viernes, 18 de junio de 2010

Pliego (3)

Hoy, un año más, celebramos, según el calendario gregoriano, el cumpleaños de Anastasia Nikoláyevna Románova.
En la foto, la Gran Duquesa Olga Alexandrovna, Anastasia Nikolaievna y la zarina Alejandra en 1916. La imagen pertenece a la Biblioteca Beinecke de Manuscritos y Libros Raros de la Universidad de Yale.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

No me aclaro. Usté habla de dos mujeres, y yo veo tres. Así que no me aclaro cuala es cuala.


Tojunto

Helter dijo...

Que sí, hombre, Tojunto, que una es Olga, otra Anastasia y otra Alejandra. Ahora, que saber quién es quién, eso ya es zarina de otro costal.

Anónimo dijo...

Ah, sí, sí...que he leído mal. Toytonyo.


Tojunto

Harry Sonfór dijo...

Servidor ya les puede asegurar que la señora que está tubada a la derecha vestida de negro es la Gran Duquesa Olga Alexandrovna, que era alta y delgada y vestía de negro.

El Ente Dilucidado dijo...

Yo, por esto de los rusos, siempre he sentido debilidad.
Desde pequeñico. De hecho, la primera manía que tuve (que yo sepa y recuerde) fue una especie de rusofilia muy rara. Con cinco o seis años y hasta, por lo menos, los nueve.

Supongo que la cosa me vino de leer el Miguel Strogoff y el Tarás Bulba en aquellos clásicos juveniles de Bruguera (no los leía, en realidad... Sólo las partes que iban dibujadicas. Como tebeos).

Era yo muy prorruso en los primeros setentas. Hasta las letras en cirílico me llamaban la atención (el pediatra al que me llevaban mis padres cada no-sé-cuántos-meses me entretenía enseñándome unos libros pequeñicos, encuadernados en granate, que estaban escritos en cirílico y que llevaban foros en colores y blanco y negro de iglesias rusas de madera. No tengo ni idea de dónde los habría sacado el hombre aquél).

Imaginaba a las rusas como mozas hermosas, todas rubias, grandes, pechugonas y con trenzas. Unas trenzas gordotas y tremendas, que daba gusto agarrar. Y con faldas cortas y botas katiuscas.

Qué cosas.

Anastasia era morena y fina. Y parecía que estaba siempre triste. Como su hermano, el zarevitch, que era hemofílico, melancólico y delicado.

Qué cosas.

A mí, cuando tenía ocho, nueve años, me gustaban las rusas grandotas, rubias, con trenzas y botas katiuscas. Pero creo que habría terminado enamorándome de la gran duquesa Anastasia.

Si la hubiese conocido, claro está...

El Ente Dilucidado dijo...

Y luego está lo de los nombres y apellidos de los rusos. Que son preciosos. Todo eso de incluir el patronímico (pero de verdá).

Por poner un ejemplo: Imaginemos que yo tengo una hija y que se llama Irene. Siendo española, se llamaría Irene Dilucidado.
Pero si fuese rusa se llamaría Irina Elentevich Dilucidadovna.

Vamos... Como que suena más bonito.

Y se la imagina uno con trenzas y botas katiuscas, chapoteando en el barro de la taiga y corriendo por esas explanadas infinitas de la frontera de Ucrania.
Y con dos pompones apeluchados de ésos rosas que les ponen los rusos a las niñas en la cabeza.

Y haciendo mucho frío. Hasta en Agosto.

Y yo con barba y camisola de mujik, fumando en pipa y cabeceando sonriente mientras la veo corretear. Desde la puerta de la dacha. Y me santiguo a lo ortodoxo (arriba, abajo, derecha e izquierda en lugar de arriba, abajo, izquierda y derecha)

Y digo: "Deboschka, deboschka...". Y me acuerdo de la paliza que le dimos a Napoleón. Cuando era joven y servía en un escuadrón de caballería cosaca a las órdenes de mi padrecito Sergei Aleksendrovich.

Harry Sonfór dijo...

Pues es verdad, El ente, si yo tuviera una hija rusa se llamaría Zhannochka Harievich Sonfornovna. Que mire que anda que no suena mejor que Belén Sonfór.
Le confieso que yo también me imaginaba a las rusas así, pero en moreno y con los ojos azules o verdes muy claros, casi transparentes, con gorros de piel (y minifaldas de piel vuelta con ribete de piel peluda). Es posible que tengamos referencias parecidas (aunque servidor, encima, lo mezclaba con la cosa zarzuelera de Sorozábal, ahí es ná, que durante años lo más ruso que conocí era lo de Sorozábal. Pues yo crecí leyendo la vida de Lenin, puede decir alguno; pues yo Sorozábal y poco más, y encima confundía Katiuska con La tabernera del puerto).

Badil dijo...

¡¿Tubada?!
¿Y ande está la tuba? ¿Se la perdío Iberia como al Shantel?

Harry Sonfór dijo...

¿Que Iberia le perdió la tuba a Shantel? ¡Madre del amor hermoso! cuente cuente...

Badil dijo...

A lo que se ve una tuba pispajera, se debió liar haciendo compras o saludando a compañeros de equipaje y salió en vuelo más tarde y llegó del aeropuerto al anfiteatro ella solica en tasi. Bueno, con el tasista.

Harry Sonfór dijo...

Pues ya lo dice el dicho, que la que tuba, retuba.

Badil dijo...

Y retubó. Como una manada de bubucelas.