Hoy se cumplen 19 años de la muerte de Bruno Bettelheim (Viena, 28-8-1903 - Chicago, 13-3-1990), psicoanalista infantil estadounidense de origen austriaco que escribió uno de esos libros indispensables para todo ser humano curioso y el doble de indispensable si además son padres o madres. Psicoanálisis de los cuentos de hadas es un libro precioso que habla sobre la capacidad formativa de los cuentos de hadas tradicionales en la educación de los niños. La madrastra (madre), el ogro (padre), el protagonista (que sería el propio niño, el héroe) y las demás figuras de los cuentos de hadas ayudan al niño a superar barreras y a descubrir el sentido de su vida. Bruno Bettelheim es lo más grande que hay. Solo tengo un pero contra él, que no sacara una segunda parte poniendo a caldo las leyendas populares locales y la manía de utilizar el absurdo y lo surrealista en los cuentos infantiles modernos (Tengo hasta el título: Las leyendas populares locales y los escritores infantiles modernos le van a dejar la niño tonto pero tonto). Bettelheim advertía sobre lo peligroso que es edulcorar los cuentos de hadas. Si cogen el cuento de Jack y las habichuelas mágicas y, en una versión edulcorada, Jack acaba haciéndose amigo del ogro malote, pues el niño no supera sus barreras cuando lo que tiene que hacer Jack es acabar con su padre (el ogro) matándose a pajas (la planta de la habichuela que crece, crece y crece, que sube hasta el cielo y que le lleva a la morada del ogro que había arrebatado el arpa de oro). Matando simbólicamente al padre sirviéndose del cuento, el niño evoluciona hasta llegar al estadio adulto. Si no lo mata, se les quedará con la cara de Borja Thyssen pero encima sin un duro, todo el día pidiéndoles propinas. Más claro agua. Hagan el favor de comprar a sus niños ediciones buenas y sin censuras políticamente correctas de los cuentos de los hermanos Grimm en lugar de esos cuentos modernos de literatura infantil que no hacen más que atontar a sus niños. Luego, si no me hacen caso, le compran El niño con el pijama de rayas o alguno de ese estilo y cuando lleguen a la adolescencia ven lo tontos que les han salido los niños no me vengan a decirme que qué razón tenía Bettelheim.
Más sobre Bettelheim en el año que pasó en Dachau y en Buchenwald, dicho por Diana Aller.
En la foto, Harley Griffiths durante el proceso de restauración y limpieza del cuadro Caperucita Roja, de Gustave Doré, 1953. Es un cuadro que me gustaría tener para mirarlo todos los días. Existe un grabado similar, con el mismo motivo, del mismo autor, pero en éste el lobo se muestra mucho más acechador que en el lienzo. Aquí, sin embargo, el lobo, con los anteojos descansando sobre las sábanas, interpreta mucho mejor el papel de abuela. Parece más viejo, más cansado, más desvalido y, por tanto, mucho más peligroso cuando le dé por atacar a la niña. La niña, mientras, pone cara de no creerse mucho la escena, pero entra al juego (total, ya hasta ha entrado en la cama).
viernes, 13 de marzo de 2009
Bruno Bettelheim, lo más grande que hay
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12 comentarios:
Desde que he empezado a leer la entrada me estaba viendo lo del pijamica...aish. Pues sepa que ni pijama ni canicas (si, que lo tenía por ahí), que tengo al cachorro fetenmente en un albergue con sus compis pensando en leer lo mismito que yo en los pantalones de cuello alto de Julián Muñoz.
Y el librico este que nos dice; a ver, por razones obvias llevo 4 años descubriendo las capacidades "deformativas" de algunos cuentos populares así que cada día me quedan menos ganas de indagar en la cosa.
Me lo puedo pensar si insiste, y si lo dice asín. Pero..noseó.
