Hoy se cumplen 73 años de la desaparición de James Matthew Barrie, el creador de Peter Pan. A mí me parece que Peter Pan está lleno de buenas ideas, de maravillosos personajes que dan para mucho (jodo que si dan), pero que la novela es un truño muy aburrido que va perdiendo fuerza en cada página que pasa. A mitad de libro se desea la muerte de Peter Pan, de Wendy y de todo bicho viviente para que se acabe cuanto antes. Hasta se desea que el País de Nunca Jamás no hubiera existido nunca. El concepto Peter Pan mola. La novela no. O menos. O nada. Nos hubiera gustado mucho hacer ahora una exhaustiva biografía de la persona de James Matthew Barrie, pero como el autor dejó escrito el siguiente deseo: «Dios fulmine a todo aquel que escriba una biografía sobre mi persona», pues casi que no, así reviente (se hizo una película sobre su vida, con Johnny Depp interpretando a Matthew Barrie, que era para sudar de dolor y de angustia. Eso le pasa por echar esas maldiciones, que luego le hacen a uno películas malas). Mejor, otro día hablaremos del creador de El Mago de Oz, Lyman Frank Baum, cuando le dio la perra de criar pollos de Hamburgo. Oigan, que no sólo criaba pollos de Hamburgo, sino que le dio por sacar una revista mensual dedicada a la cría de pollos y acabó publicando un libro, The Book of the Hamburgs, a brief treatise upon the mating, rearing and management of the varieties of Hamburgs, dedicado, eso, a la cría de pollos de Hamburgo. A mí, ya, un señor que emplea su tiempo en la cría de pollos de Hamburgo con tanta dedicación me cae bien, pero más que bien. Bien es cierto que si John Boyne, el autor de El niño con el pijama de rayas, se pone a criar pollos de Hamburgo o pollos de cualquier otro lugar, no cambiaría mi deseo de verlo desollado vivo en la plaza de su pueblo. Hay cosas que no se pueden cambiar. Pero vaya, que tampoco me hagan mucho caso en mis apreciaciones sobre literatura infantil, que llevo años defendiendo mi teoría de que El Principito de Antoine de Saint-Exupéry, además de espantosamente hortera, pre-new-age y baboso, es un cuento con trasfondo clasista y eugenésico y, por ahora, nadie me ha dado la razón. Y esperen, que aún me queda Juan Salvador Gaviota. Copón, Juan Salvador Gaviota. Es que es nombrarlo y ya... ay... ¡las sales!
sábado, 19 de junio de 2010
Adiós, Peter
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11 comentarios:
Y monárquico y tradicionalistamasoca. No está solo en esa apreciación señor Harry.
Madre mía Sr. Sonfor...
No deja títere con cabeza en este post, Peter Pan me da un poco igual..., la verdad.
Pero que me "toque" a mi Principito, ah no eso ya no..., y que le tache de esas cosas tan feas ...
Uhmmmm, no seran las horas en que escribe ud. los post verdad?
Ay, bueno, Palumbo, ya no me siento tan solo.
Que va, Mindinmungui, al contrario, cuando escribo a esas horas es cuando estoy más suave. Ahora aún diría más gordas contra el principito ese.
Pero el finalcito si que le gustará ¿no?.Los dos. El del principito y el de Santesuperí.
Ah, sí, los finalcitos son muy bonitos los dos.
A mí tampoco me cae bien Juan Salvador Gaviota..., pero el Principito sí...
Lo de “espantosamente hortera, pre-new-age y baboso” parece fuera de toda duda razonable, lo del “trasfondo clasista y eugenésico” no acabo de verlo (tal vez por mi cortedad de luces).
Lo que si he observado también con toda claridad, es que se trata de una asquerosísima apología de la pederastia masculina, desde la misma dedicatoria inicial, esa en que dedica el libro a no se quién (¡no me voy a levantar ahora para mirarlo, evidentemente!) “cuando era niño”. Lo de “asquerosísima” lo digo por su cursilería, no por la opción sexual en cuestión, ojo: a los de la Grecia clásica, como Ud. sabe, también les iba ese rollo, pero por lo general no se ponían tan babosones y cursis (con la salvedad de Platón, que le daba por trufar el asunto con una liricosofía un poco espesita cuando se pasaba con el vino en los banquetes).
Este último aspecto de “El Principito”apenas ha merecido ni un comentario de la crítica, pero no ha pasado desapercibido a los pederastas y pedófilos, que muestran una tendencia estadísticamente significativa a regalar (sobre todo a los niños) ese libro (consulte Ud., si mi afirmación le parece aventurada, el caso de aquel pirado que montó en los años ochenta una secta juvenil llamada “Edelweis”, u observe la versión teatral que hace poco se ha montado en Madrid, con un jovencísimo actor homosexual de protagonista…).
Pues he encontrado más de una persona que si le gusta el uno le gusta el otro, Yahuan. A mí los dos me dan bastante miedo.
Ay que sí, Manolo Colmeiro, que a mí también me parece un libro pederastón. Hace cosa de dos años escribí una entrada que iba un poco de ese palo (http://cambiorad.blogspot.com/2008/04/el-principito-en-la-playa.html), bueno, en ese caso, de un pobre señor tomado por pederasta por culpa de un niño preguntón y pesado, como el principito. Que pesado era un rato el niño. Y ñoño.
Pues yo salvo a El Principito (le daré una relectura con esta nueva perspectiva), pero quiero manifestar que Juan Salvador Gaviota es lo peor. No, perdón, es lo peor de lo peor. Por cursi y moña.
Y yo personalmente tengo un trauma con “El mago de Oz”. Por culpa de Judy Garland será. Me da mucho miedo la Sra. Garland. Esa cara de adultez en ese cuerpo infantil. No, no puedo ver esa película. Temblores me dan por todo el cuerpo.
Ay, que me mentan a Peter Pan y me pongo de los nervios.
¡Que me paso el dia esquivando/aguantando a PeterPanes, Gensantísma!
Y yo que no he leído ninguno de esos libros... Por lo visto, a veces, la incultura es una bendición.
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