Lo único que tenía que hacer era pegar la cara a aquella cosa repugnante y morder los testículos del cordero. Desboñigar a un cerdito. Yo tenía buena dentadura. Metía la nariz en aquella cosa hedionda, clavando los dientes en los huevos del cordero de seis meses, y le pegaba un mordisco mientras lo sostenía boca abajo. Mi nariz se llenaba de pelaje e inmundicia. Mordía y escupía el producto sobre una pila de ostras de la pradera, así las llamaban. En Estados Unidos también las tenemos: deliciosas para comer pero no para limpiar. Decían que era la forma más higiénica de deshuevar a un cordero. Cuando acababa, le pasaba el cordero al siguiente, que ponía un poco de alquitrán de hulla en el mismo sitio para limpiar y cerrar la herida.
El cordero no soltaba un balido. Mordías, escupías algo que parecía un par de aceitunas, y se lo pasabas a otro. Todos los días tenía yo mi ración de ostras. Me comían las moscardas.
Del libro Aventuras de un vividor, autobiografía de Errol Flynn, T&B Editores, Madrid, 2009.
jueves, 25 de junio de 2009
Errol Flynn, también castrador de corderos
Etiquetas:
Los desayunos de Cambio Radical
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7 comentarios:
De aquí viene " de lo que se come se cría". ( Lo que más me ha gustao es la etiqueta que le ha puesto. Le arregla a una el cuerpo pa tol día.)
Oiga, a mí también, Badil. Me he dicho «madre qué etiqueta más buena se me ha ocurrido para hacer una serie de entradas que arreglen el cuerpo).
Pues muchas gracias, de verdad, pero no me arregle más, pofavó, que ya estoy bien así.
Y eso que, para no herir sensibilidades, no he puesto el párrafo anterior sobre cómo su compañero les quitaba los tarzanetes a los corderos, que me parecía demasiado hardcore, Helter, reina.
Oiga, que si se sabe que edad tenía el Flynn cuando hacía estas cosas, que a mí siempre me han dicho que las turmas (o testículos de cordero) empanadas, son bien buenas para los niños y ancianos con necesidad de vitaminas, ahora que si usted me dice "que no, es que tenía 22 años" ya le digo que es puro vicio.
Era joven sí, Trikki, pero que aquí le vengo a decir, Trikki, que servidor se pegó buena parte de su infancia venga a comer criadillas, venga a comer sesos, venga comer glándulas salivares de cordero, venga a comer riñones e higadillos y todo eso que me obligaban a comer porque decían que me faltaban vitaminas y mire en qué desecho humano me he convertido. Nada, que no, que no sirve.
Anímese Harry, como humano será un desecho, pero como cordero nos ha salido la mar de inteligente.
Ya lo cre.
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