martes, 15 de marzo de 2011

Sobre el cuerno del narval


Se trata de un órgano tan sensible que, si el narval lo pierde, porque se le rompe o se lo arrancan, el animal sufre tanto que, en un gesto notablemente filantrópico, otro narval inserta la punta de su propio cuerno en el hueco y se rompre un trozo a posta para que la dolorida brecha quede taponada.


Philip Hoare, Leviatán o la ballena, Ático de los libros, Barcelona, 2010.

¿Ya les había dicho que Leviatán o la ballena es un libro bien bonito que es cogerlo y no parar de disfrutar? Sí, creo que ya lo había dicho, sí. Pues otra vez.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues sí señor, bien bonito que es el libro, que le está dando para unos cuantos posts. He de reconocer, sin embargo, que la historia del narval y su cuerno me ha puesto algo triste... estoy muy sensible últimamente, Herr Sonfór (y para su tranquilidad le diré que no es por motivo de cuernos).

Jekyll and Jill dijo...

yo quiero un narval, yo quiero un narval...

a ver si mi socio me regala uno por mi cumple

Harry Sonfór dijo...

¿Pues qué tiene, A princesa?

Harry Sonfór dijo...

No uno, dos narvales que le voy a regalar, o tres lo menos. Pequeños, para que entren en la bañera.

Anónimo dijo...

yujuu!
qué ganas.

No sé si al hilo de las ballenas hemos hablado ya de Las Armonías de Werckmeister, la peli de Béla Tarr.
Jo, vaya película fina: http://www.youtube.com/watch?v=1fw5QiGnNjg

Anónimo dijo...

¿Pues qué me va a pasar? Que tengo morriña y ando algo cabizbaja. Alemania me sienta mal, es como un ardor de estómago permanente. Seré intolerante (somáticamente hablando), como los que no pueden tomar lácteos.

Pues lo que comenta sobre los narvales me ha puesto todavía más melancólica. Esto ya me parece una novela de Dickens, pero con ordenadores y asiriólogos. Vaya, que si han sacado un “Orgullo, prejuicio y zombis”, no veo por qué no se puede hacer un “Grandes esperanzas y asiriólogos”. Por ejemplo.

Qué mal me sientan los jueves en Heidelberg.

Harry Sonfór dijo...

Jo, y tan fina, socia. Y qué chico más guapete.
Bú, pues esa sensación y muchas otras son las que da el libro. Sacándonos a todos el Ismael que llevamos dentro. Yo ya creo que hasta me han salido dos ismaeles.

Harry Sonfór dijo...

Pues si le sirve de consuelo, Princesa, no sabe lo que la envidio y me gustaría a mí ahora verme ahí en mitad de Heidelberg, con esas casazas, y esos palazones, que parece una ciudad castellana pero en versión alemán. Jo. Vale que los tacones de los alemanes suenan agudos, pero, pero lo demás, jo qué buena pinta tiene todo... Jo que sí, que servidor una temporada en Heidelberg seguro que se lo pasaba en grande. Y ese nombre, que suena a máquina de imprimir buena...
Al igual que todos llevamos, pues, un Ismael dentro, imagino que también llevamos un Pip. Yo aún ando buscando al benefactor, primero para que me benefacte, y luego ya, sin prisa, para descubrirlo. La pena vendrá después, pero primero que me benefacte, a ver cómo me sienta. Un benefactor quiero.

Anónimo dijo...

Tengo que leerme yo alguno de esos de Orgullo y Prejuicio y zombies, o Sentido y sensibilidad y monstruos marinos.
Claro que van a sacar peli, y a lo mejor me espero.

El Ente Dilucidado dijo...

Un narval muy famoso fue uno que se llamaba Gerardo y era francés.

Le dio por la poesía decadente y los cuentos fantásticos (así como un poquico alucinados). Todo muy fino y muy original (original del siglo XIX, claro está).

Ahora bien... En las fotos suyas que he visto nunca aparece cuerno alguno. P'a mí que era de otra especie. O que le daba vergüenza enseñarlo.