El otro día Badil me dejó el libro Los escombros de Dios de Scott Adams, que es un libro muy entretenido que se lee en un plis plas. Hasta ahí bien. Peeero... (esto es como en el canal Biography, que te sacan un reportaje de un actor que se hace muy famoso, que se casa con una mujer maravillosa, tiene unos hijos maravillosos y un perro maravilloso con casa maravillosa peeeero... luego viene que se mata con el coche o que se vuelve drogadito o que bebe sin parar y se lo gasta todo en el bingo), bueno, pues a lo que voy: peeeeero... en la contracubierta dice:
Los escombros de Dios es el primer libro no humorístico de Scott Adams, creador de la exitosa tira cómica Dilbert. Adams describe esta obra como «un experimento mental envuelto en un relato» que lo hará transitar por la perplejidad, la reflexión y el asombro. Imagine que conoce a un hombre anciano que —como usted va notando poco a poco— lo sabe todo. Imagine que le explica los grandes misterios de la vida —la física cuántica, la evolución, Dios, la gravedad, la luz, los fenómenos psíquicos y la probabilidad— de un modo tan sencillo y convincente, que todo encaja y tiene sentido. ¿Qué se siente cuando de repente se entiende todo? Sin embargo, la explicación del anciano contiene un error. El experimento consiste, precisamente, en descubrirlo.
La pregunta es, por si alguien lo sabe ya y así Badil y yo nos libramos de pensar y pensar a ver dónde carajo está el fallo y nos ocupamos de otras cosas, que ya tenemos medio cerebro seco de tanto pensar. Que si pasa por aquí algún espabilao que lo haya descubierto o al que se lo hayan contado pues que lo diga, y así descansaremos.
El error. Cuál es el error del libro. A ver.
jueves, 28 de enero de 2010
El error
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8 comentarios:
¡El fardel!
Tojunto
Yo lo sé, pero me costó cerca de dos meses descubrirlo, así que no se lo digo. Ea.
Bueno, vale, es coña.
pues yo creo que el que escribió esas líneas para la contra era mu' listo
Solo hablaré en presencia de mi abogado.
El error es leer el libro.
Oiga, Harry, yo no he leído el libro pero verá como acierto de qué color es el nombre del viejo: azul.
¿Que el pobre anciano no dijo nada?
Maldita sea, no me sacan la solución. Bien, esperemos, que llegará. Tiene que haber un tipo espabilao que lo sepa, que le queme la respuesta en la lengua y que se vea obligado a decirlo. Yo lo espero como agua de mayo.
Esto va ser pior que lo de la toballa azul. Se lo tengo dicho.
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