—Vengo a entregarme.
Catherine S. Meredith, la asesina más buscada en la década de los treinta de la ciudad de Circa, se presentó en la comisaría del distrito ocho con el pelo recogido en un moño alto, descalza y vestida con un camisón de lino blanco manchado de sangre y orina bajo un amplio abrigo de paño gris.
—Son esos bichos, comienzan a subir por mis pies bajo la piel, suben por mis rodillas, por mis muslos, por mi vientre, por mis brazos, y cuando llegan a mi cuello me ahogan, tengo que hacerlo, me piden que lo haga, me obligan a hacerlo y lo hago.
Catherine S. Meredith, temblando de frío, rodeando con las manos manchadas de sangre la taza de café caliente que le acababa de servir el comisario Jobs relató, uno tras otro, cada uno de sus asesinatos.
Catherine S. Meredith confesó que había acabado con la vida del senador republicano S. P. Henley la noche del 8 de febrero de 1928; del policía T. B. (8-4-29), del ama de llaves de la familia Ewing, S. M. (10-5-29); de dos enfermeras del hospital de San Andrés (22-1-30), del ilustre doctor S. Dowson (6-8-32), del conductor de tranvía T. Wratislaw (¿12-15?-10-33), del jugador de béisbol S. Browning (23-11-33); del constructor M. R. Heath y de su esposa S. Heath; de dos trabajadores de las minas (¿?) y, ese mismo día que se presentó en la comisaría, de su marido, Samuel Lewis Dobell.
—Con Samuel no me ha hecho falta que me subieran bichos ni nada. Era un mal hombre. Lo he matado en la cocina y luego me he sentido culpable. A éste lo he matado yo. Ahora tengo miedo.
jueves, 22 de mayo de 2008
Un caso sórdido
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6 comentarios:
Yo también tengo miedo. Aún no me han llegado al cuello, pero cada noche los bichos suben un poco más.
No me asuste, Helter, que eso de los bichos sólo pasa en Circa.
Tranqui, no pretendía asustarle, pero es que no hay manera de acabar con estas malditas ladillas.
Pues si le están llegando al cuello, Helter, creo que ya es hora de ir pensando en un buen afeitado.
Yo le recomendaría Helter, por experiencia, que intente reeducar a sus ladillas y las mande a por tabaco, a tirar la primitiva, o que le traigan las zapatillas.
era también el vacío, el abismo, entre estar vivo matando y estar vivo muriendo
el aprendizaje de los hábitos
y si no que se lo digan a mi niño, que está aprendiendo a dormir (aunque con eso de que lke esta´n saliendo los dientes la operación se complica)
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