viernes, 9 de abril de 2010

Madonnas

Hoy celebramos el 180 cumpleaños de Eadweard Muybridge. Creo que ya les he contado que me gustan mucho las series de fotos de Eadweard Muybridge. Me pasa con este señor como con Piero della Francesca, que, oigan, habrá pintores antes y después de Piero della Francesca, pero Piero della Francesca está ahí. No se puede mejorar. No es posible. No es necesario. Está bien así. Ves un Piero della Francesca y todo tiembla, hasta en foto mala por internet, bruuum, todo tiembla. Uno se queda mirando la Madonna del Parto de Piero della Francesca y al rato aparece un demonio pequeño que te dice «mira, mira, los ángeles parece que están duplicados con photoshop, parece que ha copiado un ángel (comando+C / Control+C), le ha dado la vuelta y le ha cambiado el color de la ropa tocando los canales», o «mira, mira, ese fondo de tela recosida en rectángulos verticales, que si lo miras mucho parece que se pone en primer plano, por delante de la virgen», pero, al rato, algo por dentro te dice «calla, demonio, que no hay cosa más grande que la Madonna del Parto de Piero della Francesca», y vuelves a mirarlo y resulta siempre nuevo, fresco, espléndido, revelador. Durante años, durante siglos, dos ángeles levantan el telón, corren el velo, para mostrar el gran teatro de la vida. Una y otra vez, para cada uno de los espectadores que están dispuestos a perder unos segundos de su tiempo. Ahí está la magia. Como público incauto, cándido, asistimos al milagro. Conocemos el truco, pero queremos verlo una y otra vez. Lo de menos es el truco, lo que en realidad nos atrapa es la dramatización. La interpretación hierática; el movimiento estático. Y, carajo, como los putos ángeles no se mueven, todo en nuestro interior se mueve. Tiembla. Vibra. Bienvenidos al gran teatro. Bienvenida primavera. Uno quisiera pensar que, tras levantar el telón, la virgen abre su vestido y dentro del vestido aparecen otros dos ángeles pequeños que levantan el telón y tras el telón, otra virgen pequeñita, que abre su vestido y dentro del vestido otros dos ángeles diminutos que levantan el telón...
Me gusta la Madonna del Parto porque su cuerpo posa como una reina pero sus pies se asientan sobre el suelo como una mujer cansada que, tras un día de duro trabajo, se pone las zapatillas de andar por casa. Miren su aureola tras la cabeza, hasta la aureola parece cansada, con ganas de irse a dormir. Presenciamos la última sesión. Los ángeles descorren el velo por última vez y, ahora, a dormir. Buenas noches. Vamos a dejarla descansar. Miren su rostro. Está cansada. Tiene la mirada perdida a ras del suelo. Le duele la espalda. Desea acostarse. Es hora de cerrar la foto. Y, con tanto Piero della Francesca, nos quedamos sin espacio para Eadweard Muybridge, pero lo vamos a arreglar poniendo una bonita serie de sus fotos. La Madonna de Muybridge parece que se mueve pero no se mueve. ¡Magia otra vez! ¿Ustedes creen que queda tiempo para aburrirse?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo prefiero esas series de mujeres con los pechos al aire y saltando a la comba (los pechos y las mujeres). Viva la escopeta de Muybridge!

Helter dijo...

¿Y pa qué llevan un plato en la cabeza los ángeles y la madonna? ¿Para no tener que llevarlo en la mano?