Un hombre frente a un armario ropero de roble, de cuatro hojas. El hombre golpea en una de las puertas. Suavemente. Se mira en el espejo, saca un peine de carey del bolsillo de su chaqueta y se peina. El armario contesta «¿Quién llama?».
Cuarenta minutos más tarde, el hombre, sentado en el borde de la cama, conversa con el armario. «Desconfía —le dice el armario— de los humanos que presumen de no tener desván. Todos tienen uno. Ve a sus casas y, si no lo encuentras a la primera, búscalo. Indaga. Todos tienen uno. Algunas veces, ese desván se encuentra lejos de la casa. A veces bien lejos, en otros países, incluso en otros continentes. En muchos casos es un desván escondido dentro del desván de la casa de sus padres, o se cobija en las casas que han abandonado. Pero escucha lo que te digo: todos los humanos tienen un desván. Conocí a una mujer que coleccionó 35 desvanes a lo largo de su vida. Uno por cada amante. llegaba, dejaba su desván y luego, al tiempo, se iba. Si juntáramos el contenido de todos sus desvanes en un solo espacio llenaría entero un edificio de cuatro plantas. También sé de un hombre que llevaba consigo su desván a cada nueva casa que habitaba. Como no tiraba nada, en cada mudanza, el desván crecía, se multiplicaba a lo alto y a lo ancho. Una mañana decidió tirarlo todo, sopló aliviado y a la semana se le vio buscando sus enseres perdidos, llorando desconsolado, en todos los desguaces de la ciudad. Unos guardan sus cosas en el cobertizo, otros en las alacenas, otros bajo la cama, tras los armarios, sobre los armarios, en los descansillos, bajo la escalera, en los altillos, en cajas de cartón apiladas... pero no conozco humano que no tenga su desván». «Pero, y bien —preguntó el hombre— ¿qué se puede hacer?». «Nada, no se puede hacer nada ¿para qué?», contestó el armario. «¿Y qué guardan los humanos en los desvanes?», preguntó el hombre. «Penurias, miserias, y algunos objetos bien bonitos y brillantes. Esas cosas suelen ir siempre de la mano. Si los humanos no ocultaran sus desvanes, todo sería infinitamente más triste y los armarios no tendríamos nada interesante que contar».
jueves, 14 de enero de 2010
Cita con un armario
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8 comentarios:
Un "almario" con mucho fondo.
VICENTE
Jolín, he visto los resultados de la encuesta y estamos todos en lo mismo, por unanimidad...
Y que me gusta mucho lo que dice su armario, no parece del Ikea... Mucho mas fino el suyo, oiga...
pegada la oreja
-y bien, cuéntame...
-zzzzz
creo que mi armario duerme,
o se hace el tonto
A mí el que me cae muy simpático es el desván de los Pirineos.
Oiga, pues no sabía que con las tortugas carey se hacían peines, me imaginaba pilas bautismales, pero no peines; lo que aprende uno con usted. Por cierto, ¿no le parece a usted que Mariah Carey debe su oronda y faletera figura a que de pequeña se cayó en una marmita de vermú? Lo parece.
Yo he llegao a tener tres a la vez... desvanes, digo. Ahora tengo uno al que no me apetece entrar, de momento. Está en la casa de mis padres. Que no estoy ahora yo para emociones, que me podrían. El de la cabeza lo he puesto en off.
Oigan, que desde que vi el otro día a Mariah Carey borrachica que me cae mejor. No. Que me cae bien. Que está muy salada. Yo que ella saldría ya siempre así, que mejora mucho. Está muy salada.
A saber: los peines de carey son utilizados desde antiguo porque no generan estática al rozar los cabellos. Lo entendidos en peines dicen que son muy buenos porque no erizan el pelo. Son buenos para los que se peinan, para las tortugas carey son un horror. No los pueden ni ver. Luego están los peines de plástico imitación carey que erizan el pelo igual que los peines de plástico imitación plástico, pero los primeros lucen más, que tienen unas vetas así marrones sobre un fondo color ambar translúcido que queda muy resultón. Erizar erizan igual, pero no matan tortugas. Pobrecicas.
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