miércoles, 5 de agosto de 2009

Dos señores mirando orillas


Para encontrar a los tritones ahí abajo dormidos entre los juncos hay que introducir los pies en el agua muy despacio, procurando no enturbiarla. No lo conseguirás a la primera y casi seguro que el color marrón sucio del café con leche cargado con vetas negras será durante un tiempo el del líquido predominante y casi no habrá nada que hacer con la charca. Se habrán despertado y se habrán ido. Pero, si entras despacio y, una vez depositado el limo en el fondo y cuando el agua se aclara, existe la posibilidad de verlo, si se tiene buen ojo y se mira con cuidado, ahí, como flotando entre dos aguas, dejándose llevar un momento, con sus manitas colgando o disimulado (¿dormido?) junto a esa hoja o bajo aquel fragmento de rama, con sus barbas ostentosas como gorgueras, en ese único segundo en que el tritón está quieto y disponible si lo ves.

El texto, Orillas, es de aquí, y la foto, Acequia, es de aquí. Son de dos señores que, entre muchas otras cosas, miran orillas, las orillas les devuelven recuerdos y los recuerdos les conforman presentes, como si fueran regalos. Se convienten en dos Huckleberry Finnes cuando miran ríos. Y eso me lleva al texto de otro señor, que también, sobre una balsa de neumáticos de tractor, fue Huckleberry Finn. Heráclito de Éfeso, también conocido como «El Oscuro de Éfeso» decía En el mismo río entramos y no entramos, pues somos y no somos. Lo jodido de citar a Heráclito es que luego ya no hay más que decir. El cabronazo lo dice todo en una frase. A Miranda, si me lee después de la siesta, se la llevarán los demonios, que no le gustan las citas ni los citadores, pero espero que esta vez me dé un pase, que la cita es muy buena. Heráclito es Heráclito. Pero a lo que voy, que los señores de arriba, el del texto y el de la foto, para mí que no se conocen, pero que me los imagino un día paseando, el uno por una orilla del río, el otro por la otra, y saludándose. «Hola», «Hola, buenos días», «Qué bonito está el río hoy ¿eh?», «Sí, bien bonito que está».

6 comentarios:

Yahuan dijo...

Yo, si le digo la verdad, prefiero no intentarlo, los tritones bueno está, pero donde hay tritones hay caimanes, o eso le contaba el bisabuelo de mi madre a mi abuelo.

Javier de la Iglesia dijo...

Don Harry, es usted el hito, el culmen del "pocholismo" internacional (título nobiliario de reciente creación). Le corresponde, a manera de galardón simbólico, una ristra fotográfica de los paseos orilleros del sujeto en cuestión que le harán llegar a su domicilio electrónico, sin mayor dilación, o sea, ahora.
Con el abrazo inmensurable.

Labegue dijo...

Sr. Sonfór, admiro su afán por la investigación y la lectura, y mucho más por la contemplación.

Una que es culo inquieto, impaciente por naturaleza y negada para disfrutar del momento, se pierde muchas cosas por el simple hecho de no tener paciencia para la observación lenta, y que con un vistazo lo arregla todo.

Así me va. Si hasta se me olvida pasar por aquí a menudo.

Buenos días, desde la otra orilla.

Harry Sonfór dijo...

Bueno, Yahuan, cuando su bisabuelo había caimanes en todo río que tuviera tritones, esa es la verdad. En ciertas zonas había tantos caimanes que no se veía el río y se podía cruzar pisando sobre su lomos, pero ahora ya no, ahora hay, como mucho, cuatro o cinco caimanes por río, y están medio amaestraos.

Harry Sonfór dijo...

Oiga, Javier, que el pocholo le dice que no le han llegado las fotos que dice que me iba a enviar. ¿No será un mensaje con más de diez megas?

Harry Sonfór dijo...

Pues hay que pasar más por aquí, Labegue, hay que pasar más (madre mía, me siento como un párroco regañando a la feligresa fiestera que se olvida de ir a misa).
Buenos días, Labegue.