El hombre toma una silla por el respaldo, tapizado con una tela verde de terciopelo, la coloca frente a la pared de la habitación y se sienta. «Vamos», le dice «ahora dime todo aquello que me gritabas cuando no te necesitaba. Dime todo eso que gritabas cada vez que me encontraba feliz aquí solo en esta habitación y también acompañado; escúpeme toda la mierda que sacabas cada vez que traía una chica a casa. Todos los reproches por estar aquí en la misma habitación, contigo. Los malos ratos de insomnio cuando no dejabas de hablar y te pedía unas horas de descanso. Ahora, dime». La pared, mientras, permanece callada. Parece casi muerta, seria, fría. «Dime, te escucho. Tengo media hora para ti. Tengo más si quieres, Una hora, dos horas, toda la noche si quieres. Podemos charlar hasta que te canses. Tengo toda la noche para ti. Si quieres, comienza a hablarme, cuando me entre hambre te lo digo, saco algo de la nevera, como, y luego vuelvo y sigues contándome». La pared, mientras, sigue callada, quieta. El hombre se levanta, se desnuda, pliega el pantalón por la raya, lo dobla y lo coloca sobre la barra de un colgador. Luego inserta primero un hombro y luego el otro de la americana. Introduce con cuidado los tres botones en sus ojales y piensa que eso de no abotonar el último botón es una moda extraña y caprichosa, cuando la gente ya no usa reloj de bolsillo. Coloca la corbata sobre el cuello de la americana, extendida. Guarda la percha con el traje en la barra del armario y coloca el par de zapatos sobre el estante de los zapatos, bajo el traje. Es su sitio. El hombre lo mira durante un rato, corrige una arruga de la manga y cierra la puerta del armario. Vuelve a la silla, se sienta y dice «vamos, dime. Moléstame. Hoy te quiero escuchar. Tengo tiempo para escucharte. Vamos. Háblame». La pared, mientras, calla. Y mientras, en la calle, pasan coches, pasa una ambulancia, pasa un grupo de gente que canta y grita, pasa una muchacha que corre con el corazón roto tras ver a su novio con otra chica tonteando, pasa un perro pequeño trotando, pasa una mujer que vuelve del trabajo con la espalda dolorida, dos chicas que vienen del colegio y se han retrasado con la hora de vuelta pues pararon a hablar, cinco estudiantes, un hombre cuya única idea es acabar de una vez por todas y dejarse caer por el puente, pasa el camión del carnicero repleto de carne que se golpea una con otra con el vaivén, pasa un hombre que vuelve del trabajo con la espalda dolorida, pasan dos taxis, pasa un hombre con las manos frías, pasa un gato que corre, un perro que lo ve y ladra, pasa un autobús lleno de gente que no se mira y que cuando se mira vuelve la vista, dos camiones con sus camioneros, uno triste y otro muy alegre, otro perro, dos chicos hablando y mucha más gente. Pasa gente y más gente. Y mientras, el hombre, con las manos sobre las rodillas desnudas, frente a la pared, dice «vamos, hoy te escucho. Dime de una vez todo lo que tengas que decir. Te escucho. Háblame». Y la pared gruñe, se revuelve, renquea el inicio de las palabras y, al final, dice «El monoteísmo es la peor cosa que le ha podido suceder a vuestra humanidad». Y el hombre se golpea de una palmada las rodillas desnudas y le responde «Eso quería oír, o tal vez no quería oírlo, pero necesitaba que me lo dijeras», y se levanta, se pone el pijama, se mete en la cama y apaga la luz de la mesilla.
La foto es un retrato de estudio de un hombre joven, perteneciente a una colección de 24 bellas fotografías en formato postal tomadas en Sitka y Juneau entre los años 1880 y 1910.
jueves, 1 de enero de 2009
Cuento de año nuevo
Etiquetas:
fenómenos extraños fenomenales
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8 comentarios:
Genial, sí señor. Me encanta.
Un saludo.
Pobre pared. Años y años ahí, aguantando al tipo y el tipo "dime, háblame ..." cuando por fin se arranca ... ni cinco minutos : como un polvo rápido y el oto se da media vuelta y a dormir.Si es una pared con autoestima la próxima vez se le tira encima pa que vea lo que es polvo rápdo de verdad....Amos, hombre
ay si las paredes hablasen...!!!, todo lo que llevamos confiando en su silencio cambiaría. Son fuertes y constantes, tienes las mejores virtudes
feliz año con dos dias de retraso!
Las mías de mi casa no dicen ni mu, se lo garantizo yo a ustedes; bastante tienen con no volverse locuelas con el follón que armamos entre todos, chicos y chacos, sobre todo los chicos. Pobrecicas. Son unas santas.
Yo también voy retrasada con esto de las felicitaciones; o adelantada, según se mire: porque le deseo, a Ud. y a su señora, mucha felicidad para este año y para el que viene, o sea para el 2010 también. Y para los sucesivos. Una ristra de abrazos, caballero.
¡Feliz año también para las que habéis venido con retraso y con adelanto!
que ya andamos por aquí, y que yo creía que eso de la memoria de las paredes era otra cosa, y que vaya susto que te das si te pasa eso, pero qué mundo de posibilidades: hay otros mundos, y están en tu pared.
La mayor parte de las paredes son así. Más que ateas, paganizantes.
Las tapias son diferentes. Peores, en realidá.
Ésas son todas unas sindiós, unas librepensadoras y unas yeyés. Y sé de lo que hablo. Salí con una. De hecho, casi me caso con ella.
Buah... Es una historia muy larga y muy triste...
Vergüenza me da no haber entrao en todos estos días, pero se me pasa por el placer de leerlo tó de golpe. Y si las paredes hablan, los rincones gritan.
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