Pues, laMima, es un libro redondo. Funciona como una máquina perfecta, bien engrasada, y sirve como base para comprender todos los demás cuentos. Claro, desde un punto de vista psicoanalítico, que ahora para muchos está desfasado. Mi teoría es que los niños ya tienen un natural surrealista y absurdo cuando se inventan cuentos (es un perro que va por la calle y se encuentra con un camión que vuela y un arbol se le come...), así que no es necesario darle cuentos surrealistas, es más, me parece perverso imaginarme a un adulto escribiendo cuentos para niños con un estilo surrealista cuando eso pertenece a la imaginación infantil, mucho más perverso que los cuentos de hadas de los Grimm, que aunque para algunas personas parecen sinientros y oscuros ayudan al niño a evolucionar, quitarse miedos y romper barreras mentales porque utiliza arquetipos puros. Por ejemplo, una madre riñe a un niño, y el niño se mosquea, entonces lee un cuento en el que el protagonista tiene una madrastra muy mala y el protagonista pasa mil perrerías pero al final acaba con la madrastra. Solución: el niño se identifica con el protagonista, purga la manía que le ha pillado a la madre leyendo el cuento y encuentra su satisfacción (el «Befriedigung» freudiano). Si en lugar de una madrastra ponemos en el cuento una batidora con gorro verde que lee poesía el niño no drena ná y se acaba quedando como Borja Thyssen. Lo que yo llamo el aborjathyssensamiento.
Mire, ya me ha caído bien Bettelheim por cuestiones sentimentales de fechas. Bueno, lo que yo quería comentar es que el cuento ese de las habas y Jack yo no lo conozco, pero que conozco el de la caperucita roja, y he de decir que había varias versiones y que a mí me llegó la edulcorada en la que no pasaba eso que voy a contar, que al final al lobo le abren las tripas, le llenan la barriga de piedras, le cosen, le atan y lo tiran al río.
¿Era necesario todo eso? Yo cuando oí esa versión ya tenía mis 17 años y a esa edad todavía me impresionó lo bárbaro que era todo eso en comparación con lo que a mí me contaron. No sé si por esto que estoy contando Bruno y yo tenemos opiniones contrarias, pero desde luego que esto no me parece lo más correcto y adecuado, no me parece necesario.
No era necesario, no, Yahuan. No era necesario que lo tiraran al río, que es él mismo el que se despierta, nota que tiene reseco, se acerca a la orilla del río a beber, cae por el peso de las piedras en la tripa y se ahoga. Así que tranquila, que al lobo no lo tiran al río.
Pero ojo, no nos olvidemos del lobo como tipo curioso, que se las trae.
Uyyy, este post ha cambiado un poco desde ayer, como que se ha caperucitado un poco; tal vez para no dejar en el olvido al lobo, pobre lobo...
Ya, pero el del lobo y el río es el lobo y la siete cabritillas. Me lo contaba mi abuelo, y me encantaba. Gore que era ya.
"Enseña la patita por debajo de la puerta, a ver"
Yo le doy la razón a Harry
Anda, pues yo tengo ese libro y aún no lo he leído.
Gracias por la recomendación.
Portorosa, perdone que sin querer ofender pero ya está muyyy mayor para el lobo y la siete cabritas, ;-DDD (O igual hay versión porno, no sé)
Leche, Spanique, ahora me ha hecho dudar, pero yo creo que Portorosa se refería al libro de Bettelheim y no al de las cabritillas. En todo caso, el cuento de las cabritillas es de una naturaleza parecida al de Caperucita roja: «ten cuidado con los varones, que son todos muy malos y van a lo que van». Hay otro más, pero ese, norteamericano, además alecciona sobre la importancia de construir un hogar seguro y ser un cerdo recto en la vida, «Los tres cerditos», el cuento político conservador americano por excelencia.
Me refería al de psicoanálisis, claro.
Aunque leo muchos más de los infantiles, para mis hijos.
Bettelheim es grande en general y la polémica desatada por ciertas teorías cuya supuesta falsedad está aún por demostrar, es ridícula y lamentable.
Me alegra que a este señor se le reivindique, máxime si es en la blogosfera.
SALUDOS.
Sea usted bienvenido, Daniel. Esta casa recibe con alegría a los bettelheimnianos.
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