Siempre he querido tener un pez vela (Istiophorus spp.) disecado en la pared del salón. O un pez espada (Xiphias gladius). Buscaría una foto en color de Tony Curtis pescando, la enmarcaría y la pondría a su lado. Eso me haría ilusión. Si, además, la pared en la que esté colgado el pez disecado es de madera y la de enfrente de piedra natural o pizarra, mejor que mejor. Y un espejo sol. No un espejo con un marco de madera con rayos de sol en relieve con un sol con cara sonriente y muchos colorines de los que venden en los mercadillos medievales. No. Me explico: un espejo con rayos metálicos de los que había en las casas en los años cincuenta. Creo que he deseado ese espejo desde que tengo uso de razón. Pero, maldita sea, no es cualquier espejo con marco solar. Es ese espejo en concreto. Pequeño, sencillo, con los rayos metálicos haciendo curvas, unos más largos y otros más cortos. Pero también esos otros espejos sol de madera dorada, más barrocos, más toscos. Sí, también esos espejos sol. O, también, el salón-jungla (1 y 2) de Elvis Presley en Graceland. Bien, hay unos cuantos muebles que no me gustan de ese salón, pero así, todo junto, combinado, creo que me gusta todo. El Winnie the Pooh de peluche no, pero lo demás... creo que me gusta todo. Oh, sí. Oh, sí.
También me gusta mucho cómo bailan en el último anuncio de Balay. Y el vestido de la chica. No sé qué manía tienen las mujeres de vestirse de otra forma. Cuando me reencarne en chica iré todo el día con ese vestido y esa rebequita azul celeste. Hasta para dormir me la voy a poner. Vale, tendré dos vestidos y dos rebequitas, para ir variando.
La foto pertenece a esta página, y es una selección de peces capturados en el lago Hopatcong de New Yersey el 23 de mayo de 1923 por George W. Beard y sus amigos. Además, en la página podrán encontrar bonitas fotos de un tren pasando bajo un puente, de vías de tren con personas posando y jugándose la vida ante la inminente llegada de un tranvía descarrilado y todo eso que nos gusta en este blog.
lunes, 8 de junio de 2009
Todo
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6 comentarios:
Todavía recuerdo el susto que me pegué una noche que me había quedado a trabajar sola en el despacho de mi amigo Dionisio, cuando, al salir, pasé por delante de uno de esos horrendos peces que se mueven y cantan si detectan movimiento delante de ellos.
Luego se hicieron medianamente famosos, pero por entonces yo no había visto ninguno. No diré que se me heló la sangre en las venas, porque no fue esa la sensación, sino más bien de que me quedaba sin sangre en nigún lado, como un vacío salvo una bola gorda en el estómago y una a modo de corriente eléctrica por toda la piel.
Mi madre, qué susto, pero qué susto.
A mí también me gustan mucho esos soles. Me recuerdan a mi tía Sacra.
Para lo del pescao en la pared, cómprese una sardina arenque y déjela en la ventana al sol de Junio. Le va a dar el pego con los de la foto.Es que el pez espada( en andalú pehepá, ¿a que sí, Arkab?)aquí no lo va a encontrar más que en filetes.
Para lo del reloj yo le puedo prestar uno con marco poligonal de madera pintada en blanco desteñido con fondo y horas en primoroso crochet ( en mi pueblo ganchillo)de hilo blanco. Que ir, no va. Que el otro día se me estampó del clavillo de colgarlo de lo que pesa. Pero es que por eso se distinguen las cosas auténticas de las imitaciones, por que pesan un huevo.
Que vengo aquí a decirle que me ha gustado mucho la entrada del restaurante, que no la había leído hasta hoy porque estaba de ejercicios espirituales (ya sabe, me tumbo en el sofá y sueño que hago flexiones).
Que esta del pejcao también es bonita, pero me gusta más la del restaurante.
Ay, pero si son bien ricos esos peces cantarines... ¿Y las flores bailonas? ¿No recuerdan las flores bailonas? Todo dios tuvo una flor bailona en algún momento de su vida. O la lata de Coca Cola bailona. ¿Que ha sido de ellas? ¿se guardaron en armarios? ¿Las tiraron cuando se quedaron sin pilas? ¿Habrá un cielo para las flores bailonas con suaves colinas verdes y millones de macetas con flores bailonas mirando un ocaso naranja bailando todas a la vez un tema bluble-gum?
Y encima lo llaman emperador, Badil, si es que no le respetan ni el nombre.
Eso es verdad, que las cosas auténticas pesan mucho. No sabe usted cada vez que tengo que hacer mudanza con mi colección de 831 huevos de Fabergé.
Pues me alegra mucho que le haya gustado la entrada del restaurante, Helter. Para eso se hacen, para gustar.Muchas gracias.
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