Ayer celebramos el cumpleaños y el centenario del nacimiento de Errol Flynn. He sido fan de Errol Flynn desde que tengo uso de razón. Me gustaban mucho las películas de Errol Flynn. Un hombre que en sus fiestas privadas tocaba el piano con el pene tiene que haber sido un gran hombre. Siempre he querido tocar el piano con el pene. Me falta hacerme con un piano y estudiar solfeo. Pero un piano piano, no un casiotone o un tecladillo de esos con botones y ritmetes que tienen las teclas flojas y facilonas. Un piano de los de toda la vida, con sus teclas de pasta, sus cuerdas, sus pilotines, sus pedales y sus macillos. Todo se andará. Ahora se ha publicado en España Memorias de un vividor, la autobiografía del actor, que en EE.UU. salió a la venta en 1959, poco después de morir. A ver si el lunes mismo voy a una librería y me lo compro. Es lo que más deseo leer en estos momentos. Leo que el pasaje de Flynn tocando el piano con el pene no aparece en sus memorias. Parece que lo dijo Marilyn Monroe, que tuvo algún amorío con él. He buscado en Hollywood Babilonia y nada, tampoco sale. Salen otras cosas, pero lo de que tocaba el piano con el pene tampoco sale. Qué puñeta. Bien, está este vídeo ya viejo de una bonita actuación de dos señores que tocan el piano a dos penes, pero no es lo mismo.
domingo, 21 de junio de 2009
El símbolo fálico universal
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8 comentarios:
Hombre Harry, lo de Errol Flynn tiene sentido si lo contaba la Monroe que a la vez jugaría el papel de estímulo para que la intepretación no decayera.
Pero lo de estos dos maromos que salen sin mas de detrás del telón y tocan, ya no me convence tanto.
Oiga, el piano de Errol sería de color blanco ¿no?, ya sabe...
Pus no sé el color del piano, no. A mí me gustan mucho los pianos de Liberace. Esos pianacos barrocones y esos otros todos con espejos pegaos, esas chorreras y esas capas de pieles. Desde que vi este documental en el Canal Historia de Liberace, oiga, que ya no soy el mismo:
http://www.youtube.com/watch?v=SMKyTMWEQ-A
Oiga, tocar el piano, incluso la batería si me apura, con el pene no me parece nada extraordinario. Lo que tiene verdadero mérito es tocar el fagot con el pene y que suene. Y sacarle unos acordes ya tiene que ser la hostia. Usted pensará «vale, con el pene es difícil tocar el fagot, pero yo sé con otra cosa que podría tocarse». Vale, pues piénselo pero no se le ocurra contárnoslo, que este es un blog serio, refinado y de postín. Ea.
Caramba...tocar el fagot con el pene..oigan ¿y el arpa?..igual el pene no va con la cuerda...no se yo..será que no tengo y no me lo imagino...
No se me ocurrirá hacer comentario alguno sobre la manera de tocar el fagot, Arkab, que estamos en un blog serio, refinado y de postín. Además, uno no está muy puesto en eso de la interpretación. Lo único que toqué fue el xilófono en «La danza macabra» y el alguna pieza de «El carnaval de los animales» de Camille Saint-Saëns. Con el pene, claro está. Propuse que en lugar de un xilófono utilizáramos una marimba o, mejor aún, una txalaparta, pero ellos que no y que no, que con xilófono. Pues con xilófono, hale.
Ah, laMima, pues sería muy bonito de ver. Muy fino, sí. Muy fino y muy visual.
Ésto que usted cuenta no se hace por la excelencia musical de la pieza tocada, sino con admiración por la dureza y solidez de la pieza tocadora.
Hay señoras que con sus pechos parten sandías, cosa que yo no he oído yo que ningún señor haga con su pene.
Que todo esto del pene está sobrevalorao, como los pisos.
El xilófono lo que viene teniendo mayormente es un problema étnico-estético. Si se decanta por el que es color arco iris, la cosa le queda entre un poco infantil o un poco otra cosa más almodovariniana niana. Si su opción es la de las maderas tribales africanas, seguro que le aparece un competidor cuyo nombre -bien pronunciado, ojo- es posible que termine en «dingo» o, Dios no lo quiera, en «dongo». Y, claro, ahí es donde terminan nuestras aficiones a los instrumentos musicales. Nos las arrancan de cuajo y con dolor, por mucha base genética hereditaria, empeño y entrenamiento que le pongamos al asunto. Una pena.
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