no es lo mismo. Pa eso ya está el papel de lija. Hace un par de semanas me compré una toalla sábana de color negro -sí, negro- y como que soy yo quien distribuye las toallas en casa, no se la doy a nadie sino que me la guardo solo para mí. Y cuando ya están todos durmiendo, me doy una ducha supercaliente y después me envuelvo en esa toalla negra y suave.
Nada, no guarda. Pero más que nada porque en la cosa de las listas la responsable de hacerlas es la señora, yo no. Nunca hago listas de la compra, como mucho añado algún producto o le digo: «no hay patatas y ajo tierno queda poco». Entonces ella, con letra primorosa en caja alta escribe:
PATATAS
AJO TIERNO
Pero no, servidor cuando va al Makro o al Mercadona va como un cazador en la selva, impaciente y abierto a toda sorpresa, sin listas. Como no miro en la nevera antes de salir, pues a veces compro pimiento verde cuando en el cajón de las verduras ya había veinte pimientos verdes. Entonces mi señora se desespera un poco pero no me suele decir nada porque sabe que no hay mala intención o segunda intención o nada, sólo que me gusta comprar pimientos verdes y soy muy despistado para algunas cosas.
Usted, plagie, Arkab, que aquí estamos para plagiar. Siempre puede aducir que lo hizo por la PMC.
Oiga qué bueno. Yo negra negra lo que se dice negra sólo encontré una pequeña que hay por casa. Me gustan las toallas negras. Además, las puedes meter con toda la ropa negra y no destiñe como esas otras que te ponen todo lo de color de un color.
Pero el pepino de mar viene a quedarse o de vacaciones? Si viene de vacaciones, la de aquel, pero si viene a quedarse tendrá que hacerle otra lista con cosas como el padrón, el desempleo, las burocracias, los políticos, los curas rancios,..., sólo por que esté un poco más informado, digo yo.
¿Qué pasa d. Harry? Salió de su nido de paz y se dió una vuelta por la ciudad y se lo tenía que contar a alguien...Vamos,que le tocó al pepino de mar como le podía a haber tocado al pepino de la nevera.
yo un día que iba por la calle vi a un anciano cojeando, y se me acercó y me pidió ayuda, puede ayudarme, por favor?, y bueno, le di una moneda y una toallita para que se limpiara y un poco de conversación y me contó que había sido adiestrador de leones en el circo de ángel cristo, y que ahora a su vejez no tenía nada ni dónde dormir ni qué comer, qué vida tan salvaje, pensé, y tras un rato hablando con él me marché, no sin decirle que fuera a ver al cura del circo a ver si podía echarle una mano
y no debió de ir, pues le vi a hasan, que así me dijo que se llamaba, varios días paseando su pobreza y su cojera, y llegó el día en que su cojera mejoró pero no su pobreza
y así le dejé y hace mucho que no le veo, claro que me he cambiado de ciudad
un abrazo (solsticio y luna llena, algo será, no?
k
y eligió eso de entre todo lo bueno y malo de este mundo, incluso aun repitiendo con la fábrica de galletas, mmms ... será que los pepinos de mar no comen galletas ...
Un saludable saludo
No caiga en la trampa, Yahuan, que eso lo hace para comprobar si leemos con atención lo escrito.
Oigan, es verdad, lo confieso. La repetición de la fábrica galletera la hice a conciencia, pero más como figura de repetición dentro de un texto polisíndetoniano (niano) que como trampa caza lectores atentos. Vaya, que me hacía gracia poner dos fábricas de galletas y olvidarme de otras cosas. Lo que sí es cierto del todo es que los pepinos de mar no suelen comer galletas, no porque las aprecien más o menos sino más bien por cómo se las encuentran de blandas, que no les entra la gana de comerlas.
Hala qué bien, es verdad, Yahuan lo ha leído bien atenta.
Lo mejor una buena tolla, si señor.
Publicar un comentario