Me he prometido no volver nunca más al Hotel Hilbert. Es un local amplio, con bonitas vistas, de precio asequible y con trato agradable. Cada vez que voy, aunque el recepcionista me diga que el hotel está lleno, siempre encuentran una habitación para mí, pero el ruido que meten todos los huéspedes cambiándose a la vez de habitación no me deja pegar ojo en toda la noche. Y el servicio de habitaciones, así así: el anterior inquilino se dejó el cepillo de dientes en la encimera del baño, un calcetín usado bajo la cama y una bolsa de maíz frito sabor barbacoa abierta sobre la cómoda. Sabor barbacoa. Cada vez es más difícil encontrar maíz frito con sabor a maíz frito.
lunes, 23 de febrero de 2009
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21 comentarios:
pues a mí me parece que va a salir un pistolero a caballo en cualquier momento, disparando sus dos pistolas mirando hacia atrás mientras el sheriff tiene que esconderse para no caer herido en esa lluvia de plomo, y el recepcionista se esonde detrás de la ventana.
A mí lo que no me habría dejado dormir no habría sido el ruido, y mira que soy niquitosa con los ruidos, sino el pestazo de la caca ésa de barbacoa, que es un ajjjjco...
estoy de acuerdo. el día que retiraron del mercado los fritos sabor a maiz, para imponernos los barbacoa, fue un día triste para la raza humana. ¡MALDITO SEAS SR. PEPSICO!
Jo que sí, qué difícil encontrar el maíz puro sin aditivos. Yo el otro día me compré un paquete sin darme cuenta de que eran a la barbacoa, pero me pegué la jartada igual.
Sin duda es mi paradoja favorita junto a la del gato de Schrödinger. Y es que antes los hombres de Ciencia se dedicaban a cosas bonitas como pensar en ese hotel o en ese gato ─o a tocar los bongos, o a llevar el mismo pantalón durante cinco años, o a hacer que un hijo aprendiese los nocivos efectos del grisú mientras le hacía recitar el monólogo de Marco Antonio en el Julio César de Shakespeare─, era gente con imaginación y divertida y no como ahora que se pasan todo el día escribiendo parrafadas incomprensibles en letra muy pequeña por esos blosj de Dios. Bueno, vale, a los de antes tampoco se les entendía en sus cosas, pero eran más simpáticos y cercanos. Oiga, y Marisa Mell está para hacerse uno antropófago.
¡Bienvenido, Atrapao!
Ay, qué cosquillicas que me da la señora con plumero que me ha puesto más abajo.
Diga usted que sí, Arkab. Cuidado no me le saque un ojo.
A mí también me gusta mucho lo del hotel Hilbert porque mire que soy zopenco para esas cosas pero lo del hotel lo entiendo. Lo de la teoría de las cuerdas no, y lo de las supercuerdas pues supermenos. Los científicos de antes eran más salaos.
Pues sí que eran más salaos que yo soy capaz de imaginarme a Rutherford en su jardín con sus alumnos mientras su señora Mary, bajita y rechoncha como una mesa camilla, les ponía el té y les decía «Ya que estáis aquí, ¿por qué no os ponéis a ver si inventáis el sónar o la tele?». Ahora no, ahora es todo menos cálido y amable, ahí tiene la prueba: treinta y pico años, decenas de naciones, cientos de científicos, millardos de dólares, ¿y todo para qué?, para un miserable colisionador de hadrones escacharrao. No avanzamos, que no, que así no llegamos a ninguna parte.
Eso, y al final ¿qué ha pasado con el super mega colisionador de hadrones? que ni hace agujeros negros, ni acaba con el planeta ni con toda la galaxia ni nada. Algo habrá que hacer.
Marisa Mell, esa sí que colisionaba hadrones como una campeona nada más verla. Má.
Harry, ¿usted cree que si reservo ya mismo voy a tener habitación libre en el Hilbert? Pago por adelantado, of course. No se encuentra cada día un hotel en donde alojarse sea como jugar a la silla musical, y por lo que pueda pasar, llevo toda la ropa marcada con mi NIF.
Y sin reservar, Helter, usted va a la recepción y, aunque le digan que está lleno, siempre encontrará habitación. Ruidoso es, eso también.
Es que yo soy más de tienda de campaña...que soy muy simple oigan.
Ah, y el maiz me gusta a la barbacoa o fritico sin más pero sobre todo, sobre todo mezclado con cacahuetes.
¡Asi me luce!
Que le quería preguntar que si va a montar en el hotel la fiesta VIP para celebrar el premio DARDO y el premio Blog de Oro que acaba de recibir en mi casa. Si es que lo quiere celebrar, que si lo que quiere es tirármelos a la cabeza, que igual ese día tengo algo que hacer.
Badil, que si en la entrega del premio ponen cervecita, que ya va haciendo bueno.
Que primero tenemos que de fregar y de fregar el local.
harry, que la teoría de las cuerdas y las supercuerdas son lo más bonito del mundo, que hay que imaginarse como una cuerda (o como una nota musical hecha cuerda) que se hace un punto a veces y luego se desdobla y queda tam bonita y saca varias dimensiones.
Bueno, yo tampoco las entiendo del todo, pero más o menos...
Pues lo que es una pena muy grande es que el Sr. Feynman esté muerto, porque seguro que él sí que sabría arreglar el colisionador de hadrones igual que supo averiguar lo de las gomicas del Challenger, que Feynmann era muy listo. Y una persona así se merece mucho reconocimiento. ¿Y este buen hombre no tiene una calle, plaza, avenida o auditorio con su nombre? ¡Qué gran injusticia!
Una calle que lleva su nombre en Israel he encontrado... Garbanzo.
Gracias por la información. Hay que ver qué cumplido es siempre usted para darnos respuesta a todos.
Pues si es que me debo a ustedes.
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