Hace años, durante la época de parición, estuve en un rancho ganadero ayudando a los vaqueros. Cuando encontrábamos una vaca con problemas, alguien tenía que tocar su vagina y comprobar su estado. «Tú eres mujer», me decían invariablemente, «hazlo tú», como si yo debiera conocer, por el tacto, el paisaje interno de cualquier otra hembra, aun cuando su especie estuviera emparentada de muy lejos con la mía y sus órganos fueran horizontales. «Busca las dos piedras grandes, pasando la elevación...», me orientó un vaquero hispano en una ocasión. Con el brazo hasta el hombro dentro de una vaca, se siente su pesado interior caliente y apretado, pero nunca olvidaré mi asombro feliz la primera vez que retiré la mano lentamente y sentí los músculos de la vaca contraerse y soltarse uno tras otro, como una hilera de personas dándome la mano en una recepción.
Diane Ackerman, Una historia natural de los sentidos, Anagrama, Barcelona, 2009.
lunes, 8 de febrero de 2010
Dentro de una vaca
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Criaturas del señor
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7 comentarios:
Uf. No pude evitar pensar en gatos, supongo que por el simpático post del otro día (extraña asociación de ideas). No quieras saber la surrealista imagen que se formó en mi cabeza, sustituyendo un animal por otro... Me noto en forma... :-)
Que secsi.
Se le ha vuelto a olvidar la etiqueta de los desayunos de Cambio radical.
De ná.
Nunca agradeceré lo suficiente a mis gatas que tuvieran el detalle de parir cuando yo no estaba delante. Así cuando conocía a los pequeñines ya estaban bañaos, vestidicos y con el chupete, angelicos.
Mi cuñao tiene una granja de vacas lecheras. Cuando las insemina procede a meter el brazo por el recto de la vaca (con un guante largo) para sujetar el cuello del utero y que encare bien el tubo dosificador de semen que introduce por la vag..., por el chocho.
Antes de hacer esto se asegura de que el animal ha cagado convenientemente pero una vez no se aseguró y por alrededor del brazo salió a alta presión un chorro cónico de diarrea vacuna.
Todos los presentes que estaban observando el procedimiento quedaron verde oscuro por delante e impolutos por detrás. La pena es que no hay fotos de esto.
Ah, pues con una gata no creo que resulte igual, no, Joana Pol, pobrecica gata.
Que no quería ponerle la etiqueta de los desayunos, Badil, porque la historia no me parecía desagradable. Es bonita. Si además busca en el google la foto de la autora verá que es como la Cher y que le gusta hacerse fotos entre florecicas. Cómo voy a ponerla en los desayunos...
Ay, a mí algún parto gatuno sí que me ha tocado, sí, y no sabe lo mal que lo pasaba, Helter...
Ah, mire, Badil, la historia de Miguelgato ya sí que es más para los desayunos, sí...
No consigo quitarme de la cabeza la hilerade personas dándo la mano en una recepción. No puedo. Ya han pasado unos días y tras largas reflexiones debo concluir que me encanta.
la historia de miguelgato también es potente, sí señor
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