Así que sueño que despierto en un campo de batalla desierto. En el horizonte, nubes de polvo dorado sobre un cielo rojo brillante. Despierto en un campo de batalla desierto y me incorporo sacudiéndome la arena de los pantalones. Despierto en un campo de batalla cubierto de cuerpos y viene corriendo un soldado con un renegrido vendaje en la cabeza, bajo el casco, y un brazo torpemente sujeto en cabestrillo con un jirón de tela. El soldado me dice «Mi sargento, todos los hombres ya han marchado», yo le pregunto que adónde fueron. «Han marchado a sus casas, mi sargento, han ido todos corriendo hacia aquella colina, allí les esperan sus esposas, sus hijos, mesas preparadas con manteles de hilo fino y cubiertos limpios y brillantes, copas rebosantes de aromático vino y muchas comidas bien sabrosas. Escuche: en el centro de la mesa les espera una gran sopera de delicada porcelana llena hasta los bordes de sopa de col y garbanzos; a los lados, patatas asadas con mantequilla e hinojo, y berenjenas y calabacines rellenos y, en una fuente muy grande, un gran pastel de carne mechada con puré de manzana, guisantes, fresas confitadas y una deliciosa tarta de ruibarbo con crema rezumando por todos lados. Las esposas se han adornado con sus mejores vestidos y se arreglaron el pelo de propio para la fiesta ¿Ve cómo brillan los bonitos pendientes que se prendieron en las orejas para recibirlos? ¿y sus labios, tan graciosa y delicadamente pintados? Mire, todos los niños se lavaron las manos en grandes tinas de agua limpia y esperan sentados en silencio ante la mesa». «Pero, y dime ¿allá, tras la colina?», «Allá marcharon todos, mi sargento, bajaron de la colina unos grandes caballos, montaron sobre ellos y subieron la colina», «Pero, ¿y cómo?», «Mi capitán, muchos lagartos, bien grandes, bajaron la colina y todos los soldados fueron tras ellos». «¿Dónde está el sargento Werfel, soldado?». «Mi general, el soldado Werfel fue herido por el enemigo y no pudimos salvarlo, mire, aquí reposa, justo encima de usted». Así que abro los ojos, con dificultad, y veo justo encima de mi pecho al coronel Werfel con la cara amoratada y parte de un carrillo colgando sobre mi cuello, como un pedazo de rosbif poco hecho. «Debe darse prisa, soldado, vaya, suba por el camino amarillo, cruce la colina, allá todos le están esperando. Corra, soldado, seguro que han guardado algo de comida para usted. Será una gran fiesta de bienvenida».
lunes, 19 de abril de 2010
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2 comentarios:
Es de ver cómo ha retorcido usted la página del blog para insertarla en la pantalla del ordenta de la Maribit, que parece mismamente que la estuviera escribiendo ella misma.
Tojunto
Pues si es que ahora con el potocho la cosa tiene poco misterio, Tojunto. Se tira de aquí, se tira de acullá, y flop. Hace años sí, pero ahora...
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